Algunas reflexiones en torno a la función de los medios de comunicación<br /><br />
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Cuando las noticias constituyen casi todas nuestras lecturas, acabamos creyendo que las opiniones son lo mismo que pensamientos y nos desentendemos de someter las ideas contenidas en los medios de comunicación a una verdadera argumentación
Parece que no es tan fácil, a la hora de la información, comunicar la noticia sin tener que recurrir a frases o palabras que ya de entrada le darán al lector un valor negativo. A título de ejemplo, citaría la noticia que dieron en Antena 3 el día 22 de septiembre en el telediario con motivo de la visita de Benedicto XVI a Alemania. En el discurso pronunciado por el Santo Padre en el Bundestag solo se fijó el informador en que había varios escaños vacíos correspondientes a parlamentarios de izquierda, sin destacar para nada el magnífico discurso y los posteriores y largos aplausos que recibió, como tampoco se enfocaron los rostros sonrientes de los asistentes.
Excesiva credulidad
Por poco que reflexionemos nos daremos cuenta de que acechan a los profesionales de la prensa, radio o televisión unos peligros que pueden llegar a desvirtuar la autenticidad de la información. Uno de ellos es la sed de sensacionalismo que invade a muchos lectores y que hace que la ‘noticia’ presentada con este objetivo no sirva a la verdad; se barajan unos datos apartando detalles que darían el valor exacto a la noticia y se añaden otros que adulteran la información real.
No deben olvidar las personas que trabajan en los medios de comunicación que, con bastante frecuencia, sus palabras son tomadas con excesiva credulidad, fruto, en parte, del escaso criterio de valoración que se posee.
Buscar la verdad
Si importante es averiguar la verdad, no menos decisivo para la ética de la comunicación es decirla como se debe, destacando lo importante, lo que más pesa en la balanza de la realidad. Y no al contrario. Se me ocurre un ejemplo: Si se realizase una entrevista a una prestigiosa figura del mundo de las Ciencias, las Artes o cualquier otra disciplina, ¿cómo quedaría que el periodista destacase solo “que tiene el feo vicio de morderse las uñas”?
También es cierto que el mundo de la información es bastante complejo y el profesional puede encontrarse a veces entre querer ofrecer un servicio de comunicación que responda a la verdad y la presión psicológica, política o económica que le lleve a falsear, minimizar o acentuar la visión de conjunto de la información.
En esta tarea exigente y sacrificada es de destacar también el esfuerzo de tantos profesionales que defienden y siguen defendiendo la libertad de información y de expresión.
Muchas noticias, poco pensamiento
Cuando las noticias constituyen casi todas nuestras lecturas, acabamos creyendo que las opiniones son lo mismo que pensamientos y nos desentendemos de someter las ideas contenidas en los medios de comunicación a una verdadera argumentación. Se comprueba que cuando un medio de comunicación se empeña en resaltar, hundir o tergiversar determinado asunto utiliza un tono, un lenguaje, que influyen en el lector si no se está entrenado para discernir lo efímero de lo real.
No me resisto a referir el comentario que el periodista Malcolm Muggeridge, al final de su vida, convertido al catolicismo, reconocía con tristeza: «A menudo he pensado… que si hubiera sido periodista en Tierra Santa, en tiempos de Jesucristo, me habría dedicado a averiguar lo que pasaba en la corte de Herodes, habría intentado que Salomé me concediera la exclusiva de sus memorias, habría descubierto lo que estaba tramando Pilatos… y me habría perdido por completo el acontecimiento más importante de todos los tiempos».