Contenidos: Imágenes (algunas X), Ideas (materialismo hedonista F)
Dirección: Baz Luhrmann. Países: Australia y USA. Año: 2013. Duración: 143 min. Género: Drama, romance. Interpretación: Leonardo DiCaprio (Jay Gatsby), Tobey Maguire (Nick Carraway), Carey Mulligan (Daisy Buchanan), Joel Edgerton (Tom Buchanan), Isla Fisher (Myrtle Wilson), Jason Clarke (George Wilson), Elizabeth Debicki (Jordan Baker). Guion: Baz Luhrmann y Craig Pearce; basado en la novela homónima de F. Scott Fitzgerald. Producción: Baz Luhrmann, Catherine Martin, Douglas Wick, Lucy Fisher y Catherine Knapman. Música: Craig Armstrong. Fotografía: Simon Duggan. Montaje: Jason Ballantine, Matt Villa y Jonathan Redmond. Diseño de producción: Catherine Martin. Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España. Estreno en USA: 10 Mayo 2013. Estreno en España: 17 Mayo 2013.
Reseña:
Nacido en 1962, el cineasta australiano Baz Luhrmann había dirigido hasta el momento cuatro largometrajes: “El amor está en el aire” (1992), “Romeo y Julieta, de William Shakespeare” (1996), “Moulin Rouge” (2001) y “Australia” (2008). Y cada uno de ellos le ha ido consolidando como uno de los cineastas actuales más originales y discutidos, sobre todo por la ampulosidad visual y musical con que afronta argumentos clásicos y universales. Ahora refuerza su fama, para bien y para mal, con “El gran Gatsby”, su personalísima versión fílmica de la famosa novela que Francis Scott Fitzgerald escribió en 1925. Una obra mayor ya llevada al cine en otras cuatro ocasiones: en 1926, por Herbert Brenon —en una película muda de la que no se conserva ninguna copia íntegra—; en 1949, por Elliott Nugent, con Alan Ladd como protagonista; en 1974, por Jack Clayton, con guión de Francis Ford Coppola y con Robert Redford y Mia Farrow al frente del reparto; y en 2001, por Robert Markowitz, en una tvmovie con Toby Stephens y Mira Sorvino.
El narrador de la historia es un aspirante a escritor, Nick Carraway (Tobey Maguire), que recuerda su propia vida desde el solitario sanatorio en el que intenta desintoxicarse de su alcoholismo. Nick dejó el Medio Oeste y llegó a Nueva York en la primavera de 1922, con la gran ciudad dominada por el relajamiento moral, al auge del jazz, el contrabando y las fortunas rápidas en la Bolsa. Ansioso de disfrutar su propio sueño americano, Nick se hace amigo de su vecino, Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio), un joven y misterioso millonario, que organiza fiestas apabullantes y descontroladas con un único afán: que en una de ellas aparezca Daisy (Carey Mulligan), la bella prima de Nick, que vive angustiada al otro lado de la bahía con Tom Buchanan (Joel Edgerton), su mujeriego marido de sangre azul. Así, Nick se ve inmerso en el mundo cautivador y peligroso de los multimillonarios, plagado de trampas, mentiras y soledades.
Como en todas sus películas, Luhrmann arriesga en la resolución visual y musical de esta trama extremadamente melodramática, y opta por un despliegue casi operístico en 3D estereoscópico, con impresionantes recreaciones digitales de Nueva York y fiestas con miles de extras, en las que su taquicárdica cámara vuela desde los apabullantes planos generales a los planos de detalle, punteada por un montaje superfragmentado e ilustrada por una banda sonora totalmente anacrónica, que intenta reflejar la revolución que en esa época supuso el jazz fusionándolo con todos los géneros actuales, incluidos el rock, el tecno y el hip-hop. Los más puristas pondrán el grito en el cielo con esta opción; pero lo cierto es que le funciona muy bien en cuanto a agilidad narrativa e intensidad dramática, sobre todo porque siempre logra mantener en primer término las tragedias reales y palpables de los personajes, todos ellos muy bien interpretados por el reparto, en el que sobresalen unos inspiradísimos Leonardo DiCaprio y Tobey Maguire. Elogio especial merece la dirección artística y el vestuario, ambos a cargo de Catherine Martin, la esposa de Baz Luhrmann.
En realidad, ese extremado barroquismo formal de Luhrmann —que a veces puede cansar o distraer demasiado— no está tan lejos del empleado por Billy Wilder en “El crepúsculo de los dioses”, por Orson Welles en “Ciudadano Kane” o por Fellini o Visconti en cualquiera de sus películas. El caso es que esté al servicio de unos personajes con conflictos auténticos, que conmuevan al espectador. Y eso lo logra Luhrmann reflejando con hondura y honestidad la codicia, la decadencia moral y el desarraigo de los patéticos personajes creados por F. Scott Fitzgerald —todos ellos, dominados en mayor o menor medida por un materialismo hedonista muy actual—, y potenciando hasta el paroxismo la casi heroica opción de Gatsby por el amor auténtico. “Gatsby —ha señalado Luhrmann— es una persona que venía de la nada y se inventó a sí mismo. Podría haber hecho eso y haber llegado a ser tan increíblemente rico por razones equivocadas. Pero la verdad es que lo hizo por un motivo noble: lo hizo por amor. Y eso lo convierte en un héroe. O, si se quiere, en el más romántico de los antihéroes... Un antihéroe obsesionado, que no deja que nadie reescriba el guión que ha escrito sobre su vida. Y eso hace que el libro sea una gran historia de amor, un romance trágico”. Y, eso, en efecto, es la película del cineasta australiano: un doloroso romance, que refuerza su carácter trágico con una fastuosa recreación de los oropeles y fuegos de artificio que llenan las vidas de sus personajes y de tantos seres humanos actuales que, como Gatsby, viven nostálgicos de un tiempo pasado más humano y ansiosos por encontrar una luz verde, un amor verdadero, que les ilumine su penoso camino.(Cope J. J. M.)