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Azul y no tan rosa

Azul y no tan rosa

Azul y no tan rosa

Contenidos: Imágenes (algunas  V, varias X), Ideas (Exaltación acrítica, entusiasta y sin fisuras de la ideología de género, equiparación de las uniones homosexuales a los matrimonios, idealización de la homosexualidad, erotismo, caricatura de la moral católica  F+)

Dirección: Miguel Ferrari. Países: Venezuela y España.Año: 2012. Duración: 110 min. Género: DramacomediaInterpretación: Guillermo García (Diego), Ignacio Montes (Armando), Hilda Abrahamz (Delirio), Carolina Torres (Perla), Alexander Da Silva (Racso), Sócrates Serrano (Fabrizio), Elba Escobar (Rocío).Producción: Rodolfo Cova y Miguel Ferrari. Música: Sergio de la Puente. Fotografía:Alexandra Henao. Montaje: Miguel Ángel García. Diseño de producción: Marcelo Pont-Vergés. Vestuario: Patricia Busquets. Estreno en España: 25 Abril 2014.

Reseña:

   Diego (Guillermo García) es un prestigioso fotógrafo de Caracas, homosexual, que decide formalizar su dilatada relación con Fabrizio (Sócrates Serrano), un cariñoso ginecólogo que le ha pedido que conviva con él. En ésas, Diego se ve obligado a hacerse cargo de su hijo Armando (Ignacio Montes), un adolescente de 16 años, heterosexual, que vive en España con su madre y al que no ha visto desde hace años. 

   El chico llega con una maleta cargada de reproches, de modo que a Diego no le resulta fácil restablecer la relación afectiva con él. La situación adquiere tintes trágicos cuando un grupo de radicales homófobos propinan una brutal paliza a Fabrizio, que queda en coma.

   Premio Goya 2013 a la mejor película iberoamericana, “Azul y no tan rosa” supone el debut como director del actor venezolano Miguel Ferrari, que muestra una sugerente personalidad visual, a ratos con ecos del estilo de Pedro Almodóvar. Gracias a ella y a la solvencia de una parte del reparto, logra algunas secuencias de gran intensidad dramática, sobre todo en la subtrama sobre la relación de Diego con su hijo, sin duda la más interesante de la película, y en la que se lucen Guillermo García y el joven Ignacio Montes, todo un descubrimiento. 

   Sin embargo, el conjunto sufre diversos lastres muy pesados. Por un lado, algunas interpretaciones son demasiado histriónicas o decididamente malas, sobre todo en sus certeras pero toscas críticas a la telebasura, que fracturan además el tono trágico del filme. Por otro lado, Ferrari asume demasiado las convenciones habituales de los culebrones televisivos venezolanos, de modo que extrema algunas situaciones melodramáticas hasta lo poco verosímil, subraya demasiado lo obvio y cae a veces en una sensiblería excesiva.

   Pero, sobre todo, la película pierde muchos enteros por el tono discursivo y hasta panfletario de su guion, que desarrolla una exaltación acrítica, entusiasta y sin fisuras de la ideología de género. Esto se concreta en un desagradable exhibicionismo sexual, un cierto sexismo al retratar diversos arquetipos masculinos y femeninos, la inclusión un tanto forzada de una subtrama de violencia doméstica, una visión parcial y reduccionista de la moral católica —representada por un sacerdote muy caricaturizado—, una defensa demagógica de la equiparación de las uniones homosexuales con los matrimonios y una cierta idealización del protagonista, su novio y sus amigos gays. 

   Esta última idealización se extiende al retrato que ofrece el filme de Venezuela en general, exento de cualquier conflictividad política y social, salvo en lo referente a la violencia homófona, criticada por algunos por considerar que no se corresponde con la realidad venezolana.(Cope  J. J. M.)