Dirección: Paz Encina
Intérpretes: Ramon Del Rio, Georgina Genes.
Guión: Paz Encina
Música: Óscar Cardozo Ocampo
Fotografía: Willi Behnisch
Distribuye en Cine: Wanda
Duración: 78 min.
Género: Drama
Máximo se fue a la guerra
Un matrimonio anciano, indios o mestizos, que hablan guaraní. Viven en medio de un bosque. Y comparten una velada tras otra, los ratos de trabajo en el campo, y los momentos de descanso en la hamaca a que alude el título del film. Es otoño, y los cielos cubiertos y los truenos auguran una lluvia que no caba de llegar.
Sus conversaciones casi se dirían no expresadas verbalmente: pues una voz en off de ambos domina el relato, y parece tan estrecha la conexión de almas entre Ramón y Cándida, que no resulta descabello aventurar una lectura de pensamientos, el uno de la otra y viceversa. Y ahora lo que les ocupa es la espera de la lluvia, y el regreso del joven Máximo, que se fue a la guerra, reclamado por el ejército.
El cine paraguayo no se prodiga demasiado. De ahí el mérito de Paz Encina en poner patas a un film difícil que, permitásenos un chiste fácil, invita a sestear; tan parsimoniosa es su cadencia narrativa, donde apenas hay dos puntos de vista de cámara, la hamaca tendida entre dos árboles enmarcada con más o menos campo, y el cielo, todo ello con sus distintas tonalidades luminosas.
Y sin embargo, la directora logra introducirnos en una forma de vida sencilla, también con la ayuda de Ramón del Río y Georgina Genes, que, en contra de lo que pudiera pensarse en lo que parece casi un falso documental, son actores profesionales.
Paz Encina (Asunción, 1971) debuta con un largometraje rodado en guaraní, la lengua indígena que hablaban los nativos del país sudamericano antes de la llegada de los conquistadores españoles, y que aún habla el 60 % de los paraguayos. La cinta, presente en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes de 2006 se llevó el premio de la Fipresci. Hacía 40 años que no se rodaba en 35 mm en Paraguay.
Encina es de esa escuela de realizadores que intentan transmitir mucho con muy poco, y lo deja muy claro en su primer filme. La hamaca paraguaya es una película minimalista hasta el extremo, tanto en su puesta en escena como en su realización, con muchos interesantes aspectos formales a destacar, que sin embargo no puede calificarse de redonda por estar consagrada en demasía a su faceta experimental.
Entre sus mayores virtudes se encuentran la sabiduría y la originalidad de la directora en el manejo del tiempo cinematográfico y la habilidad para capturar la identidad de un pueblo casi desconocido en poquísimos planos. En el deber apuntamos la falta de profundidad, sobre todo en los momentos en los que el relato alcanza un punto más dramático, que demandan menos esteticismo y más sensibilidad. Cinéfilos (decine21 / Filasiete / Almudí)