Es progresivamente claro que al mercado puro y duro, a eso que se ha dado en llamar capitalismo salvaje, le falta algo y le sobra bastante
Es progresivamente claro que al mercado puro y duro, a eso que se ha dado en llamar capitalismo salvaje, le falta algo y le sobra bastante
Hace unos días, las tertulias deportivas se animaban con la sanción a Cristiano Ronaldo. Comprendo que se hable de esos asuntos de muy amplio interés. Entre temas como el citado y la economía se llenan las páginas de los diarios, las pantallas de los televisores y las ondas de la radio, amén del mundo digital. De un modo u otro, todo es mercado, se venden hombres, noticias, hambre, banalidades... El mundo es un gran mercado, lo hemos querido así.
He comenzado por el futbolista de renombre, no para culparlo de nada, sino para llamar la atención sobre esta compraventa constante, sobre la cantidad de recursos utilizados desorbitadamente para pagar a un futbolista, a un banquero, a un directivo de multinacional, al traficante de droga o por la exclusiva a un medio de comunicación. El dinero se mueve al son del mercado, de la oferta y la demanda. Es lo que hemos fabricado. Alguno puede pensar que me he convertido en un estatista. No, pero es progresivamente claro que al mercado puro y duro, a eso que se ha dado en llamar capitalismo salvaje, le falta algo y le sobra bastante. No se tiene por sí mismo.
Es obvio que el problema no lo resuelve el Estado-providencia que suplanta al individuo y a las sociedades menores. Y también es elemental señalar que no poseo la llamada tercera vía, que vendría a ser una fusión con pérdida de algunas libertades por un cierto intervencionismo estatal, y ganancia de otras muchas intervenidas innecesariamente. Ganaría la dignidad personal, el bien común y la capacidad de participación social. El papa Francisco ha escrito: así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad.
Algo hay que hacer por parte de la entera sociedad al ver que, como también ha escrito el pontífice, no es cierto lo que algunos todavía defienden, las teorías del derrame, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando y los ronaldos −sólo es un paradigma− se hacen con el botín. La causa: una profunda crisis antropológica, ¡la negación de la primacía del ser humano!