Algún diálogo soez. Mayores. El mismo amor, la misma lluvia fue originalmente un guión concebido para el episodio piloto de una serie de televisión. Allá por 1983, Campanella y Castets volteaban la idea de una historia de amor que transcurriera durante varios años y que tuviera como telón de fondo los cambios históricos que vivió Argentina hasta la vuelta de la democracia. Jorge, que escribe cuentos románticos para una revista de actualidad, conoce casualmente a Laura, una soñadora camarera que espera el regreso de un novio pintor que está en Uruguay montando una exposición. A lo largo de casi dos décadas, descubriremos las alegrías, las ilusiones, las desilusiones y la esperanza de estos dos personajes y su entorno, narrados con humor, emoción, ironía y una pizca de sarcasmo. La introducción informativa parece necesaria para valorar los muchos activos y algún pasivo de esta notable película. Campanella es un buen contador de historias y sabe elegir y dirigir a los actores, entre los que brilla Soledad Villamil, que realiza un trabajo soberbio, de inusitada frescura y musicalidad. La historia, con un logrado punto poético, tiene intensidad y conmueve. Hay magia en varios momentos, un puñado de diálogos magníficos (la conversación a la salida del cine, la charla de las camareras, el coloquio que sigue a la proyección del corto) e interesantes sondeos sobre las enfermedades del amor al contacto con el egoísmo alérgico al compromiso (el amor libre que subyace es una de las principales carencias éticas). Por el contrario, se da excesivo espacio a esa verbosidad porteña capaz de enervar al santo Job, más si cabe si la captación del sonido es defectuosa (lo es en varias secuencias). Por más que abunden en el patio cinematográfico, la inclusión de las tres escenas de cama es torpe y poco inteligente, no añade absolutamente nada, rompe el tono de la película, pone a los actores en evidencia e insulta la inteligencia del espectador que sabe de la existencia de la elipsis. Escenas sensuales y sexuales a suprimir: 30´, 34', 50' y 76'. Menos efectista que El hijo de la novia, El mismo amor, la misma lluvia es una hermosa manera de construir cine. Cine sensible, emocionante, seductor y... barato. (Aceprensa).