Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos, exhorta el Señor en el Evangelio de hoy (Mt 5,20-26). El pueblo estaba un poco perdido, desorientado, porque los que enseñaban la ley no eran coherentes en su testimonio de vida. Jesús nos pide que superemos esto, que miremos para arriba, y señala como ejemplo el primer mandamiento: Amar a Dios y amar al prójimo. Y añade que todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Es bueno oír esto, en este tiempo donde estamos tan acostumbrados a los calificativos y tenemos un vocabulario tan creativo para insultar a los demás. Eso es pecado, es matar, porque es dar una bofetada al alma del hermano, a su dignidad. A menudo decimos tantas palabrotas con mucha caridad, pero se las decimos a los demás.
A este pueblo desorientado Jesús le pide que mire hacia arriba y vaya adelante. Pero no deja de decir cuánto mal hace al pueblo el mal ejemplo de los cristianos. Cuántas veces oímos estas cosas: ¡cuántas veces! Ese cura, ese hombre, esa mujer de Acción Católica, ese obispo, ese Papa, nos dicen: ‘¡Tenéis que hacer así!’, y él hace lo contrario. Ese es el escándalo que hiere al pueblo y no deja que el pueblo de Dios crezca, que vaya adelante. No libera. Y ese pueblo había visto la rigidez de los escribas y fariseos, y cuando venía un profeta que les daba un poco de alegría lo perseguían y hasta lo mataban: allí no había sitio para los profetas. Jesús dice a los fariseos: Vosotros habéis matado a los profetas, habéis perseguido a los profetas: a esos que traían aire nuevo.
La generosidad, la santidad que nos pide Jesús es salir siempre hacia arriba. Esa es la liberación de la rigidez de la ley y también de los idealismos que no nos hacen bien. Jesús nos conoce bien, conoce nuestra naturaleza. Por eso nos exhorta a ponernos de acuerdo cuando tengamos un conflicto con otro. Nos enseña un sano realismo: muchas veces no se puede llegar a la perfección, pero al menos haced todo lo que podáis, poneos de acuerdo. Este sano realismo de la Iglesia católica que nunca enseña o esto o esto —eso no es católico—, sino que nos dice: esto y esto. Busca la perfección: reconcíliate con tu hermano. No lo insultes. Ámalo. Y si hay algún problema, al menos ponte de acuerdo, para que no estalle la guerra. Ese es el sano realismo del catolicismo. Jesús siempre sabe caminar con nosotros, nos da el ideal, nos acompaña al ideal, nos libera de ese encarcelamiento de la rigidez de la ley y nos dice: Haced todo lo que podáis. Nos comprendo bien. ¡Ese es nuestro Señor, eso es lo que nos enseña!
El Señor nos pide que no seamos hipócritas: que no vayamos a alabar a Dios con la misma lengua con la que se insulta al hermano. Haced lo que podáis, es la exhortación de Jesús, al menos evitad la guerra entre vosotros, poneos de acuerdo. Y me permito deciros esta palabra que parece un poco extraña: la santidad pequeña de la negociación. Bueno, no lo puedo todo, aunque quiero hacerlo, pero me pongo de acuerdo contigo: al menos no nos insultemos, no hagamos la guerra y vivamos todos en paz. ¡Jesús es grande! Nos libera de todas nuestras miserias, hasta de ese idealismo que no es católico. Pidamos al Señor que nos enseñe primero a salir de toda rigidez, a salir para arriba, para poder adorar y alabar a Dios; que nos enseñe a reconciliarnos entre nosotros; y también que nos enseñe a ponernos de acuerdo en todo lo que podamos.