Homilía del papa Francisco en Santa Marta
En el Evangelio de hoy (Lc 13,10-17), Jesús cura a una mujer el sábado provocando la indignación del jefe de la Sinagoga porque —dice— se ha violado la Ley del Señor. No es fácil caminar en la Ley del Señor; es una gracia que debemos pedir. Jesús lo acusa de ser hipócrita, una palabra que repite muchas veces a los rígidos, a los que tienen una actitud de rigidez para cumplir la Ley, y no tienen la libertad de los hijos; son esclavos de la Ley. Pero la Ley no fue hecha para convertirnos en esclavos, sino para hacernos libres, para hacernos hijos.
¡Tras la rigidez siempre hay otra cosa! Y por eso Jesús les dice: ¡hipócritas! Detrás de la rigidez se esconde alguna cosa de la vida de una persona. La rigidez no es un don de Dios. La mansedumbre sí; la bondad sí; la benevolencia sí; el perdón sí. ¡Pero la rigidez no! Tras la rigidez hay siempre algo escondido, en muchos casos una doble vida; pero hay también algo enfermizo. ¡Cuánto sufren los rígidos! Cuando son sinceros y se dan cuenta de eso, ¡sufren! Porque no consiguen tener la libertad de los hijos de Dios; no saben cómo se camina en la Ley del Señor, y no son felices. ¡Y sufren mucho! Parecen buenos, porque siguen la Ley; pero detrás hay algo que no les hace buenos: o son malos —hipócritas— o están enfermos. ¡Sufren!
Recordad la parábola del hijo pródigo, en la que el hijo mayor, que siempre se había comportado bien, se indigna con el padre por recibir con alegría al disoluto hijo menor, pero que vuelve a casa arrepentido. Esa actitud nos hace ver lo que hay detrás de una cierta bondad: la soberbia de creerse justo. Detrás de ese hacer el bien, hay soberbia. El pequeño sabía que tenía un padre y en el momento más oscuro de su vida acudió a su padre; el mayor, del padre solo sabía que era el dueño, pero nunca lo había sentido como padre. Era un rígido: caminaba en la Ley con rigidez. El otro dejó la Ley de lado, se fue sin Ley, ¡contra la Ley!, pero en determinado momento pensó en su padre y volvió. Y obtuvo el perdón. No es fácil caminar en la Ley del Señor sin caer en la rigidez.
Pidamos al Señor por nuestros hermanos y hermanas que creen que caminar en la Ley del Señor es volverse rígidos. Que el Señor les haga sentir que Él es Padre y que le gusta la misericordia, la ternura, la bondad, la mansedumbre, la humildad. Y que a todos nos enseñe a caminar en la Ley del Señor con esas actitudes.