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Dirección: Thomas Vinterberg. País: Dinamarca. Año: 2012. Duración: 111 min. Género: Drama. Interpretación: Mads Mikkelsen (Lucas), Thomas Bo Larsen (Theo), Annika Wedderkopp (Klara), Lasse Fogelstrøm (Marcus), Susse Wold (Grethe), Alexandra Rapaport (Nadja). Guion: Tobias Lindholm y Thomas Vinterberg. Producción: Morten Kaufmann y Sisse Graum Jørgensen. Música: Nikolaj Egelund. Fotografía: Charlotte Bruus Christensen. Montaje: Janus Billeskov Jansen y Anne Østerud. Diseño de producción: Torben Stig Nielsen. Vestuario: Mannon Rasmussen. Distribuidora: Golem. Estreno en Dinamarca: 10 Enero 2013. Estreno en España: 19 Abril 2013.
Reseña:
Calumnia que algo queda
Vinterberg plantea en este inteligente drama psicológico cómo se fragua una mentira y cómo la recta y sana sociedad danesa está preparada para creerla y linchar a un hombre inocente. Una denuncia de abusos de menores pone al descubierto las contradicciones de una sociedad hipersexualizada que quita la inocencia a los niños y a la vez los sobreprotege.
Nacido en Copenhage en 1969, Thomas Vinterberg dirigió dos cortos, un mediometraje, una tv-movie y un largometraje antes de triunfar internacionalmente en 1998 como director de “Celebración”, la primera película del ultranaturalista Movimiento Dogma 95, que inició con su amigo Lars Von Trier. Después, Vinterberg ha mantenido un buen nivel en películas como “Querida Wendy”, “Cuando un hombre vuelve a casa” o “Submarino”. Ahora, acierta de nuevo con “La caza”, angustioso thriller psicológico sobre las consecuencias de una calumnia en torno a la pedofilia. La película le valió a Mads Mikkelsen el Premio al mejor actor en Cannes 2012, y al propio Vinterberg y a su colaborador habitual Tobias Lindholm el Premio al mejor guion 2012 de la Academia del Cine Europeo.
Ya en la cuarentena, Lucas (Mads Mikkelsen) vive solo en una pequeña localidad danesa. Tras un divorcio difícil, tiene un nuevo trabajo como carismático profesor en un parvulario, donde los niños le adoran. Además, allí ha conocido a Nadja (Alexandra Rapaport), con la que ha comenzado a salir. Se dispone así a reconstruir la relación con Marcus (Lasse Fogelstrøm), su hijo adolescente. Pero un día, poco antes de Navidad, Klara (Annika Wedderkopp), una niña de la guardería, hija de Theo (Thomas Bo Larsen), el mejor amigo de Lucas, hace un comentario obsceno y dice una mentira —quizás de modo inocente, quizás por despecho—, que lleva a pensar a la directora del centro, Grethe (Susse Wold), que Lucas ha abusado sexualmente de ella. La mujer aplica el protocolo, hace caso a la niña sin demasiadas indagaciones, desoye las razones del alucinado Lucas, y denuncia los hechos a la policía y a los padres. Enseguida, toda la pequeña comunidad se vuelve agresivamente contra Lucas, poniendo en peligro su integridad física y dejándolo en un penoso estado de abandono e indefensión. Sólo su amigo Bruun (Lars Ranthe) sigue confiando en él incondicionalmente.
Como siempre, cabe reprochar a Vinterberg un tratamiento demasiado explícito del sexo y la violencia, así como una cierta tendencia a tensar las situaciones dramáticas hasta el mismo límite de lo verosímil. Sin embargo, logra controlar los momentos críticos gracias a una poderosa puesta en escena y, sobre todo, a una rigurosísima dirección de actores, que arranca unas interpretaciones antológicas a Mads Mikkelsen y a la niña Annika Wedderkopp, absolutamente apabullante en su inocente naturalidad. Esta vez, Vinterberg abre un cierto portillo a la esperanza, casi capriano, a través de los oxigenantes personajes de Bruun y su familia. Sin embargo, el cineasta danés nunca pierde su realista e implacable mirada sobre la capacidad de maldad del ser humano, incluso desde su más tierna infancia. Una mirada que aquí le lleva a denunciar la falta de solidez moral de tantas personas, incluso con firmes convicciones religiosas, y su consecuente falta de prudencia y caridad cristiana, hasta el punto de iniciar una injusta caza de brujas. Además, subraya con vigor las funestas consecuencias de la brutal hipersexualización de las sociedades occidentales, sobre todo entre los niños, cada vez más expuestos a perversiones de todo tipo —también desde los medios de comunicación—, que ni entienden ni controlan. Una patología que además enturbia y enrarece las relaciones más básicas, como las de amistad o las de un profesor con sus alumnos. Temas, por cierto, que ya afrontó con acierto “Profesor Lazhar”, la notable película del canadiense Philippe Falardeau.
Queda así otra gran película post-Dogma 95, rotunda en su factura y en sus planteamientos de fondo, también en los más evidentes, como ése que reza su publicidad: “Una mentira puede destruir a un inocente”. Un tema eterno, universal y desgraciadamente actual ese de la difamación o maledicencia, que otros expresan con la fórmula clásica: “Calumnia, que algo queda”.(Cope J. J. M.)