Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Vida valiente es la del cristiano. El celo del que habla la primera lectura de hoy (Hb 6,10-20), el valor para seguir adelante, debe ser nuestra actitud ante la vida, como los que se entrenan en el estadio para ganar. Pero la Lectura habla también de la pereza que es lo contrario al valor. Vivir en la nevera, para que todo se quede igual. Los cristianos perezosos, los cristianos que no tienen ganas de ir adelante, los cristianos que no luchan para hacer que las cosas cambien, cosas nuevas, las cosas que nos harían bien a todos, si esas cosas cambiasen. Son los perezosos, los cristianos aparcados: han encontrado en la Iglesia un buen aparcamiento. Y cuando digo cristianos, digo laicos, curas, obispos… Todos. ¡Hay cristianos aparcados! Para ellos la Iglesia es un aparcamiento que protege su vida y van con todos los seguros posibles. Pero esos cristianos quietos, me hacen pensar una cosa que de niño nos decían los abuelos: Ten cuidado, porque el agua quieta, estancada, es la primera que se pudre.
Lo que hace a los cristianos valientes es la esperanza, mientras que los cristianos perezosos no tienen esperanza, son pensionistas. Está bien jubilarse después de muchos años de trabajo, ¡pero pasar toda tu vida jubilado es feo! La esperanza es, en cambio, el ancla a la que agarrase para luchar incluso en los momentos difíciles. Este es el mensaje de hoy: la esperanza, esa esperanza que no defrauda, que va más allá. Y una esperanza que es ancla del alma, segura y firme. La esperanza es el ancla: la hemos echado y estamos agarrados a la cuerda. Esa es nuestra esperanza. No hay que pensar: Sí, pero, está el cielo, qué bonito, yo me quedo… ¡No! La esperanza es luchar, agarrado a la cuerda, para llegar allá. En la lucha de todos los días, la esperanza es una virtud de horizonte, ¡no de encierro! Quizá sea la virtud que menos se entiende, pero es la más fuerte. La esperanza: vivir en esperanza, vivir de esperanza, siempre mirando adelante con valentía. Sí, padre —alguno podrá decirme—, pero hay momentos feos, donde todo parece oscuro, ¿qué debo hacer? Agárrate a la cuerda y aguanta.
A nadie se le regala nada en la vida, por el contrario, hay que tener valor para ir adelante y aguantar. Cristianos valientes, que muchas veces se equivocan, pero ¡todos nos equivocamos! Se equivoca el que va adelante, mientras que el que está quieto parece no equivocarse. Y cuando no se puede caminar porque todo está oscuro, todo está cerrado, hay que aguantar, tener constancia. Preguntémonos si somos cristianos encerrados o de horizonte, y si en los momentos feos somos capaces de aguantar conscientes de que la esperanza no defrauda, porque sé que Dios no defrauda. Hagámonos la pregunta: ¿cómo soy yo? ¿Cómo es mi vida de fe? ¿Es una vida de horizontes, de esperanza, de valentía, de ir adelante, o es una vida tibia que ni siquiera sabe aguantar los momentos feos? Que el Señor nos dé la gracia, como hemos pedido en la oración colecta, de negarnos a nosotros mismos, de superar nuestro egoísmo, porque los cristianos aparcados, los cristianos quietos, son egoístas. Sólo se miran a sí mismos, no saben alzar la cabeza para mirarle a Él. Que el Señor nos dé esa gracia.