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Más allá de las colinas

Más allá de las colinas

Dupa dealuri
Contenidos: Imágenes (algunas V, X), Ideas (lesbianismo, visión distorsionada de la religión F+)

Reseña:

Dirección: Cristian Mungiu. Países: Rumanía, Francia y Bélgica. Año: 2012. Duración: 150 min. Género: Drama. Interpretación: Cosmina Stratan (Voichiţa), Cristina Flutur (Alina), Valeriu Andriuta (sacerdote), Dana Tapalaga (madre superiora), Catalina Harabagiu (hermana Antonia), Gina Tandura (hermana Iustina), Vica Agache (hermana Elisabeta), Nora Covali (hermana Pahomia). Guion: Cristian Mungiu; inspirado en la novela de Tatiana Niculescu Bran. Producción: Cristian Mungiu. Fotografía: Oleg Mutu. Montaje: Mircea Olteanu. Dirección artística: Calin Papura y Mihaela Poenaru. Vestuario: Dana Paparuz. Distribuidora: Alta Classics. Estreno en Rumanía: 26 Octubre 2012. Estreno en España: 25 Diciembre 2012.

Amores humanos y divinos

   Rumanía. A las afueras de una pequeña ciudad, en lo alto de una loma, se encuentra un convento ortodoxo en el que viven varias monjas. El lugar es regentado por el sacerdote, que ejerce como cabeza en todas las decisiones de la comunidad. Una de las monjas es Voichita, joven dulce, de gran corazón y fe profunda. La estabilidad del convento se va a tambalear cuando aparezca allí Alina, antigua compañera de Voichita en el orfanato donde se educaron. Alina ama a Voichita con ardor, de modo lésbico. Voichita le explica que ella ha cambiado y que ahora su corazón pertenece por entero a Dios, pero Alina no entiende de tales razones. Quiere que el amor entre las dos sea como antes. Tampoco tiene fe como para ser monja, pero a la vez se siente incapaz de abandonar a su amada.

   El rumano Cristian Mungiu llamó la atención con la durísima película 4 meses, 3 semanas, 2 días, galardonada con la Palma de Oro en Cannes en 2007. Mungiu trataba de modo descarnado la realidad del aborto, al tiempo que dejaba ver las dificultades sociales en la Rumanía poscomunista. Cinco años después entrega Más allá de las colinas, que resulta ser un film muy amargo, en donde Mungiu vuelve a mostrar unas situaciones vitales tremendas y donde se deja llevar definitivamente por un sentimiento fatalista de la existencia. La vida, viene a decir el director en el clarividente último plano, es pura suciedad, porquería que nos envuelve sin remisión.

   Más allá de las colinas mantiene las constantes del cine de Mungiu: metraje muy extenso, puesta en escena muy realista, economía de medios y de personajes, y, sobre todo, un tema enormemente peliagudo. Al margen del apuntado lesbianismo de las protagonistas, tratado con claridad pero con sutileza, la visión de la vida religiosa es en este film tremendamente opresiva. En el convento ortodoxo se vive con una estrechez y pobreza extremas, las monjas trabajan y trabajan, sirven comida a los pobres, rezan… Hasta aquí todo es normal, pero hay algo descorazonador, turbio, en la sumisión exacerbada hacia el cura del convento. Tal aspecto se encuadra dentro de un sentimiento de inferioridad y de culpa generalizado, una visión que en el fondo no deja espacio para la paz. Ayuda a esa visión reduccionista el retrato cultural y social miserable, anclado en épocas pretéritas.

   Tal es la triste visión que tiene Mungiu de una comunidad religiosa. Por otra parte, y yendo ya al fondo de la cuestión, aquí la fe parece ser sinónimo de un fervor poco razonable, un modo de existencia que ahoga el sentido de la realidad. Que la joven Alina, rebelde en su amor obsesivo por Voichita (buen trabajo de Cosmina Stratan), acabe por ser la víctima con quien el espectador sufre y se identifica, habla a las claras de las intenciones del director. Y es que Más allá de las colinas sitúa a la religión en las antípodas del sentido común, una especie de alienación que anula la inteligencia y se aprovecha de la gente más humilde, con menos formación. Esta visión parcial del mundo religioso es tan absoluta en el film, tan parca en matices, que el resultado no puede dejar de ser profundamente deprimente.(Decine21 / Almudí JD) LEER MÁS

   Por un lado, la película muestra una incómoda realidad: muchos de los escándalos que saltan a la prensa, y que son tratados con sensacionalismo y falta de rigor —sobre todo si tienen que ver con la Iglesia—, esconden a menudo unos hechos que poco tienen que ver con la noticia que airean los medios. Muchas veces buena voluntad y sana intención se alían con la mala fortuna para terminar en un fatal e injusto desenlace. Es el caso de la comunidad monacal de esta película, cuya recta intención no les va a privar del horror de unas consecuencias no previstas ni tenidas en consideración. Esto ya fue tratado de forma muy hollywoodiense en “La duda” (John Patrick Shanley, 2009). En el ámbito profano, algo similar se analiza en “Expiación” (Joe Wright, 2010): las apariencias en ocasiones engañan, y de ellas se infieren cosas que poco tienen que ver con la realidad, a menudo difícil de explicar.

   Pero con quien realmente emparenta este filme es con “El exorcismo de Emily Rose”, de Scott Derrickson (2005). No sólo por ciertas similitudes argumentales, sino por la contraposición que propone entre dos mundos: el religioso, pintado de cierto medievalismo premoderno, y el materialista que sólo hace cuentas con lo que se observa y se puede probar; dos mundos que conviven sin tocarse ni comprenderse. Cristian Mungiu no toma partido, y presenta los dos mundos con ambigua equidistancia. Ciertamente, la realidad religiosa que presenta le resulta un tanto distante al católico, tanto por la liturgia y espiritualidad ortodoxas como por su insistencia moralista en el pecado. También podemos comparar la deshumanización de un Estado individualista y cínico, con las motivaciones morales y caritativas de nuestros protagonistas.(La Cope J. O.)