Las sorpresas del Espíritu Santo

Homilía del papa Francisco en Santa Marta

La primera lectura recuerda el célebre texto de los Hechos de los Apóstoles (15,7-21) sobre el llamado Concilio de Jerusalén, donde el protagonista de la Iglesia es el Espíritu Santo. Es Él quien desde el primer momento dio la fuerza a los apóstoles para proclamar el evangelio, es el Espíritu el que lo hace todo, el que lleva la Iglesia adelante, también con sus problemas. Incluso cuando estalla la persecución, es Él quien da fuerza a los creyentes para permanecer en la fe, también en los momentos de resistencias y de enfrentamiento con los doctores de la ley. En este caso, hay una doble resistencia a la acción del Espíritu: la de los que creían que Jesús había venido solo para el pueblo elegido, y la de quien quería imponer la ley mosaica, incluida la circuncisión, a los paganos conversos. Y se produjo una gran confusión por todo esto. El Espíritu llevaba a los corazones por un camino nuevo: eran las sorpresas del Espíritu. Y los apóstoles se encontraron con situaciones que jamás habrían visto, situaciones nuevas. ¿Cómo gestionar esas nuevas situaciones? Por eso el texto de hoy, el pasaje de hoy, comienza así: En aquellos días, después de una fuerte discusión..., una acalorada discusión, porque discutían sobre ese tema. Ellos, por una parte, tenían la fuerza del Espíritu –el protagonista– que empujaba a seguir adelante, adelante, adelante… Y el Espíritu les llevaba a ciertas novedades, cosas que nunca habían hecho. Nunca. Ni las habían imaginado. Que los paganos recibieran el Espíritu Santo, por ejemplo.

Los discípulos tenían la patata caliente en las manos y no sabían qué hacer. Así que convocan una reunión en Jerusalén donde cada uno puede contar sus experiencias, y cómo el Espíritu Santo desciende también sobre los paganos. Y al final se pusieron de acuerdo. Pero antes hay algo bonito: Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Escuchar, no tener miedo a escuchar. Cuando uno tiene miedo a escuchar, no tiene el Espíritu en su corazón. Escuchar: ¿Tú qué piensas y porqué? Escuchar con humildad. Y después de haber escuchado, decidieron enviar a las comunidades griegas, o sea a los cristianos que venían del paganismo, algunos discípulos para tranquilizarlos y decirles: Está bien, seguid así.

Los paganos conversos no están obligados a la circuncisión. Es una decisión comunicada a través de una carta en la que el protagonista es el Espíritu Santo. De hecho, los discípulos afirman: Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros… Ese es el camino de la Iglesia antes las novedades —no las novedades mundanas, como son las modas de la ropa, sino las novedades—, las sorpresas del Espíritu, porque el Espíritu siempre nos sorprende. ¿Y cómo resuelve esto la Iglesia? ¿Cómo afronta estos problemas para resolverlos? Con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final. Esa es la senda de la Iglesia hasta hoy. Y cuando el Espíritu nos sorprende con algo que parece nuevo o que nunca se ha hecho asíhay que hacerlo así—… Pensad en el Vaticano II, en las resistencias que tuvo el Concilio Vaticano II, y digo esto porque es el más cercano a nosotros. ¡Cuántas resistencias!: Pero no… También hoy hay resistencias que continúan de una forma u otra, pero el Espíritu sigue adelante. Y el camino de la Iglesia es ese: reunirse, juntarse, escucharse, discutir, rezar y decidir. Y esa es la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia. ¿Y quién hace la comunión? ¡El Espíritu! Otra vez el protagonista. ¿Qué nos pide el Señor? Docilidad al Espíritu. ¿Qué nos pide el Señor? No tener miedo, cuando veamos que es el Espíritu quien nos llama.

El Espíritu a veces nos frena, como hizo con San Pablo, para llevarnos a otro sitio, pero no nos deja solos, nos da el valor, nos da la paciencia, nos hace ir seguros por la senda de Jesús, nos ayuda a vencer las resistencias y a ser fuertes en el martirio. Pidamos al Señor la gracia de entender cómo avanza la Iglesia, saber cómo desde el primer momento afrontó las sorpresas del Espíritu y también, para cada uno de nosotros, la gracia de la docilidad al Espíritu, para ir por el camino que el Señor Jesús quiere para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia.