A veces, con nuestros perfiles, hacemos de todo menos compartir, usándolos como accesorios para alimentar vanidad y egocentrismo
Si somos personas muy activas en las redes sociales quizá hemos sentido alguna vez la inquietud que nuestra relación con el instrumento no sea del todo equilibrada.
Quizá nos ha sucedido pasar tiempo con algunos amigos cercanos y hacer fotos más con la idea de publicarlas y enseñarlas a los otros −para obtener aprobación, por envidia o simplemente para estar en el centro de la atención−, que no con el propósito de inmortalizar un bonito momento para conservar y desempolvar en su momento.
Facebook o Instagram −solo por citar algunas redes muy usadas− son instrumentos para compartir. ¿Y qué habría de equivocado en el hacer saber a los amigos cómo se está pasando el tiempo libre y con quién? ¿Por qué debería ser negativo mostrar algunas actividades o lugares que nos son queridos?
El problema está cuando la “inquietud de compartir” llega a niveles patológicos, cuando el estar en Facebook, por ejemplo, se convierte en más importante que estar con quien tenemos al lado o ser visto cuenta más que tener amistades auténticas.
En el artículo Si los instrumentos pensados para comunicar se convierten en obstáculo de la comunicación hemos hablado de un riesgo: que los instrumentos pensados para favorecer el compartir, la amistad, la solidaridad, nos lleven, en cambio, a alejarnos, a mirarnos con desconfianza o a ignorarnos.
Y hay que admitir que a veces, con nuestros perfiles hacemos de todo menos compartir, usándolos como accesorios para alimentar vanidad y egocentrismo.
Un profesor de sociología dijo una vez: “En el pasado, cuando los turistas venían a Roma hacían fotos al Coliseo o a la Fontana di Trevi. Hoy, los monumentos están apenas en el fondo de la escena. Es decir, lo que cuenta es que esté yo en la foto, que podamos decir a nuestro círculo de conocidos, con un simple clic, he estado allí”.
¿Quizá porque queremos suscitar envidia, hacer creer a los otros que somos más afortunados, más guapos, más felices? ¿Quizá queremos satisfacer nuestro ego, nuestra soberbia o simplemente hacer callar la inseguridad o el miedo de ser inferiores a los otros?
Cualquiera que sea nuestra respuesta, si el espíritu de compartir disminuye, entran en juego mecanismos para nada positivos, de los que hemos hablado en el artículo Los 7 pecados capitales de las redes sociales.
Obviamente, el abuso de los selfies es solo la punta del iceberg, el problema, cuando se trata de vicios, se encuentra siempre en el corazón humano. Demonizar la moda del selfie, difundida en particular entre los jóvenes, no es la solución. Lo que debe cambiar es la actitud hacia el instrumento. Debemos por tanto prestar atención a no vivirlo como una “enfermedad”, a no usarlo para aparentar a toda costa.
Cuando nos damos cuenta de que estamos exagerando, cuando advertimos que la galería del teléfono o nuestro perfil están “repletos” de fotos que nos retratan solo a nosotros mismos, quizá es el momento de dejar de posar, para abrirnos a los otros y “volver a mirar al exterior”.
Los narcisistas necesitan exponerse y aparecer porque no están contentos con lo que son. Dar una imagen positiva de sí mismos les ayuda a compensar la frustración que sienten por el hecho de no gustarse. Este mecanismo es generado por un vacío afectivo, por la falta de amor y atenciones.
Si miramos alrededor y, sobre todo, dentro, no será difícil descubrir tendencias narcisistas en muchas personas que conocemos… y en nosotros mismos.
Un análisis exhaustivo del desorden narcisista (véase el narcisismo es un desorden psicológico y no tiene nada que ver con selfies), al margen de las “tendencias” más o menos pronunciadas, revela, sin embargo, que quienes padecen una verdadera patología (tratable, por lo tanto, con una terapia) no son la mayoría de las personas, sino un 6%.
Y las redes sociales, a menudo acusadas de nutrir el narcisismo, ¿qué papel tienen?
El artículo antes mencionado nos ofrece una respuesta inesperada: “La estructura de las redes sociales ahora influye en nuestra vida hasta el punto de alimentar tendencias narcisistas ya existentes −proporcionando lo que se llama ‘suministro narcisista’− pero el narcisismo real es mucho más inquietante que el hacerse algunos selfies”.
Según estos estudiosos, no habría un vínculo estrecho entre redes sociales y narcisismo. Y el narcisismo, entendido como una patología que no puede ser curada por uno mismo, concierne solo a una pequeña parte de la población.
Sin embargo, ¿con qué frecuencia aprovechamos una red social para presumir?
Bueno, las informaciones de este estudio nos hacen deducir que la mayoría de nosotros tenemos un defecto pero que podemos corregir: la vanidad. Con un poco −quizás mucho− empeño, podemos salir de nuestro egocentrismo. ¿Por dónde empezar? Por ejemplo, dejando de considerar las redes sociales escaparates y comenzar a verlas como ventanas hacia el mundo...
Cuando nos acercamos a una red social, el verdadero obstáculo que debe eliminarse es nuestra vanidad. Debemos trabajar para “descentrarnos”, conscientes de que estamos en una plaza y no frente al espejo.
Tanto cuando estamos conectados como cuando estamos desconectados, debemos recordar que estar con los demás, escuchar a los demás, valorarlos, es mucho más hermoso que “usarlos” para autoafirmarnos.
Ver al amigo en Facebook solo como un “distribuidor de me gusta”, que me ayuda a sentirme superior, no tiene nada que ver con una auténtica relación de amistad. Sin embargo, la verdadera amistad puede hacernos mucho, mucho más felices que los pedestales.
Cecilia Galatolo, en familyandmedia.eu.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |