Dirección: Miguel Ángel Jiménez. Países: España, Georgia y Rusia. Año: 2012. Duración: 100 min. Género: Drama. Interpretación: Salome Demuria (Ahysa), Giorgi Gabunia (Asylbek). Guion: Luis Moya y Miguel Ángel Jiménez. Producción ejecutiva: Koldo Zuazúa y Luis de Oza. Música: Pascal Gaigne. Fotografía: Gorka Gómez Andreu. Montaje: Imanol Gómez de Segura. Vestuario: Nikoloz Gurapashvili y Teo Berianidze. Estreno en España: 24 Mayo 2013.
Reseña:
Tras realizar el cortometraje “Las huellas” —coproducido por Aki Kaurismäki—, el madrileño Miguel Ángel Jiménez dirigió en Argentina el documental “Días de El Abanico” y rodó en Georgia “Ori”, su primer largometraje de ficción. Ahora, ha filmado allí y en Kazajistán “Chaika”, un áspero melodrama galardonado en diversos festivales internacionales.
El joven Tursyn (Bolatbek Raimkulov) regresa al hogar familiar, en el polvoriento desierto de Tyuratam, Kazajistán, próximo al mítico Cosmódromo de Baikonur. Allí se reencuentra con lo que queda de su familia: su abuelo Dilnara (Maka Shalikashvili) —un viejo nómada a punto de morir— y su padre Asylbek (Giorgi Gabunia), que trabaja en unas cercanas vías férreas. Afloran así los vagos recuerdos que Tursyn tiene de su madre, una bella mujer kazaja, llamada Chaika (Salome Demuria) en honor de Valentina Tereshkova, la primera mujer que viajó al espacio. Chaika conoció a Asylbek en el Mar de Japón, en un mugriento barco mercante en el que ella ejercía la prostitución y él era marinero. Tras quedarse embarazada, Asylbek la acogió y marchó con ella a casa de su madre Aliya (Ciala Gurgenidze), en las recónditas y gélidas montañas de Seit, en Siberia. Allí, Asylbek intentó ganarse el corazón de Chaika y del pequeño Tursyn (Aytuar Issayev), al tiempo que mantenía a raya a sus propios hermanos, Hojanias (Bachi Lezhava) y Ganibet (Salome Mikhelashvili).
Al igual que en “Ori”, Jiménez ofrece en “Chaika” una sólida dirección de actores y, sobre todo, despliega una poderosa planificación, en la que exprime el valor simbólico de los bellos y apabullantes parajes naturales donde ha rodado. Sin embargo, ese vigor formal no se corresponde con la fragilidad del guion —a cargo de Luis Moya y el propio Jiménez—, innecesariamente largo, bastante confuso en sus radicales elipsis y en sus constantes idas y venidas en el tiempo, y demasiado extremado en su tono melodramático. Además, este último exceso se traduce en un tratamiento del sexo tan sórdido que acaba resultando irritante. (Cope J. J. M.)