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Reseña:
Una película sencilla y hermosa, de un país que no da precisamente muchas películas, Kirguistán. Sigue a una familia que vive en tiendas de lona, en los valles entre montañas escarpadas cercanas al paso de Chong Ashu. Ahí están los abuelos, la nuera viuda –al marido se lo llevó la fuerte corriente del río–, una niña, la nieta, y el nieto, un joven que pasado una temporada en la ciudad. También deambula un apuesto metereólogo, al que la pequeña llama tío, y que parece sentir una atracción, que es mutua, por la viuda, lo que no es visto con buenos ojos por la suegra.
Con ritmo parsimonioso y contemplativo, como queriendo incidir en la idea de que estamos en un lugar donde parece que el tiempo se ha detenido, Mirlan Abdykalykov nos presenta un estilo de vida condenado tal vez a la desaparición, aunque no sepamos cuándo, y logra que el espectador tenga la sensación de que se tratará de una pérdida irreparable.
Atavismo, leyenda, naturaleza humana, costumbres, modernidad, tradiciones, inocencia, pudor. Miradas muy expresivas, las palabras sobran. Escuchamos relatos ancestrales, el águila en el cielo, el sutak con su simbólico canto. Con lentitud exasperante con toda seguridad para el hombre globalizado e impaciente, pero que nos hace añorar algo inefable. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ