¡Servir o servirse!

Homilía de la Misa en Santa Marta

¡Servir o servirse! En las lecturas de hoy podemos ver dos figuras de siervos. Primero, la figura de Pablo que se dio por completo al servicio, siempre, para acabar en Roma traicionado por algunos de los suyos, y siendo al final condenado. ¿De dónde venía la grandeza del Apóstol de las Gentes? De Jesucristo, y se gloría de servir, de haber sido elegido, de tener la fuerza del Espíritu Santo.

Era el siervo que servía, que administraba, poniendo las bases, es decir,  anunciado a Jesucristo, pero nunca se quedaba para tener ventaja de un puesto, de una autoridad, de ser servido. Era ministro, siervo para servir, no para servirse. Yo os digo cuánta alegría tengo, yo que me emociono, cuando a esta Misa vienen algunos curas y me saludan: He venido a ver a mi familia, porque soy misionero desde hace 40 añoen el Amazonas. O una monja que dice: No, yo trabajo desde hace 30 años en un hospital de África. O cuando me encuentro a una monjita de 30, 40 años que está en la zona del hospital para discapacitados, siempre sonriente. Eso se llama servir, esa es la alegría de la Iglesia: ir más allá, siempre; ir más allá a dar la vida. Eso es lo que hizo Pablo: servir.

En el Evangelio el Señor nos hace ver la imagen de otro siervo que, en vez de servir a los demás se sirve de los demás. Y hemos leído lo que hizo este siervo, con la astucia se movió para quedarse en su puesto. También de estos hay en la Iglesia, que en vez de servir, de pensar en los demás, de poner las bases, se sirven de la Iglesia: son los “trepas”, los que están apegados al dinero. Y a cuántos sacerdotes y obispos hemos visto así. Es triste decirlo, ¿verdad? La radicalidad del Evangelio, de la llamada de Jesucristo: servir, estar al servicio, no quedarse ahí, ir siempre más allá, olvidándose de uno mismo.¿Y la comodidad del status? Yo he logrado un status y vivo cómodamente, sin honradez, como aquellos fariseos de los que habla Jesús, que se paseaban por las plazas para ser vistos por la gente.

Dos imágenes de cristianos, dos imágenes de curas, dos imágenes de monjas. Dos imágenes. Y Jesús nos enseña el modelo de Pablo, esa Iglesia que nunca está quieta, que siempre va adelante, y nos hace ver que ese es el camino. En cambio, cuando la Iglesia es tibia, cerrada en sí misma, incluso cuando tantas veces se dedica a hacer negocios, eso no se puede decir que sea una Iglesia que sirve, que esté al servicio, sino más bien que se sirve de los demás. Que el Señor nos de la gracia que dio a Pablo, ese punto de honor de ir siempre adelante, siempre, renunciando tantas veces a las propias comodidades, y que nos salve de las tentaciones, de esas tentaciones que, en el fondo, son tentaciones de una doble vida: me hago ver como ministro, o sea, como el que sirve, pero en el fondo me sirvo de los demás.