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El castillo ambulante

El castillo ambulante

  • Público apropiado: Jóvenes
  • Valoración moral: Adecuada
  • Año: 2006
  • Dirección: Hayao Miyazak
EL CASTILLO AMBULANTE (Hauru no ugoku shiro) País: Japón Dirección: Hayao Miyazaki Guión: Hayao Miyazaki, basado en una novela de Diana Wynne Jones Fotografía: Okui Atsushi Montaje: Takeshi Seyama Música: Joe Hisaishi Dirección Artística: Yôji Takeshige, Noboru Yoshida Personajes: Sophie, Howl, La Bruja de las landas, Calcifer Distribuidora: Aurum Archer's Goon es una novela de Diana Wynne Jones, la escritora británica de 72 años, afamada autora de populares sagas de literatura infantil y juvenil, alumna en Oxford de dos profesores de literatura que pueden resultar familiares a mis lectores: J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis. El último filme de Miyazaki adapta esta novela y vuelve a situar la acción en parajes europeos imaginarios, alejándose de los paisajes puramente japoneses de La princesa Mononoke o El viaje de Chihiro. Desaparece también el marcado acento sintoísta para dar paso a una obra libre de connotaciones localistas. Se mantiene el aprecio del realizador por el tema inspirador de la transmutación como germen de la aventura y de la relevancia de la identidad personal. La metamorfosis de la apocada Sofi en una venerable anciana permitirá un recorrido por un mundo de falsas apariencias, en cuyo centro mismo se encuentra el misterioso y ecléctico mago Howl, dueño del castillo ambulante que da título al largometraje. Si para el espectador occidental la ausencia de las referencias netamente japonesas podría suponer una ventaja para un acercamiento más profundo al ideario creativo de Miyazaki, la disolución de las fronteras espaciales y temporales dificulta una narración lineal y guiada. Las diferentes localizaciones a las que se accede por la puerta del castillo son verdaderamente maravillosas, pero hay que apuntar que desde el punto de vista narrativo dan lugar a una serie de tramas secundarias que, aunque en un principio son independientes, van enlazándose y tomando forma a medida que los velos de las falsas apariencias caen y las dobles personalidades de la pareja protagonista se funden progresivamente. No se quiere decir con esto que el hilo de la narración se torne incomprensible o inconcluso, sino que no se presenta tan cerrado, delineado y acabado como en otras obras anteriores del espectador, y muy especialmente en El viaje de Chihiro. Lo uno y lo múltiple En lo que sí se muestra superior a sus predecesoras es en el apartado artístico y técnico. Miyazaki destaca nuevamente en el diseño y creación de personajes - Calcifer, el pequeño demonio de fuego, que aportan por un lado el elemento netamente fantástico y son promotores del desenfado y la sonrisa, y corrobora la excelente calidad de la animación a la que el estudio Ghibli nos tiene acostumbrados. La fluidez del movimiento, la viveza del cromatismo y la planificación astuta y poderosa nos dejan momentos tan trepidantes como las batallas aéreas, o tan plásticamente perfectos como la inmersión de Sofi en el pasado de su amado. En consonancia con el resto de su obra, el director de Porco rosso vuelve a contar con la colaboración del reputado compositor Joe Hisaishi, aunque con una innovación importante: la estructuración de toda la banda sonora en torno a la repetición de un tema que volverá a sonar cíclicamente para recordar la unidad subyacente en la diversidad, según palabras del propio realizador. Es en esa línea entre el uno y lo múltiple, entre la guerra y la paz, entre la incomprensión y la aceptación que el filme de Miyazaki muestra con su carga emotiva y su fortaleza, donde el director vuelve a desdeñar los estereotipos para mostrarnos a unos personajes puramente humanos que se debaten entre el bien y el mal, entre el anhelo y el deber, sin que ello suponga que se les convierta en héroes intachables o villanos. El castillo ambulante queda lejos de ser la obra maestra que fue su predecesora, y deja un sabor agridulce por el apresuramiento y la torpeza de la resolución de la aventura. Pero no por ello pierde frescura o interés. Cuando las luces se apagan y los fotogramas empiezan a proyectarse uno detrás de otro, el espectador sólo tiene que aguardar el momento en el que Howl toma la cintura de Sofi y la invita a un particular paseo aéreo. Miyazaki tiende la mano al espectador y le lleva a un multiverso lleno de criaturas nacidas para la acción y la aventura. (Filasiete / Almudí)