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Dirección: Fede Alvarez. País: USA. Año: 2013. Duración: 91 min. Género: Terror. Interpretación: Jane Levy (Mia), Shiloh Fernandez (David), Jessica Lucas (Olivia), Lou Taylor Pucci (Eric), Elizabeth Blackmore (Natalie). Guion: Sam Raimi y Rodo Sayagues; basado en el guion del propio Sam Raimi para la película homónima de 1981. Producción: Bruce Campbell, Sam Raimi y Robert G. Tapert. Música: Roque Baños. Fotografía: Aaron Morton. Montaje: Bryan Shaw. Diseño de producción: Robert Gillies. Vestuario: Sarah Voon. Distribuidora: Sony Pictures Releasing de España. Estreno en USA: 5 Abril 2013. Estreno en España: 5 Abril 2013.
Reseña:
El despertar de un viejo demonio
Remake de la película que Sam Raimi hizo con poco dinero y mucha ironía en 1981
Mia (Jane Levy) es una chica vulnerable que, tras una nueva sobredosis, intenta dejar las drogas de una vez por todas. Para ello, se refugia en una solitaria cabaña, perdida en un bosque, en compañía de su hermano David (Shiloh Fernandez), la novia de éste, Natalie (Elizabeth Blackmore), y otros dos amigos de la infancia: Olivia (Jessica Lucas) y Eric (Lou Taylor Pucci). Este último descubre en la mugrienta construcción un misterioso ejemplar de El libro de los muertos, a través del que despierta accidentalmente a una espeluznante fuerza demoníaca, cuyo objetivo es poseer y matar a los cinco jóvenes.
Tras dirigir cuatro cortos muy premiados —“Los pocillos”, “El último Alevare”, “El cojonudo” y “¡Ataque de pánico!”—, el joven cineasta uruguayo Fede Álvarez debuta en el largometraje con esta nueva versión de la famosa película de terror con la que debutó Sam Raimi en 1981. Rodado en Hollywood y en inglés, este remake partía de un guion del propio Raimi, Rodo Sayagues —colaborador habitual del director— y Diablo Cody (“Juno”, “Young Adult”), que hacía prever algún golpe de humor divertido o alguna incisiva crítica social. Nada de nada. La película es una mala copia del original, está más llena todavía de violentas escenas gore —con sangre y vísceras por todos lados—, carece de ritmo y chispa, repite los tópicos de siempre y no dice nada interesante sobre ninguno de los personajes, que nunca abandonan su condición de monigotes. El humor irrumpe en la recta final, pero fuera de tono y lugar, cuando la acumulación de brutalidades y desmembramientos llega a un nivel tan demencial que provoca en el espectador risas no pretendidas. (Cope J. J. M.)