Guión: Pablo Solarz. Intérpretes: Javier Lombardo, Antonio Benedictis, Javiera Bravo, Aníbal Maldonado. 94 min. DF. Jóvenes. En plena crisis económica y social, Argentina está generando, con sorprendente constancia, películas interesantes y de notable proyección internacional. Esta vez es el turno de Historias mínimas, tercer largometraje de Carlos Sorin, prestigioso director publicitario que debutó en 1986 con La película del rey —León de Plata en Venecia y Goya a la mejor película extranjera— y tres años más tarde dirigió Eternas sonrisas en Nueva Jersey. Historias mínimas fue galardonada en el Festival de San Sebastián 2002 con el Premio Especial del Jurado y una Mención Especial del Jurado de la Organización Católica Mundial de la Comunicación (Signis). El guión hilvana tres historias sencillas que se desarrollan en torno a un pueblo en mitad de la Patagonia argentina. Un anciano deja a su hijo y viaja decenas de kilómetros en busca de su perro. Una pobre madre soltera marcha a una ciudad cercana para recoger un premio que le ha tocado en un cutre concurso televisivo. Y un vendedor ambulante prepara con ilusión un nuevo encuentro con una bella mujer, supuestamente viuda. Sin duda, lo mejor de la película es la fresca autenticidad de los sentimientos que transmiten los personajes, todos menos dos interpretados por “no actores”, como los define Sorin. El despliegue de sus ilusiones y decepciones, en mitad de la gélida estepa de la Patagonia, provoca unas cuantas escenas muy emotivas, que profundizan en la solidaridad y el amor como remedios infalibles contra la soledad. Esta riqueza de fondo compensa algún detalle soez y la carencia de medios que a menudo padece la puesta en escena. Película muy buena para cinéfilos (público minoritario). No tiene inconvenientes éticos. (Aceprensa-Almudí-JV y CR).