La virtud de la esperanza

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta

Jesús habla con los doctores de la ley y afirma que Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día (Jn 8,56). La esperanza es fundamentalen la vida del cristiano. Abraham tuvo sus tentaciones en la senda de la esperanza, pero creyó y obedeció al Señor y así se puso en camino hacia la tierra prometida.

Hay como un como un hilo de esperanza que une toda la historia de la salvación y es fuente de alegría. Hoy la Iglesia nos habla de la alegría de la esperanza. En la primera oración de la Misa hemos pedido la gracia a Dios de custodiar la esperanza de la Iglesia, para que no falle. Y Pablo, hablando de nuestro padre Abraham, nos dice: Creyó contra toda esperanza (Rm 4,18). Cuando no hay esperanza humana, está la virtud que te lleva adelante, humilde, sencilla, pero que te da alegría, a veces una gran alegría, a veces solo la paz, pero con la seguridad de que esa esperanza no defrauda. La esperanza no defrauda.

Esa alegría de Abraham, esa esperanza, crece en la historia. A veces se esconde, no se ve; otras veces se manifiesta abiertamente, como cuando Isabel exulta de gozo al ser visitada por su prima María. Es la alegría de la presencia de Dios que camina con su pueblo. Y cuando hay alegría, hay paz. Esa es la virtud de la esperanza: de la alegría a la paz. Esta esperanza nunca defrauda, ni en los momentos de esclavitud, cuando el pueblo de Dios estaba en tierra extranjera.

Ese hilo de esperanza comienza con Abraham —Dios que habla a Abraham—, y acaba con Jesús. Si se puede decir que tenemos fe y caridad, es más difícil responder sobre la esperanza. Muchas veces podremos decirlo fácilmente, pero cuando te preguntan: ¿Tú tienes esperanza? ¿Tienes la alegría de la esperanza? —Padre, no le entiendo; explíquemelo. La esperanza, esa virtud humilde, esa virtud que discurre bajo el agua de la vida, pero que nos sostiene para no ahogarnos en tantas dificultades, para no perder el deseo de encontrar a Dios, de hallar ese rostro maravilloso que todos veremos un día: ¡la esperanza!

Hoy será un buen día para pensar en esto: el mismo Dios, que llamó a Abraham y lo hizo salir de su tierra sin saber ni adónde tenía que ir, es el mismo Dios que va a la cruz (cfr. Antífona de comunión), para cumplir la promesa que hizo. Es el mismo Dios que, en la plenitud de los tiempos, hace que aquella promesa sea realidad para todos nosotros. Y lo que une aquel primer momento a este último es el hilo de la esperanza; y lo que une mi vida cristiana a vuestra vida cristiana, de un momento al otro, para ir siempre adelante —pecadores, pero adelante— es la esperanza; y lo que nos da paz en los momentos peores, en los momentos más oscuros de la vida es la esperanza. La esperanza no defrauda, está siempre ahí: silenciosa, humilde, pero fuerte.