Vale la pena regresar una vez más a lo esencial, a veces a lo obvio, y preguntarse qué aporta la mujer a la humanidad
Cuántas mujeres podemos identificarnos con una escena similar:
Una tarde cualquiera, después del trabajo, salgo al supermercado para comprar lo necesario para una cena que haré para mis amigas; en el camino pago la luz que está por vencer la planilla, mientras estoy en fila llamo a mi papá que ayer se sentía mal y quiero saber qué le dijo el doctor.
Pago la luz y salgo apresurada; en el camino me topo con la periodista a quien le ofrecí un artículo y le digo que esta tarde lo termino sin falta; llego al supermercado y agarro las cuatro cosas que necesito y en la caja la señora mayor que está atrás me pide que le permita pasar primero. No solo se lo permito, sino que la ayudo a sacar las cosas de su carrito, luego paso yo, ayudo al chico que empaca las bolsas, salgo a toda prisa con mis víveres y suena el celular.
Es mi cuñada que quiere contarme que ha tenido una pelea con mi hermano, quedamos en tomarnos un café en 20 minutos, nos lo tomamos y hago de sicóloga y confidente. Llego a la casa preparo la cena, llegan las amigas, nos ponemos al día en nuestras cosas, cenamos y se van.
Arreglo la casa, le cuento a mi esposo que debo trabajar un poco y que ya mismo voy al dormitorio; prendo la computadora, y empiezo el artículo ofrecido a la periodista. Al terminar, me doy cuenta de que ya son las 3 de la madrugada, tengo que dormir porque los niños despertarán a las 6 y hay que llevarlos al colegio.
Solucionadora de problemas, multitask, protectora y empática, sobre todo con el que sufre; la mujer posee una gran fortaleza espiritual y resistencia interior que le confieren la capacidad de apoyar y sostener a las personas que le rodean.
En el trabajo, la mujer prefiere la cooperación antes que la competencia, el trabajo en equipo antes que el individual. Su inteligencia emocional, práctica y creativa, son las cartas que mejor sabe jugar en el campo laboral.
Las neurociencias nos dicen que el cerebro femenino y el masculino son increíblemente diferentes: “La conexión entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo en la mujer es un puente robusto que le da la capacidad de pensar en muchas cosas a la vez, combinando el hemisferio de la lógica (izquierdo) con el de la emoción y los conceptos abstractos (derecho)”[1]
Es necesario revisar algo de historia para comprender dónde perdimos la conexión con lo propiamente femenino: dar la vida física y despertar vida en otros.
Las mujeres de finales del siglo XIX, lucharon para no tener que trabajar interminables horas en las fábricas de la Revolución Industrial. Ellas exigieron su derecho a estar en casa, asegurando la educación, limpieza y buena nutrición de sus hijos. Y lo consiguieron.
Las mujeres de principios del siglo XX lucharon por ser admitidas en la enseñanza superior y en las universidades, así como por alcanzar la igualdad política. Y lo lograron.
Pero, a mediados del mismo siglo, cierto sector del feminismo se radicalizó. No aspiraban simplemente a la equiparación de los derechos jurídicos y sociales entre hombre y mujeres, sino que reclamaban la igualdad funcional de los sexos. La filósofa existencialista Simone de Beauvoir advertía que la maternidad es una trampa, una artimaña utilizada por los varones para quitar independencia a sus esposas. Por lo tanto, decía De Beauvoir, la mujer moderna debía liberarse de las ataduras de la naturaleza y de la función materna, para lo cual recomendaba, entre otras cosas, las relaciones lésbicas, la práctica del aborto y el traspaso de la educación de los hijos a la sociedad.
En el siglo XXI, el escenario nos resulta bastante confuso. Luego de que el feminismo radical lanzara la consigna en mayo del 68: “La mujer no nace, la hacen”, se ha dado un paso sorprendente: pretender eliminar y desconocer la naturaleza humana; es decir, el propio cuerpo… “el género es performativo, va construyéndose con la práctica, es fluido y múltiple, lo que permitiría a las mujeres… actuar casi a voluntad en un registro de identidad variable y cambiante… y darían lugar a la emergencia de nuevas identidades de género, así como al cambio constante de las mismas”[2].
Para conseguir liberar a la mujer de su capacidad única de concebir, portar vida durante nueve meses y dar a luz, se le han proporcionado las herramientas necesarias: contraceptivos, aborto quirúrgico y químico, promoción del lesbianismo y del autoerotismo… “Para ser efectivos a largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar no solo reducir la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad”[3].
La maternidad ya no es recibida como un don, sino como un derecho: tener un hijo cuando quiera, como quiera, con quien quiera. La felicidad se sustituye por placer sexual, se le asegura a la mujer que no hay consecuencias para su salud y su vida emocional, ofreciéndole los “derechos sexuales y reproductivos”.
Para llegar a una aceptación universal de estas ideas, los ideólogos de género promueven un cambio de la cultura a través de la educación y los medios de comunicación. Estamos asistiendo a la deconstrucción de la sociedad, empezando por la familia y la educación de los hijos, así como a la reconstrucción de un mundo nuevo y arbitrario.
Desdibujada así la identidad femenina, y ante los desafíos de un mundo que ya no entiende la ley natural como aquello que está inscrito en el corazón del hombre, sino que más bien promueve un paraíso ilusorio de placer, donde el hedonismo, el individualismo y el materialismo son los dioses; la fragilidad de las relaciones interpersonales y la cultura del descarte es lo que predomina, vale la pena regresar una vez más a lo esencial, a veces a lo obvio, y preguntarse qué aporta la mujer a la humanidad. Aquí unas pocas ideas.
─ Es transmisora de vida: Acoger en el seno materno, gestar la vida y dar a luz son funciones exclusivas de la mujer. Y si solo en esto consistiera su misión, sería ya bastante. Sin embargo, su aporte va más allá de lo que, por naturaleza, le es exclusivo.
─ Llama al hombre a ejercer la paternidad: La mujer es quien incorpora al varón a la paternidad. Desde los primeros días de ser concebido, la madre le presenta al padre a su hijo, a un nivel celular, dice la Dra. Natalia López Moratalla. Y luego, la mujer es quien va mostrando al hombre quién es su hijo y lo ayuda a comprender los procesos del crecimiento infantil y adolescente. ¡Con qué frecuencia los hijos acuden a sus madres para pedir interceder ante el padre! Ella es capaz de ver las situaciones con realismo e intuición a la vez, y de mantenerse próxima a las necesidades de uno y de otro.
─ Su presencia es insustituible: Especialmente los primeros años de vida del hijo, las neurociencias nos dicen que “la corteza cerebral no crece automáticamente, sino según la estimulación que recibe mientras está en su período de crecimiento principal, en los primero años y cuando está en manos de su madre. Muchos estudios demuestran que mientras más horas pasa un hijo con su madre, más elevado será su coeficiente intelectual. … También se descubre que los lóbulos cortico-límbicos se desarrollan únicamente como respuesta a la estimulación de la madre. El sistema límbico es esa parte del cerebro que gobierna el sentido de sí mismo, las emociones, el autocontrol, la compasión… La estimulación del sistema límbico comienza con la mirada mutua de la madre y el bebé”[4].
─ Es formadora de la persona humana: La mujer posibilita a los hijos el ingreso al mundo afectivo pues es la primera referencia de amor y acogida; y en el transcurso de la vida de cada hijo lo forma en los valores humanos y cristianos, enseñándole las normas de la convivencia social.
La mujer, cuando descubre que su vocación es al amor y se encuentra con el modelo de humanidad que le ofrece Cristo, se convierte en una verdadera artesana de la paz para el mundo. La madre trabaja con delicadeza y al detalle la conducta y el carácter de los hijos −a veces incluso de su esposo− para desterrar los egoísmos y el orgullo que pueden anidar en sus corazones. Es creadora de una cultura de respeto y diálogo desde el interior de la familia, y está dotada de una gran capacidad para humanizar el mundo laboral.
Sonia María Crespo de Illingworth
Directora de Revista Vive!
Presidenta de Fundación Familia y Futuro
Ecuador
[1] Vollmer, Christine. (2011). Mujer: Tú tienes la solución. Jornadas para la mujer de hoy. Unimet.
[2] Trillo-Figueroa, Jesús. (2009). La Ideología de Género. Libros Libres. Página 133.
[3] Division for the Advancement of Women for the Expert Group Meeting on Family Planning, Health and Family Well-Being, Gender Perspective in Family Planning Programs (1992) en colaboración con UNFPA.
[4] Vollmer, Christine. (2011). Mujer: Tú tienes la solución. Jornadas para la mujer de hoy. Unimet.
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