Domingo 2º después de Navidad

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica 

(Ecl 24, 1-2.8-12) “Desde el principio, antes de los siglos, me creó”
(Ef 1,3-6.15-18) “Bendito sea Dios (…) que nos ha bendecido en la persona de Cristo”
(Jn 1,1-18) “Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”

Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II

En el rezo del Ángelus, 4-I-1987

--- El Verbo se hizo carne
--- Elegidos para ser hijos adoptivos
--- Predestinados en Cristo

--- El Verbo se hizo carne

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el que va a nacer se llamará Hijo de Dios” (Lc 1,35).

Nos reunimos para el Ángelus. Escuchamos cada vez estas palabras, que el mensajero divino dirige a la Virgen de Nazaret. Hoy nos volvemos a legrar por el cumplimiento de estas palabras.

La Iglesia vive el tiempo del Nacimiento del Señor. El Verbo –que por el anuncio del Ángel fue concebido en el seno de María de Nazaret- ya se hizo carne. El Hijo de Dios ya tiene su nombre humano. Se llama Jesús, es decir, “Salvador”.

La liturgia del Domingo de hoy nos invita a leer de nuevo profundamente el misterio del Nacimiento de Dios. Escuchemos, pues, las palabras de la carta a los Efesios: “El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales. Ya que en él nos eligió antes de la creación del mundo…, nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo.” (Ef 1,3-5).

--- Elegidos para ser hijos adoptivos

No podemos vivir el nacimiento del Señor sin pensar en esta elección. Estamos eternamente en el “predilecto” Hijo del Padre. Esta elección permanece, ha revestido la forma de la noche de Belén. Se ha hecho el evangelio de la cruz y de la resurrección. Sobre el acontecimiento de Belén se ha puesto el sello definitivo. El sello de la “predestinación divina”.

--- Predestinados en Cristo

Somos predestinados en Cristo. Como quiera que se desarrollen los destinos del hombre sobre la tierra, cualquier cosa que traiga consigo el nuevo año, cualquiera que sea la dirección que tomen los acontecimientos de la historia humana, ¡somos elegidos!

El Hijo de Dios se hizo hombre para volver a confirmar, mediante la asunción de todas las dimensiones de la existencia humana sobre la tierra, esta Verdad eterna: la divina verdad sobre el hombre.

Recemos a María para que el Nacimiento del Señor renueve en nosotros la conciencia de esta verdad. Para que la suscite donde todavía hay oscuridad.

DP-4 1987

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Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Jesús, a quien hemos contemplado en Navidad como un pequeño que no puede valerse por sí mismo y que fue bañado, vestido, abrazado, besado, criado y educado por María y José, esto es: un Jesús de carne y hueso, hombre verdadero, es la Palabra que originó todo lo que vemos y no vemos.

Jesucristo es Dios. No es un hombre tan sólo, ni siquiera un hombre excepcional o el más perfecto que haya existido, sino una criatura humana perfectísima que también es Dios, como declara el Símbolo Atanasiano. Jesucristo, el Hijo de Dios, vive desde siempre en el seno del Padre. Sólo desde esta filiación eterna se puede explicar la filiación terrena en el seno de María, como explicó S. Tomás de Aquino (S. III, q. 32).

“En el principio ya existía la Palabra...” Con la sencillez de unas líneas, S. Juan nos descubre el insondable misterio de Cristo. Orígenes pensaba que “sería necesario haber reposado sobre el pecho de Jesús, haber recibido a María por madre, ser un segundo Juan”, para calar todo el sentido de esta página incomparable. Y en su comentario a estos versículos, S. Agustín insiste en que “explicarlos supera a toda capacidad”, añadiendo: “No temo afirmar, mis hermanos, que ni el mismo Juan lo dijo como es, sino como pudo decirlo. Es un hombre el que habla de Dios. Dios le inspira, es verdad, pero no dejaba de ser hombre. La inspiración le hizo decir algo; sin ella, hubiera enmudecido del todo. No dijo todo lo que el misterio es, sino lo que puede decir el hombre”.

En el Discurso a Diogneto, atribuido a Cuadrato, se dice que “el Creador del Universo y Dios invisible, Él mismo hizo bajar de los cielos su Verdad y su Palabra santa e incomprensible y la aposentó en los hombres y sólidamente la asentó en sus corazones. Y eso, no mandándoles a hombre alguno como alguien pudiera imaginar, o a alguno de sus servidores o a un ángel..., sino al mismo Artífice y Creador del Universo”.

“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. El orgullo y la grandeza de Israel, el pueblo elegido por Dios, consistía en la viva conciencia de que la gloria del Señor habitaba en el Templo, sobre el Arca de la Alianza. La Encarnación nos dice que la humanidad de Jesús es el templo vivo de la gloria de Dios. Después de su Ascensión al Cielo, la divinidad y humanidad del Hombre-Dios moran allí donde sacramentalmente se conserva el pan transformado en su Cuerpo y Sangre, por eso llamamos a su morada tabernáculo, esto es, tienda de Dios que habita en medio de nosotros. No sabríamos lo que es la gratitud si no acudiéramos con la frecuencia y el fervor que nos sea posible a encontrarnos con Él en la Eucaristía.

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Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica 

«Eché raíces en un pueblo glorioso»

I. LA PALABRA DE DIOS

Eclo 24,1-4;12-16: «La sabiduría habita en medio del pueblo elegido»
Sal 147,12-15.19-20: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros»
Ef 1,3-6;15-18: «Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo»
Jn 1,1-18: «La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros»

II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO

No es aventurado pensar que S. Juan tuviera delante el texto del Eclesiástico a la hora de redactar el famoso Prólogo de su Evangelio. La Sabiduría desciende de Dios para hablar con su pueblo. Y se le atribuyen acciones que en otros textos bíblicos son exclusivas de Dios.

Hoy, al reflexionar de nuevo sobre este texto, podemos decir que S. Juan pretende una presentación global del misterio de Cristo. Cristo es Palabra que se oye, se ve; es Luz que vence a la tiniebla y alumbra a todos; es Vida que destruye nuestra muerte. Se trata de la Palabra Encarnada como un Proyecto de vida vivido...una Palabra que interpela.

III. SITUACIÓN HUMANA

El hombre de hoy se siente permanentemente asediado por mensajes y palabras que pueden acabar convirtiéndose en «pura palabrería». Y esto genera desconfianza. Más aún: a veces se le presentan palabras y mensajes que pretenden ser la última palabra, la definitiva y única sobre algo. Más que nunca se hace necesaria la capacidad crítica.

En la era de los medios de comunicación de masas, el hombre experimenta en muchas ocasiones una tremenda soledad, se siente profundamente incomunicado porque no acaba de comprender el lenguaje o porque los mensajes no le interesan o no le incumben, o se hace el desentendido. No es que esté solo. Es que está aislado en medio de la masa. Lo cual es peor.

IV. LA FE DE LA IGLESIA

La fe
– Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre: "El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban» (464; cf 465).
– Jesucristo, Señor del mundo y de la historia: 450.

La respuesta
– Jesucristo, manifestación plena de la verdad de Dios: "En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. «Lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14), él es la «luz del mundo» (Jn 8,12), la Verdad. El que cree en Él, no permanece en las tinieblas. El discípulo de Jesús, «permanece en su palabra», para conocer «la verdad que hace libre» y que santifica. Seguir a Jesús es vivir del «Espíritu de verdad» (Jn 14,17) que el Padre envía en su nombre y que conduce «a la verdad completa» (Jn 16,13)" (2466).
– La Palabra de Dios, fuente de oración: 2653. 2654.

El testimonio cristiano
– «... Así como nuestro verbo, concebido en la mente es invisible, pero se hace sensible manifestándolo exteriormente con la voz, así también el Verbo de Dios existe invisiblemente en el corazón del Padre, según la generación eterna y por la Encarnación es sensible para nosotros» (Sto. Tomas, Summa contra Gent. 4,46).
– «¿Qué cosa más sabia y conveniente que realizar, para la perfección de todo el universo, la unión de lo primero y de lo último, esto es, del Verbo, Principio de todas las cosas y de la naturaleza humana, la última de todas las criaturas?» (San Buenaventura, Breviloquio, 41 parte).

El misterio de la Palabra hecha carne quiere decir que la última palabra sobre el mundo y su salvación la tiene Dios por medio de Jesucristo

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