El Evangelio ante el pesimismo familiar
Desde siempre y en todas las culturas, los jóvenes han deseado casarse para ser felices. No había duda. Todo el mundo estaba convencido. Casarse, llegada la edad, era lo natural.
En
1. El pesimismo cultural ante el matrimonio.
Esta nueva mentalidad no ha surgido de la nada. Como todo fenómeno histórico tiene sus raíces en múltiples procesos anteriores. Si se observa con atención la historia de la institución matrimonial en Occidente, es evidente que llevamos ya casi quinientos años de secularización progresiva del matrimonio. Desde el siglo XVI el matrimonio monogámico e indisoluble ha sido constantemente combatido en Europa nombre de la libertad y el progreso, y considerado una mera convención arbitraria, cuando no una imposición injusta, negándosele el rango de institución natural.
Las legislaciones protestantes primero, y después las liberales han venido sustituyendo progresivamente la verdad del amor conyugal, fundamento natural del matrimonio indisoluble que lo distingue de cualquier otra forma de convivencia, por el simple y subjetivo consentimiento mutuo de dos adultos. Para esta corriente relativista el matrimonio es una invención social más o una creación del Estado (más frecuentemente de
En España por ejemplo, con las últimas reformas legislativas, la unión matrimonial está menos protegida que un simple contrato mercantil. ¿Cuáles serán las consecuencias de tal desprotección? Exactamente las que sabe prever cualquier economista que se ocupe de contratos mercantiles: menos calidad y más costes. Al final, más estado y más impuestos, puesto que alguien debe resolver los problemas que antes resolvía el matrimonio que respetaba sus cláusulas.
En esta situación los jóvenes de nuestros días tienen razones más que sobradas para ser escépticos respecto de la institución matrimonial que le ofrecen nuestros parlamentos. Se habla de autenticidad, de primado del sentimiento, de auge del amor romántico, pero no se puede ocultar que debajo de esta hiperindividualización de la unión matrimonial hay mucho miedo e incertidumbre. Curiosamente el estudio de Latten dice que la inmensa mayoría de los jóvenes holandeses que están renunciando a casarse pretenden hacerlo en algún momento del futuro. Si no se casan ya es porque no se ven con la preparación suficiente o creen que aun es pronto para comprometerse. De momento la cohabitación parece una buena solución temporal, una escuela para el matrimonio. Pasa el tiempo, llegan los desamores y las desilusiones. El matrimonio deja de ser una opción realista y las partes se conforman con firmar un contrato ante notario, en previsión de futuros litigios. Como suele ocurrir en la vida el temor al fracaso lleva a fracasar. Las estadísticas confirman que las rupturas son mucho mayores entre parejas de hecho que en matrimonios, y aún más estima Latten- entre parejas que ni siquiera se han registrado. Aparecen multitud de familias informales, simplemente invisibles para el Estado, donde crece la desprotección de la infancia. Cada año en los Países Bajos 35.000 niños se ven afectados por las rupturas familiares. Según demuestran un arsenal de estudios, estos menores perderán total o parcialmente sus vínculos con el padre o la madre, sufrirán problemas económicos, tendrán más posibilidades de padecer enfermedades psíquicas o incluso físicas, ¿quién paga los platos rotos?
El ideal del matrimonio es popularmente atractivo. Hoy sigue vivo incluso entre los que han llegado al divorcio. Una encuesta de Norval D. Glenn, de
Diane Sollee, fundadora y directora de la Coalición por el Matrimonio,
En este contexto social y cultural adquieren una particular importancia el corpus doctrinal de
Ajenos en gran parte a esta gran apuesta de
Pero ¿dónde nos quiere llevar este Papa? ¿Podrá el evangelio de Jesucristo ayudar a nuestras sociedades postmodernas a encontrar de nuevo la vía del amor? ¿No es más bien el modelo conyugal cristiano el principal perdedor en la batalla por la libertad sexual? ¿No es
Esta nítida posición del magisterio de nuestros Obispos nos da la base firme para afrontar nuestra humilde pero urgente reivindicación del valor liberador y humanizador del eros interpretado y vivido a la luz del Evangelio. En nuestro discurso seguiremos las huellas de
Según Benedicto XVI el amor humano basado en la diferencia sexual es el paradigma del campo semántico correspondiente en nuestra cultura al término amor. El eros, la experiencia más natural y espontánea en el hombre, que implica todos los niveles del ser humano su corporeidad, su afectividad y su espiritualidad-, es vista por el Pontífice como prototipo del amor. Efectivamente, el Papa enseña que entre el amor (eros) y lo divino existe una cierta relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y complemente distinta de nuestra existencia cotidiana (DCE 5).
Esta afirmación del Pontífice enlaza con las grandes tradiciones culturales y filosóficas de la humanidad. Platón diría que en eros nos habla una voz que no es nuestra razón calculadora, una voz que nos empuja a salir de nosotros mismos y a entregarnos a él, que nos enlaza con lo eterno. Pero el planteamiento de Benedicto XVI se funda sobre todo en la gran tradición bíblica. La experiencia del amor humano y del amor divino están íntimamente vinculadas en las Escrituras, sobre todo en el Cantar de los Cantares, pero también en los profetas Oseas y Ezequiel, los cuales como recuerda Benedicto XVI- han descrito el amor de Dios por su pueblo con audaces imágenes eróticas (DCE 9).
En los tiempos modernos, sin embargo, se ha difundido la opinión, según la cual el cristianismo en general, y
La visión de una sexualidad desinhibida y liberada de todo control moral ha sido, por el contrario, popularizada en el siglo XX por la llamada revolución sexual. Aunque ya el pensamiento libertino del XVIII sostenía una concepción ética similar, los libertinos no la proponían para toda la sociedad, sino sólo para el círculo restringido de los iluminados[7]. La revolución sexual del siglo XX, por el contrario, se inscribe en el gran movimiento social de liberación de los autoritarismos, que se expresa en formas diversas en el campo social y cultural, especialmente tras la segunda guerra mundial. Uno de los temas preferidos del antiautoritarismo es la abolición de la vieja moral sexual, impuesta por la tradición y
Por suerte o por desgracia, la historia de la agresividad doméstica, cada vez más documentada, es suficientemente amplia como para descartar esta hipótesis, que ya en su día no alcanzó la unanimidad ni siquiera en su entorno ideológico. De hecho, uno de los máximos representantes del pensamiento antiautoritario, Max Horkheimer, la criticó inclinándose más hacia Pablo VI y la encíclica Humanae vitae, que hacia el proyecto de revolución sexual de su colega Marcuse. El mismo Sigmund Freud, sostenía que la energía o impulso de la sexualidad dejado sin control se convertía en fuerza destructiva más que liberadora. En la persona madura, según Freud, junto al principio del placer es el principio de realidad el verdadero regulador de la satisfacción de los instintos.
Como hoy es reconocido por la ciencia, una personalidad madura sólo se fragua a través de un proceso en el cual aprendemos a controlar la satisfacción inmediata de los impulsos del instinto. Sólo de este modo podemos dar unidad a nuestra personalidad. Quien no consigue hacerlo, permanece víctima de los impulsos primarios que provienen de su inconsciente. El eros vivido en este modo infantil y primario, puede también fácilmente llegar a usar de otras personas para alcanzar su satisfacción y termina por referirlo todo a sí mismo. En este modo, más que una fuerza en pro de la unidad personal individual, el eros se convierte en una fuerza disgregadora y antisocial. Benedicto XVI concluye su reflexión sobre el eros ebrio e indisciplinado diciendo: Resulta así evidente que el eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser. (DCE 4).
Este sano realismo no justifica, sin embargo, la sospecha sistemática ante el eros. Benedicto XVI se opone a la identificación, pesimista y puritana, del eros con el amor propio, egoísta y posesivo, y a su contraposición al agapé, presentado como puro amor desinteresado y específicamente cristiano. Pero esta unidad de eros y agapé merece un pequeño análisis.
3. La nefasta contraposición de eros y agapé.
En su indagación sobre la esencia unitaria del amor, Benedicto XVI no sólo ha tenido que hacer frente a las formas infantiles y empobrecidas del eros interpretado hedonísticamente. Igualmente ha tenido que afrontar la contraposición puritana entre el amor humano y el agapé divino: A menudo, en el debate filosófico y teológico, estas distinciones se han radicalizado hasta el punto de contraponerse entre sí: lo típicamente cristiano sería el amor descendente oblativo, el agapé precisamente; la cultura no cristiana por el contrario, sobre todo la griega, se caracterizaría por el amor ascendente, vehemente y posesivo, es decir, el eros. (DCE 7).
En el trasfondo de esta tesis pontificia es posible ver una alusión a la interpretación del binomio eros-agapé hecha por el pastor suizo Anders Nygren, el cual propició un animado debate sobre la naturaleza del amor en la teología del siglo XX. Nygren parte de una fenomenología del amor meramente descriptiva. Sin detenerse a investigar la naturaleza íntima de tal fenómeno[8], reduce los diversos tipos de amor al binomio eros-agapé, que define como términos inconciliables. Al explicar el movimiento ascendente del eros, que busca sobre todo alcanzar su propia satisfacción egoísta, Nygren pretende hacer emerger la novedad del dinamismo descendente llamado agapé, defendiendo de este modo la sobrenaturalidad de la revelación cristiana[9]. Eros y agapé serían entonces dos fenómenos esencialmente contradictorios, que en el hombre histórico se encuentran mezclados, y frecuentemente enfrentados, sin verdadera posibilidad de reconciliarse[10]. Desde este planteamiento Nygren critica la teología de la caritas de Santo Tomás y del pensamiento católico en general.
La interpretación del eros de Nygren tiene numerosos precedentes en la historia del pensamiento. En El Banquete de Platón, una mítica sacerdotisa llamada Diotima explica el nacimiento de eros partiendo de Poros (la riqueza) y Penia (la pobreza)[11]. Eros recibe de su madre la precariedad y menesterosidad, y hereda de su padre la impetuosidad y el deseo de sabiduría. Se trata por ello de un dios dubitativo y débil, de actuar esencialmente paradójico. Aunque Platón le atribuyó la motivación que nos hace tender hacia el Bien y
Resultan evidentes los límites de análisis del eros en la filosofía griega. Todo pensamiento que no acepte la posibilidad de un amor que trascienda al eros cae irremediablemente en una contradicción interna, y acaba desconfiando de él. El eros para alcanzar su perfección necesita exactamente de aquello que el deseo no puede dar: recibir un don.
4. La unidad de eros y agapé en el amor humano.
¿Cuál es entonces la propuesta de
En el plano existencial, el eros expresa la misma verdad que leemos en el Génesis: No es bueno que el hombre esté solo(Gn 2,18). El hombre no se basta a sí mismo, se encuentra a sí mismo sólo en la comunión con el otro, pero ese otro no puede ser visto sólo como objeto del deseo, como una cosa que meramente satisfaga nuestro deseo. Tratar al otro de ese modo sería humillarlo en su dignidad. El encuentro con el otro, que comienza con el deseo, conduce a la superación del deseo. La dignidad que cada persona posee, pide que siempre y en todo caso sea afirmada por sí misma, pero en el amor entre el varón y la mujer esta afirmación del otro, válida en todo caso, alcanza incluso un nivel superior de profundidad. Cada persona es única, pero en el amor del hombre por la mujer y de la mujer por el hombre la singularidad de la persona es descubierta en modo concreto y existencial: este hombre, esta mujer es única, única para mí entre todas las personas: A nadie te pareces desde que yo te amo, dijo el poeta[12].
¿Cómo responder adecuadamente a esta singularidad de la persona entre las personas? En ese momento nace en el corazón del hombre y de la mujer el deseo de darse al otro, es decir, el eros se convierte al mismo tiempo en agapé. La verdad, la plenitud del eros es precisamente ésta: por su propia dinámica interna el eros conduce al agapé. Si esta trasformación no ocurre, entonces el eros no ha encontrado su meta; en cierta manera, se ha traicionado su vocación consistente en descubrir la verdad más profunda del hombre: el hombre se encuentra a sí mismo sólo a través de la experiencia del don sincero de sí, cuyo destinatario es otra persona (Cfr. Gaudium et spes 24). Escribe Benedicto XVI: Si bien el eros inicialmente es sobre todo vehemente, ascendente fascinación por la gran promesa de felicidad-, al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará ser para el otro.(DCE 7). El don de sí al otro agapé - se convierte así en una consecuencia natural del eros. El amor como deseo no es suprimido sino transformado. También la respuesta del otro al deseo del don recíproco es vivida como don no puede ser pretendida o forzada, sino sólo libremente dada y acogida-.
En esta visión, que nace conjuntamente del corazón de la experiencia del amor humano y de
5. La revelación en Cristo de la verdad del eros.
Este modo de entender el eros transforma y supera con mucho la concepción griega. Ciertamente para los griegos, el eros puede empujar al hombre hasta morir por el otro. En el Banquete, Platón habla de los héroes que movidos por una condición extraordinaria de deseo (eros) de convertirse en famosos y adquirir una gloria inmortal han llegado a sacrificar su propia vida[13](208 c). En esta concepción, el eros nos puede empujar hasta la realización de actos heroicos, pero no en el nombre de la grandeza de la persona del otro, sino de la gloria y el honor de la propia persona. Comentando este fragmento del Banquete, Guido Calogero dice que cuando se afronta la investigación del eros más típico, del amor de las personas, estas cuentan tan poco en el concepto de eros platónico que la tendencia por ellas, singularmente consideradas, es puesta en el escalón más bajo de las mejores formas del eros, y es destinada a la superación inmediata en un amor cada vez más generalizado y alejado de las personas concretas, en la ascensión hacia la realidad absoluta y la impersonalidad de
Si consideramos la afirmación de Nietzsche desde este punto de vista, podemos decir que el filósofo alemán tenía razón al sostener que el cristianismo ha transformado profundamente el eros, pero la transformación realizada por el cristianismo no ha consistido en su envenenamiento, sino bien al contrario en su elevación. No es ilícito pensar que Nietzsche, gran conocedor y admirador de la cultura antigua, quería retornar precisamente a la concepción del eros en la que el amor sirve sobretodo a la autoafirmación del sujeto, al reforzamiento y al desarrollo de la voluntad de poder. Está claro que en este proceso los otros no son afirmados por sí mismos; son más bien la ocasión o el medio para la afirmación de sí mismo, así como en la concepción de Platón consistían sólo un escalón en la ascensión del sujeto hacia el mundo absoluto de las ideas. La gran novedad del cristianismo consiste precisamente en el descubrimiento de que tanto el Absoluto-Dios, como el ser humano son personas. Como persona el ser humano no puede ser instrumentalizado ni siquiera por los fines más altos: como persona, representa el fin más alto en el mundo visible, la imagen del mismo Dios. Así, el eros siempre apunta, en su nivel más profundo y auténtico, a la realidad personal por excelencia.
En resumen, podemos afirmar con seguridad que, contrariamente a lo que postula Nietzsche, el eros vivido en función de la afirmación de la propia voluntad de poder es verdaderamente un vicio. Pero entonces el cristianismo ha estado muy lejos de envenenar al eros, el evangelio no ha la sido ponzoña que lo ha hecho degenerar en vicio, sino la medicina que lo ha sanado y dignificado al máximo liberándolo de su interna contradicción.
Ante el matrimonio, los jóvenes de hoy se preguntan, quizá con más radicalidad que los de antes, si es posible vivir en la tierra el pleno don de sí; si existe verdaderamente el amor que no mata; si es posible vivir humanamente la plena comunión de vida y amor, el matrimonio indisoluble, la entrega irrevocable del propio ser.
Ante esta angustiosa pregunta no podemos dejarlos solos. El cristianismo es
Esto es amor en su forma más radical.... Es allí en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esta mirada, el cristiano -todo hombre- encuentra la orientación de su vivir y de su amar. (DCE 12).
La verdadera alternativa que se presenta a nuestras sociedades no está en elegir entre humanismo permisivo o rigorismo puritano, sino en optar entre el pesimismo o la confianza cultural ante la fuerza del amor humano, entre la desesperación o la esperanza creyente en el valor del amor conyugal como motor de una existencia no miserable sino mucho más plena. Quien acierte hoy a reivindicar culturalmente la grandeza de la sexualidad y el amor humano, no sólo podrá mostrar a los jóvenes y al mundo la belleza incomparable de la institución matrimonial, sino que tendrá la clave del verdadero progreso, del futuro de la humanidad y de la evangelización del Tercer milenio.
[1] Cfr. Ricardo Benjumea, Del matrimonio a la pareja. Familia en Occidente:¿individuo contra institución? en Aceprensa 28 junio-4 julio-nº 72/06.
[2] Ramón García de Haro, Matrimonio e famiglia nei documenti del Magistero. Corso di teologia matrimoniale, Milano: Ares 2000, 70: L`indisolubilità del matrimonio, diceva Voltaire, è una imposizione barbarica e crudele; in favore del divorzio stanno l`equità, la storia e l`esempio di tutti i popoli, salvo il popolo cattolico romano. Niente assicura di più la durata del matrimonio, argomenta Montaigne, che la posibilità del divorzio: Quel che salvò il matrimonio a Roma, per tanto tempo colmo di onori e di salvezza, fu la libertà di romperlo. Amavano di più le loro mogli, nel timore di perderle. Infine Kant fu tra i primi a negare che la procreazione fosse il fine proprio e intrinseco del matrimonio, affermando che la si poteva escludere per volontà dei coniugi..
[3] Es muy interesante la propuesta de un grupo de expertos norteamericanos de elevar el nivel intelectual del debate público en torno al matrimonio aprovechando la polémica entorno al pseudo-matrimonio homosexual. Cfr. Robert P. george Jean Bethke Elshtain, The meaning of Marriage. Family, state, market &morals, Spence Publishing Company 2006.
[4] Benedicto XVI, Homilía 9 de julio de 2006
[5] Benedicto XVI, Ángelus 9 de julio de 2006.
[6] Al hacerlo me sitúo en el camino emprendido por la comunidad académica del Ponticificio Instituto Juan Pablo II y reflejado en el volumen
[7] Cfr. Rocco Buttiglione, L`uomo e la famiglia, Roma, Dino Editore, 1991,239-244.
[8] J.J. PÉREZ-Soba, <
[9] Cfr. A. Nygren, Érôs et Agapé. La notion chretienne de l`amo,
[10] Cfr. ibid. I, 49.
[11] Cfr. Platón, El Banquete o del amor, en Platón, Obras completas, Madrid: Aguilar 21979, 584.
[12] Cit. En T. MELENDO, Introducción a
[13] Platón, El Banquete o del amor, en Platón, Obras completas, Madrid: Aguilar 21979, 588.
[14] Cfr. G. Reale, Eros. Dèmone mediatore, Milano: Rizzoli 1997, 196.
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