Contenidos: Imágenes (varias V, X), Diálogos (varios D), Ideas (amoralidad, corrupción, narcotráfico, visión deformada de la Iglesia Católica F)
Dirección: José Luis Cuerda. País: España. Año: 2012. Duración: 116 min. Género: Drama. Interpretación: Quim Gutiérrez (Fins), Miguel Ángel Silvestre (Brinco), Celia Freijeiro (Leda), Juan Diego (Mariscal), Carolina Cao (Leda adolescente), Chete Lera (Rumbo), Axel Fernández (Fins adolescente), Iria Penha (Sira), Sergio González (Brinco adolescente), Laura Ponte (Guadalupe). Guion: Manuel Rivas. Producción: Gerardo Herrero. Música: Sergio Moure de Oteyza. Fotografía: Hans Burmann. Montaje: Nacho Ruiz Capillas. Dirección artística: Félix Murcia. Distribuidora: Filmax. Estreno en España: 9 Noviembre 2012.
Reseña:
Érase una vez en Galicia
En “Todo es silencio”, un grupo de jóvenes amigos descubre el secreto de Noitía -un pueblo costero gallego-, el contrabando, y admiran a Mariscal, el gran capo. La ley es no ver ni oír. La boca es para callar. El viejo poder se extiende con el narcotráfico y lo envenena todo. El destino de los jóvenes se enfrenta con violencia. Queda el refugio de los recuerdos y el amor oculto para resistir.
Un personaje cinéfilo de Todo es silencio, que a ratos intenta recuperar el tono de los westerns clásicos, comenta en un momento dado que sólo hace falta John Wayne y un caballo para rodar una película. Se podría decir metafóricamente que José Luis Cuerda cuenta con su John Wayne –un reparto plagado de eficaces actores como Juan Diego, Chete Lera y Miguel Ángel Silvestre– y hasta dispone de caballo, tal y como se conoce popularmente a la heroina, droga que le proporciona al realizador una temática –el narcotráfico en Galicia– de enorme interés.
Y sin embargo, con estos elementos, Cuerda no hilvana una película, o al menos no una demasiado redonda. Uno de los principales problemas son los diálogos que le proporciona Manuel Rivas, con frecuencia larguísimos, más literarios que cinematográficos. El salto temporal no está conseguido. Además, algunos fragmentos son tan tópicos que rompen el dramatismo, como los hippies descubiertos por los niños bañándose desnudos y dando rienda suelta a sus pasiones en la playa, o el sacerdote que en sus contadas apariciones sólo parece preocuparse por aquellos que le donan dinero, aunque éste proceda de la delincuencia. Pero el principal escollo de Todo es silencio viene a ser su falta de intensidad dramática (Decine 21 / Almudí JD) LEER MÁS
El propio guión de Rivas es muy irregular, y avanza a trompicones entre el thriller y el melodrama para culminar en un abrupto desenlace casi de opereta y a todas luces excesivo. Esta fragilidad narrativa afecta a las interpretaciones de todos los actores, entre los que sólo destacan a ratos Luis Zahera, Juan Diego —aunque repite sus tics e histrionismos habituales— y Miguel Ángel Silvestre. Y, finalmente, la plana puesta en escena de Cuerda resulta espesa y anticuada, y casi nunca goza de verdadero aliento dramático. Una tópica visión de la Iglesia católica y varias casposas escenitas sexuales son casi los menores de sus muchos defectos, síntomas de la crisis creativa que padece José Luis Cuerda. (Cope J. J. M.)