Buenos días y gracias. Temía que no funcionase esto por el retraso, pero se ve que funciona. Muchas gracias y escucho vuestras preguntas.
Constandinos Tzindas, de la televisión chipriota: Santidad, gracias por la oportunidad y por su visita a Chipre y Grecia. Santidad, sus fuertes observaciones sobre el diálogo ecuménico tanto en Chipre como en Grecia han suscitado a nivel internacional expectativas estimulantes. Dicen que pedir perdón es lo más difícil de hacer. Usted lo ha hecho de modo espectacular. Pero, ¿qué es, en la práctica, lo que está programando el Vaticano para unir la cristiandad católica y ortodoxa? ¿Está en programa un Sínodo? Ser sinodales es la sustancia de la cristiandad, que tiene origen en la Trinidad y que resulta en la voz común de la Iglesia en el mundo. Como ahora se ha demostrado, solo una Iglesia unida en un ambiente globalizado y deshumanizado puede de verdad ser eficaz. San Juan Crisóstomo, como dijo Usted, es un ejemplo de la osmosis entre el pensamiento griego y la cristiandad; él afirmó que “en términos humanos la Iglesia es clero y laicos, mientras que para Dios todos somos su rebaño”. Junto al Patriarca ecuménico Bartolomé, hizo Usted un llamamiento a todos los cristianos para celebrar en el 2025 los 17 siglos del primer Sínodo ecuménico de Nicea. ¿Cuáles son los pasos adelante en este proceso? Y por último –perdone esta larga pregunta, pero está en el espíritu de su viaje– una visión se expresó recientemente en la UE: hemos sustituido la felicitación de “feliz Navidad” con “felices vacaciones”. ¿Por qué las personas no se dan cuenta de que la cristiandad no es una ideología sino una experiencia de vida que mira a llevar a los hombres de un tiempo mortal a la eternidad? Por eso, yo existo porque mi compañero también puede existir. Es el nosotros y no el yo. Muchísimas gracias, Santidad.
Sí, gracias. He pedido perdón, pedí perdón ante Ieronymos, mi hermano Ieronymos. Pedí perdón por todas las divisiones que hay entre cristianos, pero sobre todo por las que hemos provocado los católicos. He querido también pedir perdón, mirando la guerra de independencia. Ieronymos me enseñó algo: que una parte de los católicos se unió a los gobiernos europeos para que no se hiciese la independencia griega; en cambio en las islas, los católicos de las islas, apoyaron la independencia, fueron a la guerra, algunos dieron la vida por la patria. Pero el centro –digamos así– en aquel momento se inclinaba por Europa… Y también pedí perdón por el escándalo de la división, al menos por lo que nosotros tengamos de culpa. El espíritu de autosuficiencia. Cerramos la boca cuando sentimos que tenemos que disculparnos, pero siempre me hace bien pensar que Dios nunca se cansa de perdonar, nunca. Somos los que nos cansamos de pedir perdón, y cuando no le pedimos perdón a Dios, difícilmente se lo pediremos a nuestros hermanos. Es más difícil pedir perdón a un hermano que a Dios, porque sabemos que Él dice: “Sí, ve, ve, estás perdonado”. En cambio, con los hermanos hay vergüenza y humillación ... Pero en el mundo de hoy necesitamos la actitud de humillación y de pedir perdón. Tantas cosas están pasando en el mundo, tantas vidas perdidas, tantas guerras… ¿Cómo no pedir perdón? Volviendo a esto, quise pedir perdón por las divisiones, al menos por las que nosotros hemos provocado. Por las otras, son los responsables los que deben hacerlo, pero por las nuestras pido perdón. Y también por aquel episodio de la guerra, donde parte de los católicos apoyó al gobierno europeo, y los de las islas fueron a la guerra para defender… No sé si es suficiente… Y también una última disculpa –esta me salió del corazón–: por el escándalo del drama de los migrantes, por el escándalo de tantas vidas ahogadas en el mar.
Sí, somos un único rebaño, es cierto. Y esa división –clero y laicos– es una división funcional, sí, de calificación, pero hay una unidad, un único rebaño. Y la dinámica entre las diferencias dentro de la Iglesia es la sinodalidad: o sea, escucharse uno al otro, e ir juntos. Syn odòs: caminar juntos. Ese es el sentido de la sinodalidad. Vuestras Iglesias ortodoxas, también las Iglesias católicas orientales, lo han conservado. En cambio la Iglesia latina se había olvidado del Sínodo, y fue San Pablo VI quien reinstauró el camino sinodal, hace 54 o 56 años. Y estamos haciendo un camino para tener la costumbre de la sinodalidad, de caminar juntos.
Usted se refiere al documento de la Unión Europea sobre la Navidad… Eso es un anacronismo. En la historia, tantos, tantas dictaduras, han intentado hacerlo. Piensa en Napoleón. Piensa en la dictadura nazi, en la comunista… Es una moda de una laicidad aguada, agua destilada… Pero eso es algo que no ha funcionado en la historia. Esto me hace pensar en una cosa, hablando de la Unión Europea, que creo sea necesaria: la Unión Europea debe tomar los ideales de los Padres fundadores, que eran ideales de unidad, de grandeza, y estar atenta a no dejar sitio a las colonizaciones ideológicas. Eso podría llegar a dividir los Países y hacer fracasar la Unión Europea. La Unión Europea debe respetar a cada País como está estructurado por dentro, la variedad de los Países, y no querer uniformarlos. Yo creo que no lo hará, no era su intención, pero estar atenta, porque a veces vienen y echan allí proyectos como ese y no saben qué hacer… No, cada País tiene su propia peculiaridad, pero cada País está abierto a los demás. Unión Europea: soberanía suya, soberanía de los hermanos en una unidad que respeta la singularidad de cada País. Y estar atentos a no ser vehículos de colonizaciones ideológicas. Por eso, esa intervención sobre la Navidad es un anacronismo.
Iliana Magra, del diario griego Kathīmerinī: Buenos días, Santo Padre, gracias por su visita a Grecia. Durante su discurso en el Palacio presidencial en Atenas, habló de “retroceso” de la democracia en el mundo, y en particular en Europa. ¿Puede decirnos algo sobre esto, y puede decirnos a qué Países se estaba refiriendo? ¿Y qué diría a los líderes y a los electores de extrema derecha en Europa, que profesan ser cristianos devotos, pero al mismo tiempo promueven valores y políticas no democráticas?
Sí, la democracia es un tesoro, un tesoro de civilización, y debe protegerse, hay que cuidarlo, y no solo cuidarlo de una entidad superior, sino cuidarlo entre los mismos Países: proteger la democracia ajena. Contra la democracia yo veo hoy quizá dos peligros. Uno es el de los populismos, que están aquí y allá, y empiezan a enseñar las uñas. Pienso en un gran populismo del siglo pasado: el nazismo. El nazismo fue un populismo que, defendiendo los valores nacionales –así decía– consiguió aniquilar la vida democrática, es más, matar a la gente, aniquilar, ser una dictadura cruenta. Hoy diré –porqué tú has preguntado por los gobiernos de derecha– que estemos atentos a que los gobiernos –no digo gobiernos de derecha o de izquierda, sino de otra cosa– no resbalen por esa senda de los populismos, de los llamados políticamente “populismos”. Que no tienen nada que ver con los popularismos, que son la expresión de los pueblos, y libera: el pueblo que se deja ver con su propia identidad, con su folclor, sus valores, su arte, y se mantiene. El populismo es una cosa, el popularismo otra. Por otra parte, la democracia se debilita, entra en un camino de lento declino, cuando se sacrifican los valores nacionales, se aguan yendo –digamos una palabra fea, no quiero decirla pero no encuentro otra– hacia un “imperio”, una especie de gobierno supranacional. Y esto es algo que nos debe hacer pensar. Ni caer en los populismos, donde se apela al pueblo, pero no es el pueblo sino la dictadura –piensa en el nazismo–; ni caer en aguar las propias identidades en un gobierno internacional. De esto hay una novela escrita en 1903. Tú dirás que es anticuado este Papa en literatura… Escrito por Benson, un escritor inglés. Este señor Benson escribió una novela que se llama: “The Lord of the Earth” o “The Lord of the World” –tiene los dos títulos–, que sueña el futuro en un gobierno internacional donde, con las medidas económicas, las medidas políticas, gobierna a todos los demás Países. Y cuando se da ese gobierno, ese tipo de gobiernos –explica él– se pierde la libertad y se intenta hacer una igualdad entre todos. Pero esto sucede cuando hay una superpotencia que dicta los comportamientos culturales, económicos y sociales a los otros Países. Debilidad de la democracia, sí, por el peligro de los populismos –que no son el popularismo, eso es bueno–, y el peligro de esas referencias a potencias internacionales: referencias económicas, culturales, lo que sea. No sé, es lo que me viene a la mente, no soy un científico de la política, hablo de lo que me parece.
Manuel Schwartz, de Deutsche Presse-Agentur: Santo Padre, gracias ante todo por dejarnos venir con Usted en este viaje importante. La migración es un tema central no solo en el Mediterráneo, sino también en otras partes de Europa, sobre todo en Europa del Este, en estos días, con tantos alambres de púas, como Usted les llamó, y también con la crisis bielorrusa. ¿Qué espera de los Países de esta zona, por ejemplo de Polonia y también de Rusia, y luego qué espera de otros Países importantes de Europa, por ejemplo Alemania, donde ahora habrá un nuevo gobierno tras la era de Angela Merkel?
Sobre las personas que impiden las migraciones o que cierran las fronteras –ahora está de moda hacer muros, poner alambre de púas, también las concertinas, los españoles saben lo que significa esto: es usual hacer estas cosas para impedir el acceso– lo primero que diría, si tuviese un gobernante delante: “piensa en el tiempo en que tú fuiste migrante y no te dejaban entrar, cuando quisiste escapar de tu tierra, y ahora eres tú quien construye los muros”. Esto hace bien, porque quien construye muros pierde el sentido de la historia, de su propia historia, de cuando era esclavo de otro País. No todos tienen esa experiencia, pero al menos una gran parte de los que construyen muros tienen esa experiencia: de haber sido esclavos. Podrá decirme: “Pero los gobiernos tienen el deber de gobernar y si viene una ola así de migrantes, no se puede gobernar”. Yo diré esto: cada gobierno debe decir claramente: “Yo puedo recibir a tantos”, porque los gobernantes saben cuántos son capaces de recibir: es su derecho, eso es verdad. Pero los migrantes debe ser acogidos, acompañados, promovidos e integrados. Si un gobierno no puede hacer esto, debe entrar en diálogo con los demás y que cuiden a los demás, a cada uno. Y por eso es importante la Unión Europea, porque la Unión Europea es capaz de hacer la armonía entre todos los gobiernos por la distribución de los migrantes. Pero, piensa en Chipre, piensa en Grecia, piensa en Lampedusa, piensa en Sicilia: vienen los migrantes y no hay armonía entre todos los Países de la Unión Europea para mandar a estos aquí, a aquellos allá… Falta esa armonía general.
Y luego, la última palabra que dije es integrados, ¿no? Deben ser acogidos, acompañados, promovidos e integrados. Integrados, ¿por qué? Porque si no integras al migrante, ese migrante tendrá una ciudadanía de gueto. El ejemplo –no sé si lo dije en el avión, una vez– el ejemplo que más me impresiona es la tragedia de Zaventem: los chicos que cometieron el ataque al aeropuerto eran belgas, pero hijos de migrantes de gueto, no integrados. Si no integras a un migrante –con la educación, con el trabajo, con el cuidado del migrante– te arriesgas a tener un guerrillero, uno que te hace esas cosas. No es fácil acoger a los migrantes, no es fácil resolver el problema de los migrantes; pero si no resolvemos el problema de los migrantes, corremos el riesgo de hacer naufragar la civilización hoy, en Europa, por como están las cosas. No solo han naufragado los migrantes en el Mediterráneo, sino nuestra civilización. Por eso hace falta que los representantes de los gobiernos europeos se pongan de acuerdo. Para mí, un modelo –a su tiempo– de integración, de acogida e integración, fue Suecia, que acogió a todos los migrantes latinoamericanos de las dictaduras militares –chilenos, argentinos, uruguayos, brasileños–, los acogió y los integró. Y hoy he estado en una escuela, en Atenas, y miraba y decía al traductor: “Mire, aquí hay –usé una palabra familiar– una “macedonia” de culturas, están todos mezclados”. Y él me respondió: “Este es el futuro de Grecia”. La integración. Crecer en la integración. Es importante.
Y luego quería subrayar otro drama: cuando los migrantes, antes de venir, caen en las manos de los traficantes que les quitan todo el dinero que tienen y los llevan a la patera. Cuando son rechazados, los prenden esos traficantes. En el Dicasterio para los migrantes hay vídeos de lo que sucede en esos puestos donde van los migrantes que son devueltos. Así como no se puede acogerlos y abandonarlos, porque debemos acompañarlos, promoverlos e integrarlos, así si mando atrás a un migrante debo acompañarlo, promoverlo e integrarlo en su País, no dejarlo en la costa líbica. Eso es una crueldad. Si queréis más de esto, pedid al Dicasterio de las migraciones que tiene esas imágenes. Y hay también una filmación –lo conocéis seguro– sobre “Open Arms”, que es un poco romántico pero hace ver la realidad de los que se ahogan. Es una cosa que da dolor, esto. ¡Pero arriesgamos la civilización, arriesgamos la civilización!
Cécile Chambraud, de Le Monde: Santo Padre, hago la pregunta en español por los colegas. El jueves, cuando llegamos a Nicosia, supimos que Usted había aceptado la renuncia del arzobispo de París, Mons. Aupetit. ¿Nos explica porqué, y porqué con tanta prisa? La segunda pregunta: mediante la labor de una comisión independiente sobre los abusos sexuales, la Conferencia episcopal de Francia ha reconocido que la Iglesia tiene una responsabilidad institucional con los sufrimientos de miles de víctimas. Se habla también de una dimensión sistémica de esta violencia. ¿Qué piensa Usted de esta declaración de los obispos franceses? ¿Qué significado puede tener para la Iglesia universal? Y, última pregunta: Usted recibirá a los miembros de esa comisión independiente?
Comienzo por la segunda, luego volvemos a la primera. Cuando se hacen esos estudios, debemos estar atentos a las interpretaciones, que se hagan por sectores de tiempo. Cuando se hace sobre un tempo tan largo, existe el riesgo de confundir el modo de sentir el problema de una época, 70 años antes de la otra. Solo quiero decir esto, como principio. Una situación histórica debe interpretarse con la hermenéutica de la época, no con la nuestra. Por ejemplo, la esclavitud: decimos “es una brutalidad”. Los abusos de hace 100 años o de hace 70 años, decimos “es una brutalidad”. Pero el modo como lo vivían ellos no es el mismo de hoy: había otra hermenéutica. Por ejemplo, en el caso de los abusos en la Iglesia, el tapar, que es el modo que se usa –desgraciadamente– en las familias, también hoy, en la gran cantidad de las familias, en los barrios, intentar tapar, pero ahora decimos: “no, eso no va, debemos destapar”. Y siempre interpretar una ápoca con la hermenéutica de la época y no con la nuestra. Esto es lo primero. Por ejemplo, el estudio de Indianápolis, famoso: ese cayó por falta de una recta interpretación. Eran cosas ciertas, algunas, otras no; se mezclaban las épocas. En ese punto, hacer sectores ayuda.
Sobre el informe: no lo he leído, he escuchado los comentarios de los Obispos franceses. No, no sé cómo responder, de verdad. Ahora vendrán los Obispos franceses, en este mes, y yo les pediré que me expliquen la cosa.
Y la primera pregunta, sobre el caso Aupetit, yo me pregunto: ¿Qué ha hecho Aupetit tan grave para presentar la dimisión? ¿Qué ha hecho? Que alguno me responda… Si no conocemos la acusación, no podemos condenar. ¿Cual es la acusación? ¿Quién lo sabe? ¡Es feo!
Cécile Chambraud: Un problema de gobierno de la diócesis u otra cosa, no lo sabemos.
Antes de responder diré: Investigad. Haced la investigación. Porque está el peligro de decir: “Ha sido condenado”. ¿Pero quién lo ha condenado? “La opinión pública, la murmuración”. ¿Pero qué ha hecho? “Non sabemos. Algo…”. Si sabéis porqué, decidlo. De lo contrario, no puedo responder. Y vosotros no sabréis porqué, porque ha sido una falta de él, una falta contra el sexto mandamiento, pero no total sino de pequeñas caricias y masajes que él hacía: así está la acusación. Eso es pecado, pero no es de los pecados más graves, porque los pecados de la carne no son los más graves. Los pecados más graves son más “angelicales”: la soberbia, el odio… esos son más graves. Así, Aupetit es pecador como lo soy yo. No sé si él se siente así, pero quizá… como fue Pedro, el obispo en el que Cristo fundó la Iglesia. ¿Como es que la comunidad de aquel tiempo aceptó un obispo pecador? Y eso era con pecados muy “angelicales”, como era renegar a Cristo, ¿no? Pero era una Iglesia normal, estaba habituada a sentirse pecadora siempre, todos: era una Iglesia humilde. Se ve que nuestra Iglesia no está habituada a tener un obispo pecador, y fingimos decir “es un santo, mi obispo”. No, eso es Caperucita Roja. Todos somos pecadores. Pero cuando el chismorreo crece y crece y crece y quita la buena fama de una persona, ese hombre no podrá gobernar, porque ha perdido la fama, no por su pecado –que es pecado, como el de Pedro, como el mío, como el tuyo: ¡es pecado!–, sino por la murmuración de las personas responsables de contar las cosas. Un hombre al que han quitado la fama así, públicamente, no puede gobernar. Y eso es una injusticia. Por eso, he aceptado la dimisión de Aupetit no en el altar de la verdad, sino en el altar de la hipocresía. Eso quiero decir. Gracias.
Vera Shcherbakova, de la Agencia Tass: Ah! Bravo! La “sucesora” de Alexei Bulgakov… era bueno… Sí, y me falta mucho; me falta mucho, lo digo siempre. Gracias, Santo Padre, por su actitud con nuestro Bulgakov que es un patrimonio de Rusia y de nuestra agencia. Pero yo quería preguntar lo siguiente: Usted, en este viaje, ha visto a los jefes de las Iglesias ortodoxas, ha dicho palabras bellísimas sobre la comunión y reunificación. Entonces, ¿cuándo será su próximo encuentro con el Patriarca Kirill? ¿Cuáles son los proyectos comunes con la Iglesia rusa? ¿Y qué dificultades, quizá, encuentra Usted en este camino de acercamiento? Gracias.
Gracias. Es una buena pregunta. Está en un horizonte no lejano el encuentro con el Patriarca Kirill. Creo que la próxima semana venga a mí Hilarion para acordar un posible encuentro, porque el Patriarca debe viajar –no sé dónde va… va a Finlandia, pero no estoy seguro. Yo estoy dispuesto siempre, incluso estoy dispuesto a ir a Moscú: para dialogar con un hermano no hay protocolos. Hermano es hermano, antes de todos los protocolos. Y yo con el hermano ortodoxo –ya se llame Kirill, hrysostomos, Ieronymos, es un hermano– somos hermanos y nos decimos las cosas a la cara. No bailamos el minueto, no, nos decimos las cosas a la cara. Pero como hermanos. Es bonito ver pelear a los hermanos: es bellísimo, porque pertenecen a la misma Madre, la Madre Iglesia, pero están un poco divididos, algunos por la herencia, el otro por la historia que les ha dividido… Pero debemos ir juntos e intentar trabajar y caminar en unidad y por la unidad. Yo estoy agradecido a Ieronymos, a Chrysostomos, a todos los Patriarcas que tienen esas ganas de caminar juntos. La unidad… El gran teólogo ortodoxo Zizioulas está estudiando la escatología, y bromeando una vez dije que la unidad la encontraremos en el eschaton, ahí será la unidad. Pero es un modo de decir. Esto no quiere decir que debemos estar quietos esperando que los teólogos se pongan de acuerdo, no. Esa es una frase, un modo de decir, es lo que dicen que dijo Athenágoras a Pablo VI: “Pongamos a todos los teólogos en una isla y nosotros vayamos juntos a otra parte”. Es una broma. Pero los teólogos, que continúen estudiando, porque eso nos viene bien y nos lleva a entender bien y a hallar la unidad. Pero mientras tanto, vayamos adelante juntos. “¿Y cómo?”. Sí, rezando juntos, haciendo la caridad juntos. Por ejemplo, pienso en Suecia, que ha la Caritas luterano-católica, juntos. Trabajar juntos, ¿no? Trabajar juntos y rezar juntos: eso podemos hacerlo nosotros. El resto, que lo hagan los teólogos, que nosotros no entendemos como se hace. Pero hacer esto: la unidad comienza hoy, por esa senda.
Redacción de vaticannews.va/
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