Homilía del papa Francisco en Santa Marta
En la primera lectura (1Sam 15,16-23), Saúl es rechazado por Dios como rey de Israel porque prefiere escuchar al pueblo más que la voluntad del Señor, y desobedece. El pueblo, tras una victoria en la batalla, quería ofrecer un sacrificio a Dios con las mejores piezas del ganado porque, dice, siempre se ha hecho así. Pero Dios, esta vez, no quería. El profeta Samuel regaña a Saúl: ¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos, o quiere que obedezcan al Señor? Lo mismo nos enseña Jesús en el Evangelio (Mc 2,18-22): los doctores de la ley le reprochan que sus discípulos no ayunan como siempre se ha hecho hasta ahora.Y Jesús responde con este principio de vida: Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.
¿Qué significa esto? ¿Qué cambia la ley? ¡No! Que la ley estáal servicio del hombre que estáal servicio deDios y, por eso, el hombre debe tener el corazón abierto. Elsiempre se ha hecho asíes corazón cerrado y Jesús nos dijo: Os enviaré al Espíritu Santo y Él os guiará hacia la verdad plena (cfr. Jn 15,26; 16,13). Si tienes el corazón cerrado a la novedad del Espíritu, jamás llegarás a la verdad plena. Y tu vida cristiana será una vida mitad y mitad, una vida andrajosa, remendada de cosas nuevas, pero en una estructura que no está abierta a la voz del Señor. Un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres.
Ese fue el pecado del rey Saúl, por el que fue rechazado. Es el pecado de tantos cristianos que seaferran a lo que siempre se ha hecho, y no dejan cambiar los odres. Y acaban con una vida a medias, andrajosa, remendada, sin sentido. El pecadoes un corazón cerrado que no escucha la voz del Señor, que no está abierto a la novedad del Señor, al Espíritu que siempre nos sorprende. La rebelión –dice Samuel– es pecado de adivinación, la obstinación es idolatría. Los cristianos obstinados en el siempre se ha hecho así, pecan de adivinación. Es como si fuesen a una adivina: es másimportante lo que se ha dicho y no cambia; lo que yo siento –en mí, en mi corazón cerrado– que la Palabra del Señor. Y es pecado deidolatría la obstinación: ¡el cristiano que se obstina, peca deidolatría! ¿Y cuál es el camino? Abrir el corazón al Espíritu Santo, discernir cuál es la voluntad de Dios.
Era costumbre en el tiempo de Jesús que los buenos israelitas ayunasen. Pero hay otra realidad: está el Espíritu Santo que nos conduce a la verdad plena. Y para eso, necesita corazones abiertos, corazones que no estén obstinados en el pecado de idolatría de sí mismos, donde es más importante lo que yo pienso que la sorpresa del Espíritu Santo. Este es el mensaje que hoy nos da la Iglesia. Esto es lo que Jesús dice tan fuerte: Vino nuevo en odres nuevos. Ante las novedades del Espíritu, ante las sorpresas deDios, también las costumbres deben renovarse. Que el Señor nos dé la gracia de un corazón abierto, de un corazón abierto a la voz del Espíritu, que sepa discernir lo que no debe cambiar, porque es fundamental, de aquello que debe cambiar para poder recibir la novedad del EspírituSanto.