Dirección: Adam Brooks
Intérpretes: Ryan Reynolds, Abigail Breslin, Isla Fisher, Derek Luke, Elizabeth Banks, Rachel Weisz, Kevin Kline.
Guión: Adam Brooks
Música: Clint Mansell
Fotografía: Florian Ballhaus
Distribuye en Cine: Universal
Duración: 112 min.
Género: Comedia, Romántico
Cómo conocí a tu madre
El guión tiene un punto de originalidad: Will Hayes, padre de familia a punto de divorciarse, acude al colegio a recoger a su hija Maya, de diez años. Ésta -desesperada ante la desestructuración familiar- se siente intrigada por cómo se conocieron y se enamoraron sus padres. Aunque Will se muestra en un principio reacio a explicarle los detalles, finalmente acepta hacerlo.
Pero propone a su hija una especie de juego. Le contará con pelos y señales sus devaneos con tres mujeres variopintas cuando se mudó a Nueva York para trabajar en la campaña electoral del aspirante a presidente Bill Clinton. Will cambia los nombres de las chicas, y Maya tendrá que adivinar cuál de las tres se corresponde con su madre.
El planteamiento, que ofrece una dosis de suspense a una architípica comedia romántica, tenía posibilidades. Pero el británico Adam Brooks, artífice de algunos episodios de Mr. Bean, no logra evitar que el espectador tenga una sensación de 'déjà-vu', como si ya hubiera visto antes cada uno de los tres romances. Quizás porque el realizador intenta que no parezca muy evidente con cuál de las tres candidatas se va a quedar al final el protagonista, lo cierto es que la impresión es que el personaje de Ryan Reynolds no tiene química con ninguna de ellas.
El desenlace es decepcionante, y pasa de puntillas por el asunto que parece más interesante: las consecuencias de la ruptura matrimonial. Tampoco aprovecha que la acción se desarrolla en el mundillo de la política, lo que podía haber dado cierto juego, si se le hubiera sacado punta a algunas situaciones. Hasta la aparición 'sorpresa' del propio Clinton -en realidad se trata de un doble-, carece de la gracia deseada. Tampoco le hace ningún favor a la cinta el toque grosero que supone poner a la niña Abigail Breslin a hablar de sexo, porque ha recibido clases de educación sexual en la escuela.
Por la frecuencia de diálogos inconvenientes y la frivolidad con la que se trata el amor y el matrimonio estamos ante una comedia anodina, sin gracia y desaconsejable.(Decine21 / Almudí JPG-JD).