Nuestros hijos nos observan, se fijan, adivinan… ¡Saben más que los ratones coloraos! Nos hace pensar en la importancia del ejemplo
Hace poco (allá por el día del padre…) te escribía que “Madre no hay más que una” (haz clic en el enlace).
Pensé que alguno me diríais… “Hombre, José, un poco de ‘corporativismo’. Mira, además, en qué fecha publicas el post. ¡Que los padres también contamos!”. Y no te faltaría razón: los padres contamos. Tenemos que contar.
Digo lo de “tenemos que contar” porque hay veces que uno puede estar priorizando mal. O escurriendo el bulto más de la cuenta. Siempre hay alguien a quien “se le pegan las sábanas” (las de los folios de papel, las de los expedientes) en la oficina… hasta después de que los niños están cenados, duchados y prestos a acostarse. Vaya, que ya solo les falta el Jesusito de mi vida. Y el ausente ni siquiera tiene la delicadeza de avisar en casa que se le va a hacer tarde. ¿Te acuerdas, por cierto, de lo que contaba mi amigo Valentín sobre aquel empleado…? (enlace).
Hay, así, muchas madres coraje… Aunque si el coraje es debido a que la pareja “cojea” a la hora de compartir −o de repartir de común acuerdo− responsabilidades, tenemos un problema, Houston. Y da coraje.
Ya nos lo recordaba con pluma certera Natalia en su magnífico post sobre conciliación (haz clic aquí).
Así que… ¡a ponernos las pilas todos! Aviso: nos hará falta que sean alcalinas, de esas que duran y duran y duran… Pero merece la pena.
Estoy seguro de que lo mereces. Seas padre o madre. Porque dice mucho de la aternidad. Ponle una p o una m antes, según proceda.
El vídeo te habla de amor de ida y vuelta. De cómo nos idealizan los peques, de dulzura, belleza, inteligencia, amabilidad… También de apoyo, generosidad, entrega… Nos habla de una forma de darse cotidiana y casi heroica −sin quejarse, porque cuando te das por un ser al que amas, te sale−. Incluso en las peores circunstancias.
El vídeo refleja también cómo nuestros hijos nos observan, se fijan, adivinan… ¡Saben más que los ratones coloraos! Nos hace pensar en la importancia del ejemplo.
En fin, da pie a que creamos que qué verdad es que “de pequeños te los comerías”. Yo creo que de mayores… también.
Es tal el vínculo afectivo que se genera entre los padres y sus peques (la sangre no es agua) que llegas a pensar que cuando un día, ya crecidos, se vayan de casa será casi como si te amputan o arrancan algo de tu propio ser.
Aunque he reído cuando Carles Capdevila nos llama a la tranquilidad recordando que la naturaleza es muy sabia y, para evitar que nada se rompa, se quiebre, se rasgue, ha creado la adolescencia: hijos adolescentes (no diré con ironía, como mi amigo Antón, “aborrescentes”).
Sí, el futuro de un niño vale cualquier sacrificio.
O, como escribió López de Artieta (aludía, sin duda, a otros protagonistas) “Amar es suicidarse”. Haz clic aquí, por favor.
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José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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