Jóvenes y mayores.Amelie es una chica común, traumatizada por algunos hechos de su infancia pero salvada por su imaginación y sus sueños. Es una burbuja feliz en la que ahora vive esta camarera de un bar de Montmartre que -como por casualidad, con ocasión de la muerte de Lady Di- se plantea encontrar su lugar en el mundo; en realidad durante toda la película no saldrá de un mundo fabricado según su imaginación, con situaciones cómicas, agradables e insólitas. Su vida será un buscar hacer felices a los demás, ayudarles a superar sus traumas, a resolver sus problemas, de manera anónima, silenciosa, como si fuese su hada buena. La alcohólica portera de su edificio que sufre desde hace décadas del mal de amor al ser abandonada por su marido, una estanquera hipocondríaca, un cliente celoso y patológico, un vecino anciano que pinta todos los años el mismo cuadro de Renoir, un joven tendero retrasado y acomplejado por su patrón: todos ellos sentirán la ayuda de esa mano invisible. Como en todo cuento de hadas, también aquí tenemos nuestro príncipe azul, Nino, que trabaja en un "túnel del terror" y en un sex-shop; como los demás, él será "salvado" de su obsesión por recoger las fotos desechadas que haya en los fotomatones y reconocer a un hombre que aparece con frecuencia. La galería de personajes que se nos presentan es ciertamente curiosa por lo extravagante y el carácter patológico. Más bien parece que eran los tipos que mejor permitían desarrollar una trama insólita, con tanta dosis de poesía y de encanto como de inocencia y falsedad; no interesan los tipos ordinarios y normales, sino los marginales y extraños. La puesta en escena es pictórica, al mostrarnos un mundo colorista salido del cómic, emparentado con el estilo naïf y con el surrealismo –son varias las escenas en que los sueños de la protagonista la hacen ser el centro de una posible Historia-, y enlazando con el realismo poético francés. Jeunet -el director- ha optado por mostrarnos con simplicidad un mundo imaginativo, colorista, placentero, en el que nos podamos zambullir y entretener durante dos horas, tratando con ligereza los distintos conflictos dramáticos y cediendo a cierto permisivismo sexual, que propicia algún detalle soez. La narración es ágil y desenfadada, trepidante por momentos y con calmosa contemplación. El uso de la cámara con sus ritmos cambiantes y sus travelling acelerados, con sus localizaciones exageradas, el detallismo en los personajes y en los decorados, y la fotografía teñida de sepia -agresiva y provocadora- pueden dejarnos perplejos o insatisfechos, pero son elementos del lenguaje cinematográfico que Jeunet utiliza para introducirnos en el fantasioso universo de Amelie. La película resulta agradable y entretenida. Hay cuatro escenas sexuales -tres de ellas breves- (minuto de proyección 6',8',70',115'), una escena sensual (105') y un fotograma sexual en la presentación, que se deben cortar. A pesar de ser varias son aisladas y no se rompe el hilo de la proyección: la película pudo haberse rodado sin ellas.