Diálogos soeces. Mayores. Leelee Sobieski da vida a Jennifer, una rebelde adolescente californiana de 17 años, hija de padres divorciados, que vive con su cursi madre y su apático padrastro. Hastiada del mundo que le rodea, Jennifer se hace llamar J., viste de riguroso negro, llena su cuerpo de tatuajes y piercings, y disimula su dolor y su soledad adoptando una infantil actitud antisocial y autodestructiva. De hecho, solo se sincera con su abuela muerta, a la que se imagina y con la que habla frecuentemente. La vida de J. da un giro cuando conoce a Randall, aburrido cincuentón dueño de una tienda de ropa que, sorprendentemente, confía en ella y le ofrece trabajo. Madura educada por Randall, abandonando sus complejos y comportamientos extraños. La creciente amistad que surge entre ambos les ayuda a afrontar sus respectivos traumas, pero les conduce también hacia una situación peligrosa.
Se trata de una historia bien contada, con argumento interesante y con sentido del humor. La actriz principal despliega todo un repertorio de matices interpretativos y despliega un descarnado pero interesante viaje desde la desesperación hasta el cariño familiar, la amistad y el trabajo. Se descubren muchos valores positivos para la educación de los adolescentes. Hay una escena de contenido inmoral, aunque sin sexo explícito: al principio de conocerse, J invita a Randall a la discoteca que ella suele frecuentar –un verdadero antro, lleno de jóvenes con piercings diversos- y allí, cuando Randall va al baño, ella se imagina a su amigo en actitudes provocativas. Si se omite esta escena, no se pierde ningún contenido importante. Durante la primera media hora de película son frecuentes las expresiones soeces y zafias. Puede molestar a algunas personas y desaconsejable para los jóvenes.