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Dirección y guion: Lars Von Trier. País: Dinamarca. Año: 2013. Duración: 120 min. Género: Drama. Interpretación: Charlotte Gainsbourg (Joe), Stellan Skarsgård (Seligman), Stacy Martin (Joe adolescente), Williem Dafoe (L), Shia LaBeouf (Jérôme), Jamie Bell (K), Connie Nielsen (madre de Joe), Uma Thurman (Sra. H), Christian Slater (padre de Joe), Mia Goth (P), Udo Kier (camarero). Producción: Louise Vesth. Fotografía: Manuel Alberto Claro. Montaje: Molly Malene Stensgaard. Dirección artística: Alexander Scherer. Vestuario: Manon Rasmussen. Distribuidora: Golem. Estreno en España: 25 Diciembre 2013.
Reseña:
Una gélida noche invernal, el viejo solterón Seligman (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a Joe (Charlotte Gainsbourg), una mujer herida y casi inconsciente, de unos cincuenta años. Tras llevarla a su piso y cuidarla, Seligman escucha atentamente el relato en ocho capítulos que Joe hace de su propia vida, una existencia plagada de turbias relaciones, que la han llevado a convertirse en una adicta al sexo, en una ninfómana, como ella misma se auto-diagnostica.
Resulta poco delicado, por parte de su distribuidora, estrenar el día de Navidad una película con semejante argumento y, además, no mostrarla antes a la prensa especializada. Se trata de la primera parte del nuevo filme del singular, excesivo y siempre polémico cineasta danés Lars von Trier, autor de grandes películas —como “Europa”, “Rompiendo las olas”, “Bailar en la oscuridad” o “Dogville”—, de obras estimables pero discutibles —como “Manderlay”, “El jefe de todo esto” o “Melancolía”— y de algún que otro bodrio ofensivo, como “Los idiotas” o “Anticristo”.
Por su tráiler y sus fragmentos de escenas, “Nymphomaniac: Parte 1” —centrada en la infancia y adolescencia de la protagonista— parece pertenecer a esta última categoría, al menos en lo referente a la crudeza casi pornográfica (y sin casi) de algunas de sus imágenes, por la sordidez de los conflictos dramáticos que plantea y por el tono críptico y aparentemente pedante de sus diálogos. Tras verla, por esta línea han ido algunos críticos, que la califican como otro fruto amargo del carácter depresivo de Von Trier —reconocido por él mismo— o como un bobo intento de hacer “un porno 2.0 con diálogos (inanes) previos y cama en dos minutos”. Por el contrario, otros han elogiado su “heterogénea mezcla de conversación y sexo”, o su “mirada seria y bienintencionada a la auto-liberación sexual, repleta de referencias al arte, la música, la religión y la literatura”. A mí, desde luego, no me apetece nada verla, y menos en estas fechas. Lo peor es que su continuación se estrena el 24 de enero. ¿Nos la enseñarán antes a los críticos de cine?(Cope J. J. M.)
Angustiosa y desagradable hasta la saciedad, Nymphomaniac no está exenta de cierto interés, en su constatación de que cuando no se cree en el amor (el autor del film no es ni mucho menos un dechado de optimismo) el sexo conduce a una espiral mediante la que el individuo se encierra en su propio hastío y desesperación. Dividida esta primera parte en cinco capítulos (de un total de ocho), sobresale el tercero, en que la protagonista toma conciencia de las consecuencias de sus actos al conocer a la esposa y madre engañada (Thurman). Si bien, el tono surrealista de este segmento podría parecer extremadamente artificioso a parte del público.
A Von Trier le pierde sobre todo su afán de escandalizar, con ensoñaciones incestuosas y fragmentos pornográficos muy explícitos que pretenden ser “novedosos”, incluso involucrando a personajes menores de edad que pueden herir hasta a sensibilidades que están de vuelta de todo. También sobra su peligrosa tendencia a volverse discursivo, como cuando se compara el apetito sexual de la protagonista con la música polifónica, una metáfora válida que da juego estéticamente, pero estropeada porque tanto Gainsbourg como Skarsgård parecen a punto de dar una conferencia. Hasta se explica didácticamente, por si alguien la desconoce, en qué consiste la sucesión de Fibonacci. (Decine 21 / Almudí JD) LEER MÁS