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El pasado sábado, en la Basílica de San Pedro, se renovó la tradicional cita de Adviento con los alumnos de las Universidades de Roma, a los que se unieron los Rectores y Profesores de los Ateneos romanos e italianos
Dirigiéndose precisamente a los alumnos, el Papa les dijo que son diversos los desafíos que están llamados a afrontar con fortaleza interior y audacia evangélica. A la vez que destacó que el contexto socio-cultural en el que están inseridos, a veces está recargado de mediocridad y aburrimiento. Por esta razón el Obispo de Roma exclamó: «¡No hay que resignarse a la monotonía del vivir cotidiano, sino cultivar proyectos de amplio respiro, ir más allá de lo ordinario: ¡no se dejen robar el entusiasmo juvenil!».
Texto completo de la Homilía del Papa
Se renueva hoy la tradicional cita de Adviento con los alumnos de las Universidades de Roma, a los que se unen los Rectores y Profesores de los Ateneos romanos e italianos. Saludo a todos cordialmente: al Cardenal Vicario, a los Obispos, al Alcalde, a las Autoridades académicas e institucionales, a los Asistentes de las Capellanías y de los Grupos universitarios. Los saludo en especial a ustedes, queridos universitarios y universitarias.
El deseo que San Pablo dirige a los cristianos de Tesalónica, para que Dios los santifique hasta la perfección, demuestra por una parte su preocupación por su santidad y por otra una gran confianza en la intervención del Señor. Esta preocupación del Apóstol vale también para nosotros, cristianos de hoy. La plenitud de la vida cristiana que Dios cumple en los hombres, en efecto, siempre está insidiada por la tentación de ceder al espíritu mundano.
Por ello Dios nos dona su ayuda, mediante la cual podemos preservar los dones del Espíritu Santo, los dones que el Espíritu Santo nos ha dado, la vida nueva que nos da, todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, se conserva irreprensible, integérrimo. Pero ¿por qué Dios, después de darnos sus tesoros espirituales, debe intervenir aún para mantenerlos íntegros? Y esta es una pregunta que debemos plantearnos. Porque somos débiles, lo sabemos, nuestra naturaleza humana es frágil y los dones de Dios se conservan en nosotros como en “recipientes de barro” (cfr. 2 Co 4, 7). Y es así la debilidad.
La intervención de Dios en favor de nuestra perseverancia hasta el final, hasta el encuentro definitivo con Jesús, es expresión de su fidelidad. Es como un diálogo, entre nuestra debilidad y su fidelidad. Él es fuerte en su fidelidad. Y Pablo dirá que él, es fuerte en su debilidad. ¿Por qué?, porque el diálogo con aquella fidelidad de Dios, la fidelidad de Dios nunca decepciona. Él es fiel sobre todo a sí mismo, por lo tanto la obra que ha iniciado en cada uno de nosotros, con su llamada, la conducirá a cumplimiento. Esto nos da seguridad y gran confianza: una confianza que se apoya en Dios y solicita nuestra colaboración activa y valiente, ante los desafíos del momento presente.
Ustedes saben, queridos jóvenes universitarios, que no se puede vivir sin mirar, sin responder a los desafíos. El que no mira los desafíos, el que no responde a los desafíos, no vive. Su voluntad y sus capacidades, unidos al poder del Espíritu Santo que habita en cada uno de ustedes desde el día de su Bautismo, les permiten ser no espectadores, sino protagonistas de los hechos contemporáneos. Por favor no miren la vida desde el balcón. Estén siempre donde están los desafíos. Los desafíos ayudan a llevar adelante la vida, el desarrollo y la lucha en favor de la dignidad de las personas. La lucha por los valores y tantas luchas que tenemos que afrontar cada día
Son diversos los desafíos que ustedes jóvenes universitarios están llamados a afrontar con fortaleza interior y audacia evangélica. Fortaleza y audacia. El contexto socio-cultural en el cual están insertados, a veces está recargado de mediocridad y aburrimiento. ¡No hay que resignarse a la monotonía del vivir cotidiano, sino cultivar proyectos de amplio respiro, ir más allá de lo ordinario: ¡no se dejen robar el entusiasmo juvenil! Sería un error también dejarse aprisionar por el pensamiento débil y uniforme, el que homologa una globalización entendida como homologación. Para superar estos riesgos, el modelo a seguir no es la esfera, el modelo que hay que seguir no es la esfera, en la que se nivela cada relieve y desaparece cada diferencia; el modelo en cambio es el poliedro, que incluye una multiplicidad de elementos y respeta la unidad en la variedad.
Al defender la unidad, defendemos también la diversidad. Por el contrario esa unidad no sería humana, el pensamiento, de hecho, es fecundo cuando es expresión de una mente abierta, que discierne, siempre iluminada por la verdad, por el bien y por la belleza. Si no se dejarán condicionar por la opinión dominante, sino que quedarán fieles a los principios éticos y religiosos cristianos, encontrarán la valentía de ir también contracorriente. En el mundo globalizado, podrán contribuir a salvar la peculiaridad y características propias, pero tratando de no bajar el nivel ético. En efecto, la pluralidad de pensamiento y de individualidad refleja la multiforme sabiduría de Dios cuando se apoya en la verdad con honestidad y rigor intelectual, cuando se acerca a la pluralidad, a la belleza y cada uno pueda ser un don a beneficio de todos.
Que el empeño de caminar en la fe y de comportarse en manera coherente con el Evangelio los acompañe en este tiempo de Adviento, para vivir de modo auténtico la conmemoración de la Navidad del Señor. Les puede ayudar el bello testimonio del beato Pier Giorgio Frassati, que decía, un universitario como ustedes, decía: «Vivir sin fe, sin patrimonio que defender, sin sostener una lucha por la verdad no es vivir, sino ir tirando… Nosotros no debemos nunca tirar sino vivir» (Carta a I. Bonini, 7.II.1925).
¡Gracias, y buen camino hacia Belén!
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