No llevar una doble vida

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta

Limpios, como Dios. Y sin pecado, porque no hay error reconocido que no atraiga ternura y perdón del Padre. Esa es la vida cristiana, como vemos en la Carta de San Juan (1Jn 1,5–2,2) donde el Apóstol pone a los creyentes ante la sería responsabilidad de no llevar una doble vida –luz de fachada y tinieblas en el corazón– porque Dios es solamente luz.

Si decimos que no tenemos pecado, dejamos a Dios por mentiroso, porque siempre tenemos la eterna lucha del hombre contra el pecado y por la gracia. Si dices que estás en comunión con el Señor, ¡camina en la luz! ¡Pero la doble vida no! ¡Eso no! Esa mentira que estamos tan acostumbrados a ver, e incluso a caer. Decir una cosa y hacer otra, ¿no? Siempre la tentación… La mentira sabemos de dónde viene: en la Biblia Jesús llama al diablo padre de la mentira, el embustero. Y por eso, con tanta dulzura, con tanta mansedumbre, este abuelo dice a la Iglesia ‘adolescente’, a la Iglesia joven: ¡No seas mentirosa! Tú estás en comunión con Dios, camina en la luz. Haz obras de luz, no digas una cosa y hagas otra, no a la doble vida y todo eso.

Hijitos míos, es el comienzo de la carta de San Juan, y este incipit afectuoso – el tono propio de un abuelo con sus jóvenes nietos– refleja la dulzura de las palabras del Evangelio del día (Mt 11,25-30), donde Jesús define ligero su yugo y promete el descanso a los cansados y agobiados. De modo análogo, la llamada de Juan es a no pecar, pero si alguno lo ha hecho, que no se desanime: tenemos un Paráclito, un abogado, un defensor ante el Padre: es Jesucristo, el Justo. Él nos justifica, nos da la gracia. Uno siente ganas de decirle a este abuelo que nos aconseja así: ¿Pero no es tan feo tener pecados? No, el pecado es feo, pero si has pecado, mira que ¡te esperan para perdonarte! ¡Siempre! Porque Él –el Señor– es más grande que nuestros pecados.

Esa es la misericordia de Dios, es la grandeza de Dios. Sabe que somos nada, que solo de Él viene la fuerza y que siempre nos espera. Caminemos en la luz, porque Dios es Luz. No ir con un pie en la luz y el otro en las tinieblas. No ser embusteros. Y la otra: todos hemos pecado. Ninguno puede decir: Ese es un pecador; esa es una pecadora. Yo, gracias a Dios, soy justo. No, solo uno es Justo, el que pagó por nosotros. Y si alguno peca, Él nos espera, nos perdona, porque es misericordioso y sabe bien de qué estamos hechos y recuerda que somos polvo. Que la alegría que nos da esta lectura nos lleve adelante con sencillez y transparencia en la vida cristiana, sobre todo cuando nos dirigimos al Señor. Con la verdad.