II Guerra Mundial. El teniente Hart (Collin Farrell), estudiante de Derecho en la vida civil, es hecho prisionero por los nazis. No es un héroe, y lo sabe; pero le cuesta reconocerlo, y esto molesta al coronel William A. McNamara (Bruce Willis), cuyas raíces castrenses se remontan cuatro generaciones. No lo quiere en su barracón del campo de prisioneros, y lo manda con los suboficiales. Allí -giro dramático de doble vuelta y algo forzado- acaban también dos oficiales negros. En un ambiente racista, se fuerza la muerte violenta de uno de ellos. La atmósfera se carga hasta el asesinato de un suboficial blanco. El negro superviviente es el principal sospechoso, y tras lograr -graciosa concesión de los nazis- la posibilidad de formar un consejo de guerra, Hart se encarga de su defensa. Película entretenida, que acapara la atención. Buenas interpretaciones. Muestra hombres que combaten por su país, que no son de una pieza, pero que son capaces de sacrificarse y pensar en los otros. Los nazis son unos malvados como mandan los cánones; pero el coronel también muestra su humanidad al aflorar sentimientos paternales en su endurecido corazón. Buena crítica al racismo y un par de espectaculares escenas de acción.