Mayores. Muchas comedias francesas recientes han encontrado un rico filón en las perplejidades postmodernas. Étienne Chatiliez afronta el cómodo enmadramiento de tantos veinteañeros en Tanguy, una película a ratos divertida, pero superficial y confusa en algunos de sus planteamientos. Tanguy es un brillante y encantador joven de 28 años que sigue viviendo con sus ricos padres. Hijo único, infantil y comodón, sufre una incapacidad patológica para cualquier compromiso amoroso o laboral, que le lleva de chica en chica y de aula en aula. Por su parte, sus padres, rebeldes en los 60, son ahora unos burgueses adictos al psiquiatra, cuyo único acto de inconformismo –así lo consideran ellos– es fumarse algún canuto. Pero llega un momento en que los padres no aguantan más, y deciden echar al hijo del hogar, por las buenas o por las malas. El argumento y el excelente reparto hacían presagiar una comedia divertida y lúcida, como las citadas. Pero Tanguy cumple las expectativas solo a ratos, pues otras veces cae en un humor zafio o en un irritante permisivismo respecto a las drogas o al sexo de usar y tirar, mostrado además con crudeza. Esta ambigüedad culmina en un desenlace interesante, pero algo incoherente, en el que las críticas al hijo se convierten en un duro ajuste de cuentas con la generación de los padres. Escenas inconvenientes. Imágenes: 1': 8': 63'. (Aceprensa-Almudí JR y JP)