Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Frecuentemente, la vida de los Nuncios es una vida de gitanos por sus continuos desplazamientos. Cuando se acaba de aprender bien la lengua, llega una llamada de Roma y: –¿Oye, cómo estás? –Bien… –¿Sabes? El Santo Padre, que te quiere tanto… —porque esas llamadas se hacen edulcoradas, ¿verdad?— ha pensado en ti para esto… Y a hacer las maletas, e irse a otro sitio, dejar amigos, dejar costumbres, dejar tantas cosas que uno ha hecho… Salir de sí mismo, salir de ese sitio para ir a otro. Y allí, recomenzar. Y cuando se llega a un nuevo país, el Nuncio debe hacer otra salida: salir de sí mismo para conocer, para dialogar, para estudiar la cultura, el modo de pensar. Salir de sí mismo para ir a las recepciones, ¡muchas veces aburridas!, pero también ahí se siembra, y la semilla es siempre buena, el grano es bueno. Alguno puede pensar que es un trabajo demasiado funcional, una labor administrativa que podrían hacer los laicos. El otro día, hablando de esto, escuché al Secretario de Estado que decía: “Pues, mira, en las recepciones, muchos que parecen superficiales buscan el alzacuellos”. Y todos sabéis bien lo que habéis hecho en tantas almas. En esa mundanidad, pero sin caer en la mundanidad, tomad a las personas como son, oírlas, dialogar…. Eso también es una salida de sí mismo del Nuncio, para entender a la gente, dialogar… ¡Es una cruz!
Jesús dice que el sembrador siembra el grano y luego descansa, porque es Dios quien lo hace germinar y crecer. Y también el Nuncio debe salir de sí mismo hacia el Señor que hace crecer, que hace germinar la semilla; y debe salir de sí mismo ante al sagrario, en la oración, en la adoración. Es un testimonio grande, este. El Nuncio solo adora a Aquel que hace crecer, a Aquel que da vida.
Estas son las tres salidas de un Nuncio: la salida física, hacer las maletas, la vida de gitano. La salida –digamos– cultural: aprender la cultura, aprender la lengua… Dime –volvemos a la llamada telefónica–, dime, ¿cuántas lenguas hablas? –Yo hablo inglés bien, francés, y me apaño con el español… –Ah, bien, bien… Pues mira: el Papa ha pensado enviarte a Japón. –¡Pero si no conozco ni una letra de estos japoneses! –Bueno, ya lo aprenderás. Me quedé edificado de uno de vosotros que antes de presentar las credenciales, en dos meses ya había aprendido una lengua difícil y había aprendido a celebrar en esa lengua: recomenzó esa salida con entusiasmo, con alegría. Y la tercera salida: la oración, la adoración.
Esto es más fuerte en los Nuncios eméritos. Es también una tarea de fraternidad: el Nuncio emérito reza más, debe rezar más por los hermanos que están allí, en el mundo. Pero el Nuncio que está en el cargo tampoco debe olvidar esa adoración, para que el Dueño haga crecer lo que él ha sembrado. Tres salidas y tres modos de servir a Jesucristo y la Iglesia. La Iglesia os agradece esas tres salidas. Os lo agradece mucho. Y yo también, personalmente, quiero daros las gracias. Muchas veces admiro, cuando recibo, por la mañana temprano, vuestras comunicaciones: ¡mira qué hace bien este! Que el Señor os dé la gracia de estar siempre al día en esas tres salidas, esas tres salidas de vosotros mismos.