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Director: Ron Howard. Guión: Akiva Goldsman, basado en la novela de Dan Brown. Intérpretes: Tom Hanks, Audrey Tautou, Ian McKellen, Alfred Molina, Jürgen Prochnow, Paul Bettany, Jean Reno. 149 min.
Las críticas demoledoras que está recibiendo esta película tras su presentación en Cannes confirman lo que ya habían señalado numerosos críticos y lectores inteligentes respecto al cacareado "best seller" de Dan Brown. Primero: que es un producto comercial de ínfima calidad. Segundo: que está plagado de falsedades históricas. Y tercero: que resultan ofensivas y cargantes su demencial desacralización de Jesucristo, su mitificación de María Magdalena y su satanización de la Iglesia católica.
En concreto, la novela y la película siguen los pasos del ingenuo simbólogo estadounidense Robert Langdon y la modosita criptógrafa de la policía parisina Sophie Neveu. Tras el misterioso asesinato del conservador del Museo del Louvre –abuelo de la chica–, Robert y Sophie emprenden una huida en busca de respuestas. Se las dará el "experto" historiador inglés Sir Leigh Teabing, que les "ilustra" sobre el culto ancestral a la deidad femenina, el matrimonio entre Jesucristo y María Magdalena –ambos de sangre real– y el destructivo afán de la Iglesia católica para ocultar ese hecho, deformar la identidad de la pareja y perseguir a sus descencientes, protegidos a lo largo de los siglos por el Priorato de Sión, heroico guardián de la "verdadera" identidad del Santo Grial. Unos celosos policías franceses y un masoquista monje asesino del Opus Dei acosarán a este trío de modernos "paladines de la libertad".
Ciertamente, Ron Howard ("Willow", "Una mente maravillosa", "Cinderella Man") dosifica mejor la intriga que Dan Brown, y logra que resulten espectaculares las escasas secuencias de acción y los fugaces "flash-back" pseudohistóricos. Por su parte, el resto del excelente equipo técnico cumple con creces, especialmente Hans Zimmer, cuya sinfónica banda sonora sostiene la narración hasta en los momentos más grotescos, como las sangrientas flagelaciones del nudista monje Silas. El gravísimo problema es que los personajes nunca superan su condición de títeres sin alma, movidos de aquí para allá por los rígidos hilos ideológicos de Dan Brown en la novela, respetados y hasta fortalecidos en la película por el guionista Akiva Goldsman
Este renqueante, discursivo y tedioso motor de la acción usa como combustible un corrosivo prejuicio anticristiano, unas gotas de eclecticismo, neopaganismo y gnosticismo New Age –aunque estas doctrinas les quedan grandes tanto al libro como a la película–, un chorrito de feminismo radical –un tanto hipócrita, pues el peso de la acción lo llevan los varones, y la heroína es una pasmada de tomo y lomo– y, sobre todo, un potente lingotazo de ignorancia sobre historia, religión, política y, lo que es peor, la propia naturaleza humana. (Aceprensa / Almudí)