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Reseña:
En 1934 Diego Padilla gana el campeonato de España de ajedrez y conoce a una periodista francesa, Marianne Latour, de la cual se enamora. Marianne convence a Diego para que junto con la hija de ambos se vayan a vivir a Francia, donde poco tiempo después Diego será acusado de espía por los nazis y encerrado en una prisión de las SS. En la prisión, Diego intentará sobrevivir en un entorno hostil gracias a la afición al ajedrez del coronel Maier, el oficial al mando, un hombre hierático, hedonista e imprevisible.
Llama la atención en primerísimo lugar el notable esfuerzo de producción del film, sobre todo en su lograda ambientación de época, con esos planos iniciales de la Gran Vía madrileña o las escenas en los parques parisinos. Sirve esa atmósfera para meter adecuadamente al espectador en las vicisitudes del protagonista, un joven campeón de ajedrez al que el destino –ideas y personas, en definitiva– le irá haciendo la vida cada vez más complicada.
Lo mejor de El jugador de ajedrez es precisamente el dibujo verosímil que el director Luis Oliveros hace del protagonista, un tipo corriente, honrado, católico, que no se siente alineado ni entre fascistas ni entre comunistas y que lucha únicamente por sacar adelante a su familia, por ser buen padre, buen esposo.
Esta historia romántica de trasfondo político nos habla de la devastación humana que conlleva siempre la guerra. Lo más mezquino del ser humano se da de bruces con lo más noble. Y de esto trata una película que es un auténtico milagro de producción: con muy poco dinero, el productor, un profesor de instituto madrileño, nos ha ofrecido una película de época digna como pocas y con un esmero artístico de primera línea.(Almudí JD). Decine21: AQUÍ