Homilía del Papa Francisco en santa Marta
El evangelio de este domingo, que es el tercer domingo de Pascua, es el de los discípulos de Emaus (cfr. Lc 24,13-35). Eran dos discípulos de Jesús que, después de su muerte pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan, tristes y abatidos, a su pueblo, llamado Emaus. A lo largo del camino Jesús resucitado se acercó a ellos, pero no lo reconocieron. Viéndoles tan tristes, primero les ayudó a entender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el plan de Dios y preanunciadas en las Sagradas Escrituras; y así encendió un fuego de esperanza en sus corazones.
En ese momento, los dos discípulos advierten una extraordinaria atracción por aquel hombre misterioso, y le invitan a quedarse con ellos aquella tarde. Jesús aceotó y entró con ellos en la casa. Y cuando, estando a la mensa, bendijo el pan y lo partió, lo reconocieron, pero Él desapareció de su vista, dejándolos llenos de estupor. Tras haber sido iluminados por la Palabra, habían reconocido a Jesús resucitado al partir el pan, nuevo signo de su presencia. Y enseguida sintieron la necesidad de volver a Jerusalén, para referir a los otros discípulos su experiencia, que habían encontrado a Jesús vivo y lo habían reconocido en aquel gesto de la fracción del pan.
El camino de Emaus se convierte así en un símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la Misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones… La vida a veces nos hiere y nos vamos tristes, a nuestro "Emaus", dando la espalda al plan de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y aviva en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza, y en la Comunión nos da fuerzas. Palabra de Dios, Eucaristía. Leer cada día un trozo del evangelio. Recordadlo bien: leer cada día un trozo del evangelio, y los domingos ir a comulgar, a recibir a Jesús. Así les pasó a los discípulos de Emaus: acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan y, de tristes y derrotados que se sentían, se volvieron alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. ¡Recordadlo bien! Cuando estás triste, toma la Palabra de Dios. Cuando estés hundido, coge la Palabra de Dios y ve a Misa el domingo para comulgar, para participar del misterio de Jesús. Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.
Por intercesión de María Santísima, pidamos para que todo cristiano, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaus, especialmente en la Misa dominical, descubra la gracia del encuentro trasformador con el Señor, con el Señor resucitado, que está con nosotros siempre. Siempre hay una Palabra de Dios que nos da la orientación tras nuestras desbandadas; y a través de nuestros cansancios y desilusiones hay siempre un Pan partido que nos hace ir adelante en el camino.