Contenidos: Imágenes (60:05-61:20 X), Diálogos (20:10-20:48, 65:13-67:28 D), Ideas (subjetivismo religioso, sentimentalismo, obsesiones eróticas F)
Ampliar cartel Dirección y guión: Lone Scherfig.
País: Dinamarca.
Año: 2000.
Duración: 108 min.
Interpretación: Anders W. Berthelsen (Andreas), Ann Eleonora Jørgensen (Karen), Anette Støvelbæk (Olympia), Peter Gantzler (Jørgen Mortensen), Lars Kaalund (Hal-Finn), Sara Indrio Jensen (Giulia), Elsebeth Steentoft (Kirketjener), Rikke Wölck (Sygeplejerske), Karen-Lise Mynster (Kirsten).
Producción: Ib Tardini.
Fotografía: Jørgen Johansson.
Montaje: Gerd Tjur.
Reseña:
. El guión relata los dramas entrecruzados de tres hombres y tres mujeres que pasean su soledad y su perplejidad por el mismo barrio de una ciudad danesa. Ellas son: una peluquera que cuida de su madre alcohólica, una torpe dependienta que soporta a su inaguantable padre y una vitalista y religiosa camarera italiana. Y ellos: un tímido pastor luterano cuya esposa ha muerto hace poco, un encantador conserje de hotel y un rudo amigo de éste, ex jugador de fútbol en la Juventus y ahora camarero al borde del despido. A través de unas clases de italiano que comparten, irrumpirá en sus vidas el amor en todas sus manifestaciones.
Así, como resume la directora, “sus vidas pasan de ser un valle de lágrimas a ser un valle tolerable porque tienen a alguien en quien apoyarse”. Los actores realizan unas interpretaciones portentosas en su naturalidad y cercanía. A través de ellas, de un guión chispeante y de una directa puesta en escena realista la directora edifica un bello y divertido monumento a la dignidad humana y a la capacidad transformadora del amor y la solidaridad. No oculta el individualismo dominante, ni sus trágicas secuelas de soledad, incomunicación, escapismos autodestructivos, sexo compulsivo, eutanasia, desesperación... Incluso, un par de veces retrata estas secuelas con excesiva crudeza. Pero no se queda ahí, sino que muestra a cambio el poder redentor de tres actos asequibles a todos: asumir el sentido del dolor y la muerte, reconocer las propias culpas y abrirse a los demás, incluido a Dios, al que varios personajes invocan con fe y sencillez.
Ciertamente, no todas las actitudes finales de los personajes son intachables. En algunos perviven cierto subjetivismo religioso, cierta ingenuidad sentimentaloide o cierta obsesión sexual casi enfermiza. Sin embargo, la directora no iguala éticamente estas actitudes; más bien les aplica la misma mirada compresiva con que ha logrado crear unos personajes tan entrañables. De modo que en los personajes se atisba una jerarquía de nobleza y hondura en la asunción de la caridad como principal eje vital (Decine21 / Almudí JD) LEER MÁS