Contenidos: Imágenes (algunas V, X), Diálogos (algunos D)
Reseña:
Año de producción: 2011
País: Alemania, EE.UU.
Dirección: Roland Emmerich
Intérpretes: Rhys Ifans, Vanessa Redgrave, Joely Richardson, David Thewlis, Derek Jacobi, Sebastian Armesto, Rafe Spall, Edward Hogg, Xavier Samuel, Sam Reid, Jamie Campbell Bower
Guión: John Orloff
Música: Harald Kloser
Fotografía: Anna Foerster
Distribuye en Cine: Sony
Duración: 130 min.
Género: Drama
Autor, autor
Gran espectáculo visual que se pierde en su tono siniestro.
Ambientada en el nido de serpientes político de la Inglaterra isabelina, “Anonymous” especula sobre el tema que ha intrigado a académicos y mentes brillantes como Mark Twain, Charles Dickens y Sigmund Freud: ¿quién escribió en realidad el corpus literario atribuido a William Shakespeare? Lo han debatido los expertos, se han escrito libros, estudiosos han dedicado sus vidas a proteger o desacreditar las teorías de la autoría de las obras más famosas de la literatura inglesa. “Anonymous” propone una posible respuesta, remontándose para ello a un momento en el que escandalosas intrigas políticas, romances ilícitos de la Corte Real y estratagemas de nobles ansiosos por poder se esclarecían en el lugar más insospechado: el teatro londinense.
El conde de Oxford está triste. En primer lugar, porque siendo un escritor de talento, no puede hacer público su don, pues se supone que componer poemas y obras de teatro es oficio propio de plebeyos. Motivo por el cual se busca un hombre de paja para que firme sus obras, que debía ser Ben Jonson, pero que acaba siendo el tosco actor, que no sabe escribir la "o" con un canuto, William Shakespeare. Por si éste fuera poco pesar, Oxford se encuentra atrapado en un matrimonio sin amor con una mujer que le emparenta con la todopoderosa familia Cecil, consejeros de la reina Isabel I, de quien realmente nuestro caballero está enamorado.
Seguramente el principal problema, que Emmerich no sabe solventar, es que en realidad está contando dos historias que no tienen mucho que ver entre sí, son como el aceite y el agua: por un lado está el talento literario oculto del conde de Oxford, atribuido a un patán, con los celos entre unos y otros autores; y por otro las intrigas palaciegas y el drama familiar y afectivo del protagonista. Aunque se intenta relacionarlas lo cierto es que cada una va un poco por su lado, torpemente. Si en Amadeus Mozart tenía rasgos que lo hacían insoportable, aquí se cargan más las tintas: Shakespeare es un tipo mediocre, a lo que suma su condición de ambicioso, mujeriego, asesino y traidor, y su nula capacidad de escribir; por si fuera poco, a la reina Isabel, al menos en los pasajes en que presenta una edad avanzada, se la pinta como una ridícula vieja chocha con algún escaso momento de lucidez. Tal acumulación de trazos grotescos no hacen ningún favor al film, que está exigiendo al espectador una suspensión de la incredulidad, una complicidad a la que resulta difícil responder afirmativamente.
De modo que todo se queda en un intento fallido de Emmerich. Un competente reparto no tiene mucho que hacer por los trazos demasiado simplones de sus personajes. Pero en fin, siempre queda el empaque de la época, algunos fragmentos de la obra de Shakespeare, y sobre todo los impactantes prólogo y epílogo pronunciados por un contemporáneo Derek Jacobi. La filosofía de la historia que propone Emmerich al final es pesimista, quizá cínica y algo maquiavélica. El resultado es brillante, excesivo en su metraje, que cuenta con varios finales, y sin duda revela que Emmerich, además de dirigir blockbusters catastrofistas, es capaz de llevar a buen puerto producciones más “cultas” para otro tipo de público menos juvenil.(Decine21 / Almudí JD/ JMO). LEER MÁS