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Directora: Liz Friedlander. Guión: Dianne Houston. Intérpretes: Antonio Banderas, Rob Brown, Yaya DaCosta, Dante Basco, John Ortiz, Laura Benanti, Marcus T. Paulk, Jenna Dewan. 108 min.
La vida del profesor de baile de salón Pierre Dulaine es la excusa para crear una nueva historia sobre adolescentes conflictivos de los barrios bajos norteamericanos. Supuestamente basada en un hecho real -argucia discutible puesto que el verdadero Dulaine daba clase a niños de la escuela elemental-, la película retoma el espíritu del exitoso film Mentes peligrosas (1995), de John N. Smith, aunque más dulcificadamente.
El objetivo del maestro, encarnado por Antonio Banderas, será dar a los jóvenes una oportunidad que nadie les brinda, al tiempo que les infundirá respeto, modales y esperanza. Aunque también con muchos problemas en su planteamiento, la película de Smith se mostraba más coherente con la crudeza del mundo que representaba, mientras que Déjate llevar deja muchas tramas inconclusas y bastantes incongruencias dramáticas dentro del contexto en el que se mueven los personajes -véase la decisión final de Rock y sus consecuencias-. El guión, escrito por Dianne Houston (City of angels, 1998), es sumamente previsible, facilón y algo estereotipado.
El punto fuerte de Déjate llevar lo constituye, sin duda alguna, la potencia de su banda sonora y la fuerza de sus coreografías -especialmente destacable en los dos tangos que se ejecutan en la película-. Con mezcla de ritmos clásicos y contemporáneos, reflejados desde el arranque con las remezclas de la versión clásica de I got rhythm -que cantara Gene Kelly en Un americano en París-, alternada con aires de hip-hop, la directora de vídeoclips Liz Friedlander se mueve a medio camino entre lo que enseña el maestro y las transgresiones e innovaciones de las nuevas generaciones. Con un montaje ágil y dinámico, que no puede negar su vinculación al vídeoclip y a sus técnicas, Friedlander muestra una cámara discreta y simple a lo largo del metraje y descarga toda la fuerza expresiva de la edición y del lenguaje en las excelentes coreografías de JoAnn Jansen.
El problema es que la fuerza y atractivo de la banda sonora y la seducción del disfrute visual del baile bien ejecutado no son capaces de dar consistencia a una producción interesada en atraer a los cines a un target concreto, desdeñando la posibilidad de construir una historia un poco más original y atrayente de la que nos viene ofreciendo la industria norteamericana en los últimos años. (Filasiete /Almudí)
. Valorar una escena de baile (36.50-37). La película no tendría más inconvenientes si no fuera por su tono bajo en algunas conversaciones. (Almudí AP-JP)