Homilía de la Misa en Santa Marta
Dios quiso salvarnos en la historia. Nuestra salvación no es aséptica, de laboratorio. ¡No! Es histórica. Él caminó en la historia con su pueblo. Así pues, no hay salvación sin historia. Y, para llegar a hoy, ha habido una larga, una larguísima historia. Así, paso a paso, se hace la historia. Dios hace la historia, y también nosotros la hacemos; y cuando nos equivocamos, Dios corrige la historia y nos saca adelante, siempre caminando con nosotros. Si no tenemos esto claro, jamás entenderemos la Navidad. Nunca comprenderemos la Encarnación del Verbo. Nunca. Es toda una historia que camina. ¿Y se acaba esa historia con la Navidad? ¡No! Aún hoy el Señor nos salva en la historia y camina con su pueblo.
En esa historia están los elegidos de Dios, personas que escogió para ayudar a su pueblo a ir adelante, como Abraham, Moisés, Elías. Para ellos existen algunos momentos malos, oscuros, incómodos, molestos. Personas que solo querían vivir tranquilas, pero el Señor las incomoda. ¡El Señor nos incomoda para hacer la historia! Nos hace caminar tantas veces por senderos que no queremos. Tanto que Moisés y Elías desearon incluso la muerte, pero luego confiaron en el Señor.
El Evangelio de hoy nos habla de un momento malo en la historia de la salvación, el de José que descubre que su prometida, María, está encinta. José sufre viendo a las mujeres del pueblo que cuchichean en el mercado. Y sufre porque piensa: es una buena mujer, yo la conozco. Es una mujer de Dios. ¿Qué ha hecho? ¡No es posible! Si la acusa, la lapidarán, y no quiere, aunque no lo entienda. Sabe que María es incapaz de infidelidad. En esos momentos malos, los elegidos de Dios, para hacer la historia, deben cargar el problema sobre sus hombros, sin entenderlo. Así es como hace la historia el Señor. Así lo hace con José, el hombre que en el peor momento de su vida, el momento más oscuro, carga con el problema. Y se acusa a sí mismo a los ojos de los demás para cubrir a su esposa. Quizá algún psicoanalista dirá que ese sueño es la condensación de la angustia, que busca una salida… ¡Que digan lo que quieran! ¿Qué hizo José? Después del sueño, toma consigo a su esposa: No entiendo nada, pero el Señor me ha dicho esto, y éste será como hijo mío.
Hacer historia con su pueblo significa, para Dios, caminar y poner a prueba a sus elegidos. Pero al final los salva. Acordémonos siempre con confianza —también en los momentos más malos, en los momentos de enfermedad, cuando nos damos cuenta de que debemos pedir la extrema unción porque no hay salida— de decir: Señor, la historia no comenzó conmigo ni terminará conmigo. Tú sigue adelante, que yo estoy dispuesto. Y ponernos en las manos del Señor.
¿Qué nos enseñan, pues, los elegidos del Señor? Que Dios camina con nosotros, que Dios hace historia, que Dios nos pone a prueba y que Dios nos salva en los momentos más malos, porque es nuestro Padre. Y, según Pablo, es nuestro
papá. Que el Señor nos haga entender este misterio de su caminar con su pueblo en la historia, de su poner a prueba a sus elegidos y la grandeza de corazón de sus elegidos, que cargan sobre sí los dolores, los problemas, incluso la apariencia de pecadores —pensemos en Jesús— para sacar adelante la historia.