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Perder la razón

Perder la razón

À perdre la raison
  • Público apropiado: Adultos
  • Valoración moral: Con inconvenientes
  • Año: 2013
  • Dirección: Joachim Lafosse
Contenidos: Imágenes (algunas V, X-)

Dirección: Joachim Lafosse. Países: Bélgica, Luxemburgo, Francia y Suiza. Año: 2012. Duración: 114 min. Género: Drama. Interpretación: Niels Arestrup (André), Émilie Dequenne (Murielle), Tahar Rahim (Mounir). Guion: Joachim Lafosse y Matthieu Reynaert. Producción: Jacques-Henri Bronckart y Olivier Bronckart. Fotografía: Jean-François Hensgens. Montaje: Sophie Vercruysse. Diseño de producción: Anna Falguères. Vestuario: Magdalena Labuz. Distribuidora: Karma Films. Estreno en Bélgica: 30 Mayo 2012. Estreno en España: 23 Agosto 2013.

Reseña:

Deterioro paulatino

   Un generoso médico lleva a Bélgica a un joven marroquí a quien educa como si fuera su hijo. Cuando el joven se enamora y decide fundar una familia, su esposa se encuentra encerrada en un clima afectivo irrespirable que tendrá un desarrollo insidioso y un final trágico. Con la llegada de los hijos, la pareja se hace cada vez más dependiente del médico. El altruismo sin límites del doctor se convierte en poder.

   Asfixiante película de Joaquim Lafosse, que ya mostró su interés por dibujar familias en descomposición en Propiedad privada. Aquí se inspira libremente en hechos reales para contar una terrible e inexplicable tragedia familiar, anticipada por las enigmáticas imágenes iniciales, que se explicita con eficaz sobriedad en el contundente final. Aunque bien contada, y con buenas interpretaciones -sobre todo Émilie Dequenne y Niels Aristrup-, la incidencia insistente y machacona en lo cotidiano en Perder la razón, remachada periódicamente con una banda sonora de música clásica, cansa un poco; a la vez, se advierten agujeros o falta de explicaciones en el deterioro de las relaciones, sobre todo entre marido y mujer.

   Parece que el director quiere decirnos que lo que pinta es demasiado complejo para pretender entenderlo, que la convivencia en distintas tradiciones culturales de egoísmo y ternura, lo malo y lo bueno en el ser humano, pueden desencadenar situaciones tremendas que únicamente cabe encajar como mejor se pueda. En su caso, más que un atisbo de esperanza, deja al espectador de modo inevitable en un estado altamente deprimente. Junto a la inmensa desolación que produce la película, planea la sensación de que Lafosse no ha logrado totalmente su propósito; que junto a los ingredientes faltan procesos que expliquen la sinrazón de un comportamiento desnaturalizado a lo Medea y que permitirían al espectador a digerir un plato tan fuerte.(Decine21 / Almudí JD) LEER MÁS