Las reflexiones más íntimas del primer Papa santo del siglo XXI salen a la luz por primera vez
Estaban destinados a ser quemados, pero el arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, se negó a cumplir la voluntad de Juan Pablo II, tras su muerte en abril de 2005. Se trata de dos cuadernos personales que Karol Wojtyla escribió entre 1962 y 2003 a lo largo de los distintos ejercicios espirituales que realizó junto a los miembros del episcopado polaco y posteriormente −tras su elección como Papa en 1978− con los colaboradores de la Curia vaticana.
Aquellos apuntes inéditos, en los que Wojtyla reflexiona acerca del grado en que su persona refleja a Cristo, pero también su visión sobre cuestiones más prácticas, como los retos de la Iglesia o cómo debe desarrollarse el ministerio sacerdotal, se han convertido ahora en un libro, Estoy en tus manos. Su contenido es un material valioso sobre todo para los teólogos y estudiosos de la figura de Juan Pablo II, pero también para todos aquellos que quieran conocer mejor al primer Papa santo del siglo XXI.
«No quemé los apuntes de Juan Pablo II, pues son la clave para comprender su espiritualidad, aquello que es más interior en el hombre: su relación con Dios, con los demás y consigo mismo. Nos revelan cómo era el otro lado de aquella persona que conocimos como obispo en Cracovia y en Roma», señala Dziwisz en el prólogo de este libro, que llegará a España el próximo 15 de abril y del cual adelantamos aquí algunos párrafos.
Menos notoriedad, más humildad
El 20 de agosto de 1963, en un retiro en la abadía benedictina de Tyniec, el monasterio más antiguo de Polonia, el entonces arzobispo de Cracovia reflexiona sobre la figura del pastor. «Apunto brevemente: la autoridad y la vocación del obispo exigen de un lado magnanimidad y audacia; de otro lado, servicio a todos, amor universal, y en particular amor a los sacerdotes. En lo referente a estos puntos: objeciones. Desear el episcopado, pero no puede ser para sí. Muchas cosas deben aún "ser quemadas" y madurar. La providencia es dulce».
En el mismo retiro, pero dos días después, el 22 de agosto, apunta: «El obispo tiene una particular responsabilidad por la Iglesia, y esta responsabilidad forma parte de su justificación y de su justicia respecto al Altísimo y Único Pastor de las almas. Hacen falta magnanimidad y humildad al mismo tiempo, fortaleza sobrenatural al fin y al cabo, y no solo un “instinto de notoriedad”».
Faltan unidad y apertura al mundo
En esta primera agenda que va desde 1962 a 1984, Karol Wojtyla incluye esta anotación sobre las dificultades a las que se enfrenta el sacerdocio.
Durante el retiro espiritual que realiza junto al episcopado polaco en el santuario de Jasna Góra (en Czestochowa, sur de Polonia) entre el 1 y el 4 de septiembre escribe: «Problema de la vacuidad en el fundamento de las defecciones de sacerdotes. El obispo sabe qué amenaza a los sacerdotes hoy (neomodernismo, Bultmann, Küng), materialismo práctico, pesimismo (“la vida temporal no es el valor más alto”, en palabras del padre Kolbe). Falta oración, pasión por el studium; el obispo sabe que a los sacerdotes les hace falta unidad, amor mutuo, apertura al mundo. (La Iglesia siempre debe reformarse)».
Unidos para desintoxicar el ambiente
Entre el 5 y el 9 de julio, el entonces cardenal Wojtyla escribe una larga reflexión sobre el pecado y el escándalo durante unos ejercicios en el santuario de Kalwaria Zebrzydowska, a apenas 15 km. de Wadowice, su ciudad natal. «El mundo de hoy está lleno de escándalos varios. El escándalo se ha convertido en cierto modo en un programa de vida social.
Al mismo tiempo se despoja a ese escándalo de su fundamental sentido moral: no se llama mal al mal. Y así el mal consigue triunfos aún mayores. Son absolutamente necesarias en el mundo moderno comunidades de cristianos −hijos de Dios− unidas por la verdad y el amor para “desintoxicar el ambiente”. (Esta idea me vino también con motivo del encuentro con el Movimiento Oasis). Y aparte de esto es tarea del obispo-pastor crear comunidades así, dar vida a las ya existentes. Oponerse al mal, quitarle en la medida de las posibilidades su dimensión social».
Lo asocia a dos hechos dolorosos previos
En esta anotación en la que no se precisa el día, Juan Pablo II vincula su elección como Papa con dos situaciones de dolor. «El 13 de octubre de 1978 mi querido amigo el obispo Andrzej Deskur sufrió inesperadamente un ictus que le causó una parálisis parcial. A pesar del tratamiento en el Policlínico Gemelli, y más tarde en Suiza, la parálisis no retrocedió. El 14 de octubre visité a Andrzej en el hospital, yendo hacia el cónclave que debía elegir un sucesor tras la muerte de Juan Pablo I (26 de agosto-28 de septiembre de 1978). No me es difícil relacionar el hecho de que el 16 de octubre fui elegido para ser ese sucesor con el acontecimiento que precedió tres días a esa elección.
El sacrificio de Andrzej, mi hermano en el episcopado, me parece como una preparación para este hecho. Todo quedó inscrito por medio de ese sufrimiento suyo en el misterio de la Cruz y de la Redención realizado por Cristo. Encuentro una cierta analogía en un acontecimiento de hace once años, cuando estaba en Roma durante el consistorio en el que fui llamado al colegio cardenalicio y mi amigo Marian Jaworski perdió un brazo en un accidente de tren. Andrzej, que llevaba trabajando desde los años cincuenta en la Comisión de Medios de Comunicación (últimamente como presidente de esta), me introdujo en muchas cuestiones de importancia en la Santa Sede. Su última palabra en esta iniciación mía ha sido su cruz. Debitor factus sum... [me he convertido en deudor...]».
A favor de los valores y la dignidad
Durante los ejercicios espirituales predicados por el arzobispo estadounidense James Hickey, a finales del mes de febrero de 1988, el Papa escribe al reflexionar sobre la fe de María: «¿No experimentó María bajo la cruz aquella “noche” de la que escribe San Juan de la Cruz, “la noche oscura de la fe”, frente a las “tinieblas de la incredulidad”? (...) ¿Cuáles son las “tinieblas” de la Humanidad de hoy? El escepticismo cognitivo, en lo referido a la verdad, al tiempo que el empacho de “éxito tecnológico” sin importar la dignidad del hombre ni los verdaderos valores.
La Iglesia aprecia el verdadero progreso tecnológico, pero ante todo se guía por la afirmación de los valores y la dignidad del hombre. Trata de estar cerca de todos, en particular de la juventud».
Laura Daniele
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