Homilía del papa Francisco en Santa Marta
La fe es un camino que, mientras se realiza, debe hacer memoria constante de lo que ha sido. Esas cosas bonitas que Dios ha realizado a lo largo del recorrido, y también de los obstáculos, de los rechazos, porque Dios camina con nosotros y no se asusta de nuestras maldades.
En la Primera lectura (cfr. Hch 13,13-25) Pablo entra el sábado en la sinagoga de Antioquía y comienza a anunciar el evangelio partiendo de los inicios del pueblo elegido, pasando por Abraham y Moisés, Egipto y la Tierra prometida, hasta llegar a Jesús. Es una predicación histórica la que adoptan los discípulos, y es fundamental porque permite recordar los momentos importantes, los signos de la presencia de Dios en la vida del hombre. Volver atrás para ver cómo Dios nos ha salvado, recorrer —con el corazón y con la mente— el camino con el recuerdo, y llegar así a Jesús. El mismo Jesús, en el momento más grande de su vida —Jueves y Viernes, en la Cena— nos dio su Cuerpo y su Sangre y dijo: Haced esto en conmemoración mía (Lc 22, 9; 1Cor 11,24-25), en memoria de Jesús. Tener memoria de cómo Dios nos salvó.
La Iglesia llama precisamente memorial al Sacramento de la Eucaristía, igual que, en la Biblia, el Deuteronomio es el Libro de la memoria de Israel. También nosotros debemos hacer lo mismo en nuestra vida personal, porque cada uno ha recorrido un camino, acompañado por Dios, cerca de Dios o alejándose del Señor. Sienta bien al corazón cristiano hacer memoria de mi senda, de la propia senda: cómo el Señor me ha traído hasta aquí, cómo me ha llevado de la mano. Y las veces que yo le he dicho al Señor: ¡No! ¡Aléjate! ¡No quiero! El Señor respeta. ¡Es respetuoso! Pues hagamos memoria de la propia vida y del propio camino. Retomarlo y hacerlo a menudo. En aquella ocasión Dios me dio esa gracia y yo respondí así, o hice esto, aquello o lo otro… Me acompañó… Y así llegamos a un nuevo encuentro, al encuentro de la gratitud.
Y del corazón debe nacer un gracias a Jesús, que nunca deja de caminar en nuestra historia. Cuántas veces le hemos cerrado la puerta en la cara, cuántas veces hemos hecho como que no le vemos, como que no creemos que Él estuviera con nosotros. Cuántas veces hemos renegado de su salvación… ¡Pero Él estaba allí! La memoria nos acerca a Dios. La memoria de esa obra que Dios hizo en nosotros, en esa re-creación, en esa re-generación, que nos lleva más allá que el antiguo esplendor que tenía Adán en la primera creación. Yo os aconsejo esto, simplemente: ¡haced memoria! ¿Cómo ha sido mi vida, cómo ha sido mi día, o cómo ha sido este último año? ¡Memoria! ¿Cómo ha sido mi trato con el Señor? Memoria del las cosas bonitas y grandes que el Señor ha hecho en la vida de cada uno de nosotros.