Homilía de la Misa en Santa Marta
En el Evangelio de hoy, fiesta de San Bernabé, me gustaría destacar tres palabras claves.
1. La primera es “Camino”. Jesús envía a sus discípulos a hacer un camino —que no es precisamente un paseo— con un mensaje: anunciar el Evangelio, salir a llevar la salvación: el Evangelio de la Salvación. Esta es la tarea que Jesús da a sus discípulos. Si un discípulo se queda quieto y no sale, ni da a los demás lo que recibió en el Bautismo, no es verdadero discípulo de Jesús: le falta el carácter misionero, le falta salir de sí mismo para llevar algo de bien a los demás. El recorrido del discípulo de Jesús es ir más allá para llevar esa buena noticia. Pero hay otro recorrido del discípulo de Jesús: el camino interior, la ruta dentro de sí, el recorrido del discípulo que busca al Señor todos los días, en la oración, en la meditación. También el discípulo debe hacer este recorrido, porque si no busca siempre al Señor, el Evangelio que lleva a los demás será un Evangelio débil, aguado, sin fuerza. Este doble recorrido es el doble camino que Jesús quiere de sus discípulos.
2. Luego está la segunda palabra: “Servir”. Un discípulo que no sirve a los demás no es cristiano. El discípulo tiene que hacer lo que Jesús predicó en esos dos pilares del cristianismo: las Bienaventuranzas y el protocolo sobre el que seremos juzgados (Mateo 25). Estas dos columnas son el marco propio del servicio evangélico. Si un discípulo no camina para servir, no sirve para caminar. Si su vida no es para el servicio, no sirve para vivir como cristiano. Y ahí está la tentación del egoísmo: Sí, yo soy cristiano, estoy en paz conmigo, me confieso, voy a Misa, cumplo los mandamientos. ¿Y el servicio a los demás? ¿El servicio a Jesús en el enfermo, en el encarcelado, en el hambriento, en el desnudo…? Es lo que Jesús nos dijo que hay que hacer, ¡porque ahí está Él! ¡El servicio a Cristo en los demás!
3. La tercera palabra es “Gratuidad”. Gratis lo recibisteis, dadlo gratis (Mt 11,8), nos advierte Jesús. El camino del servicio es gratuito porque nosotros hemos recibido la salvacióngratuitamente, por pura gracia: ninguno la ha comprado y nadie se la merece. Es pura gracia del Padre en Jesucristo, por el sacrificio de Jesucristo. Es triste ver cristianos que se olvidan de estas palabras de Jesús: Gratis lo recibisteis, dadlo gratis (Mt 11,8). Es triste encontrar comunidades cristianas, ya sean parroquias, congregaciones religiosas o diócesis, que se olvidan de la gratuidad, porque detrás de eso —y debajo de eso— está el engaño de suponer que la salvación viene de las riquezas, del poder humano.
Tres palabras: Camino como envío para anunciar. Servicio: la vida del cristiano no es para sí mismo, sino para los demás, como lo fue la vida de Jesús. Gratuidad: nuestra esperanza está en Jesucristo y entonces nos da una esperanza que nunca defrauda. Pero, si la esperanza se pone en la propia comodidad del camino o en el egoísmo de buscar las cosas para sí y no para servir a los demás, o en las riquezas o en las pequeñas seguridades mundanas, ¡todo eso se hunde! ¡El Señor mismo lo echa abajo!