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- Dirección: Nuri Bilge Ceylan
- Intérpretes: Dogu Demirkol, Murat Cemcir, Bennu Yildirimlar , Hazar Ergüçlü, Serkan Keskin, Ahmet Rifat Sungar, Tamer Levent, Öner Erkan, Akin Aksu, Kadir Çermik
- Guión: Nuri Bilge Ceylan, Ebru Ceylan, Akin Aksu
- Fotografía: Gökhan Tiryaki
- Distribuye en cine: Golem
Reseña:
Sinan es un apasionado de la lectura, y siempre ha deseado ser escritor. De regreso al pueblo donde nació, hace un esfuerzo enorme para reunir dinero suficiente y publicar la novela que ha escrito, pero las deudas de su padre le atraparán.
La película, en el fondo, nos describe un viaje, el de Sinan, hacia la madurez. Desde la petulancia de la juventud insolente y desencantada, muy segura de sus paticortos planteamientos vitales, que se cree mejor equipada para afrontar la vida frente a los mayores, a los que juzga con inusitada dureza, toca caerse del guindo, o del peral, para aprender de las otras personas y su personal experiencia, y no echar las culpas al destino o las circunstancias.
Otra obra maestra del cineasta turco Nuri Bilge Ceylan, que coescribe de nuevo el guion con su esposa, Ebru Ceylan, y a ellos se suma por primera vez Akin Aksu, también actor, que asume uno de los roles secundarios, el del imam Veysel.
Permanecen sus señas de identidad, o sea, una capacidad maravillosa para indagar en la naturaleza humana, dibujando a sus personajes con múltiples matices, las actitudes, gestos y palabras son muy creíbles; un “tempo” deliberadamente lento, no hay prisas, y si hacen falta más de tres horas de metraje para contar la historia, no se vacila un instante en dedicarle ese tiempo; y unas imágenes y sonidos maravillosos, del paisaje rural austero, ya sea del campo puro y duro, con la tierra, los árboles, los animales, con sol, con lluvia, con nieve, con viento, o del pueblo, sus viviendas, sus locales.
El aliento poético que recorre el film deja al espectador... sin aliento. Nuri Bilge Ceylan sabe contagiar la atmósfera triste ante la mezquindad del ser humano suavemente, nunca impone nada, y además siempre aletea, también con discreción, la esperanza, hay posibilidad de cambiar, las personas nunca dejan de sorprendernos. Una prueba de ese no imponerse es la puntual presencia de la música de Bach, que se escucha en unos pocos y atinados momentos.
Todo son piezas que ayudan a construir con enorme solidez la relación de Sinan con su madre –fantástico el momento en que le entrega su novela– y, sobre todo, con su padre, con reproches y desprecios, se hace patente la ingratitud y la indelicadeza, el escaso esfuerzo por cultivar el cariño, porque se cree que la otra parte no lo merece; hasta llegar al magnífico clímax. En tal sentido son muy importantes los actores. (Almudí JD). Decine21: AQUÍ