Las lecturas de hoy recogen la despedida de Jesús y la despedida de San Pablo, y me ofrecen la ocasión de detenerme en la oración de intercesión. Cuando Pablo se va de Mileto, todos están tristes, y lo mismo les pasó a los discípulos cuando Jesús pronunció el discurso de despedida antes de ir a Getsemaní y comenzar la Pasión. El Señor les consuela, y hay una pequeña frase en la despedida de Jesús que hace pensar. Jesús habla con el Padre, en ese discurso, y dice: “Yo ruego por ellos”. Jesús reza por nosotros. Como rezó por Pedro y por Lázaro ante la tumba. Jesús nos dice: “Todos sois del Padre. Y yo ruego por vosotros ante el Padre”. Jesús no reza por el mundo, reza por nosotros, reza por su Iglesia.
El apóstol Juan, pensando en estas cosas y hablando de nosotros que somos tan pecadores, dice: “No pequéis, pero si alguno de vosotros peca, sabed que tenemos un abogado ante el Padre, uno que reza por nosotros, que nos defiende ante el Padre, que nos justifica”. Creo que debemos pensar mucho en esta verdad, en esta realidad: en este momento, Jesús está rezando por mí. Puedo continuar mi vida porque tengo un abogado que me defiende y, aunque sea culpable y tenga muchos pecados, es un buen abogado defensor, y hablará al Padre de mí.
Él es el primer abogado, y luego envía al Paráclito. Cuando en una parroquia, en casa, en la familia tenemos alguna necesidad, cualquier problema, hay que pedir a Jesús que rece por nosotros. ¿Y cómo reza hoy Jesús? Yo no creo que hable mucho con el Padre. No habla: ama. Pero hay una cosa de la que sí estoy seguro que Jesús hace hoy: le muestra al Padre sus llagas, y Jesús, con sus llagas, reza por nosotros como si dijese al Padre: “¡Padre, este es el precio de estos! Ayúdalos, protégelos. Son tus hijos, y los que he salvado con esto”. Si no, no se entiende porqué Jesús, después de la Resurrección, quiso tener un cuerpo glorioso, bellísimo —sin moratones ni heridas de la flagelación, todo hermoso—, pero con las llagas, con las cinco llagas. ¿Por qué Jesús quiso llevarlas al cielo? ¿Para qué? Para rezar por nosotros. Para mostrar al Padre el precio: “Este es el precio. Ahora, no lo dejes solos. Ayúdales”.
Debemos tener fe de que Jesús, en este momento, intercede ante al Padre por nosotros, por cada uno. Y al rezar, no olvidemos pedir a Jesús que ruegue por nosotros: “Jesús, reza por mí. Haz ver al Padre tus llagas que son también las mías, las llagas de mi pecado, las llagas de mi problema en este momento”. Jesús intercesor solamente enseña al Padre sus llagas. Y eso pasa hoy, en este momento. Hagamos nuestras las palabras que Jesús dijo a Pedro: “Pedro, yo rogaré por ti para que tu fe no decaiga”. Estemos seguros de que lo está haciendo por cada uno de nosotros. Tengamos confianza en la oración de Jesús, con sus llagas, ante el Padre.