7. Origen doctrinal de las invocaciones marianas
Las fuentes doctrinales de donde se han tomado las jaculatorias marianas que constituyen cada una de las letanías, son muy diversas, pero se pueden sintetizar en cuatro:
a) La Sagrada Escritura. Es la fuente primigenia y básica. Se podría afirmar que muchas invocaciones marianas no son sino variaciones diversas de la Salutación Angélica y de la Visitación a Sta. Isabel. Otras muchas están tomadas también de las acomodaciones marianas bíblicas.
En las diversas letanías marianas que presenta Meersseman [16] se advierten muchas invocaciones marianas que se derivan de la salutación Ave gratia plena:
Sancta Maria, gratia Dei plena
Sancta Maria, omni pietate plena
Sancta Maria, plena pietate et dulcedine
Sancta Maria, plena caritate
Virgo virginum, gratia Dei plena
Pulcherrima domina, hilaris et plena letitia
Virgo plena gratia
Virgo plena clementia
Omnium plena virtutum
Igualmente basta sustituir la frase «de mi Señor» en el texto lucano de la Visitación: —«¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí?»— por expresiones equivalentes, para que se obtengan diversas invocaciones:
Mater Christi
Mater Redemptoris
Mater Creatoris
Mater Salvatoris
Mater eterni principii
Mater Christi sanctissima
Mater eterni Regis
Mater Christi et sponsa
Mater Conditoris omnium
Mater Redemptoris hominum
Mater pastoris ovium
Mater Jesu Christi, filium unigeniti Dei
Finalmente muchas invocaciones también proceden de analogías bíblicas tales como: arca de Noé, puerta del Paraíso, escala de Jacob, arco iris, zarza ardiente, vaso lleno de maná, candelabro de oro, vellocino de Gedeón, puerta cerrada, estrella, casa y templo del Señor, torre, etc.
Fons vere sapientiæ
Lumen recte scientiæ
Ianua vitae eternæ
Porta paradisi
Fons caritatis
Fons pietatis
Cœli scala
Stella cæli clarissima
Templum Spiritus Sancti
Cœlestis vitæ ianua
Flos patriarcharum
Stella maris firmissima
Fœderis archa
Speculum iustitiæ
Vas electionis, etc.
a) Las homilías patrísticas. A partir del Edicto de Milán del 313, cuando la Iglesia se convierte en una religión aceptada por el Imperio Romano y en especial después de la definición dogmática de la Maternidad divina en el Concilio de Éfeso del año 431, los Padres, en las diversas fiestas marianas, pronuncian extensas homilías ensalzando a María en sus privilegios y virtudes. En esos panegíricos, a veces, se pronuncia un conjunto de khairetismoi (por iniciarse cada alabanza por el término Khaire,cuya versión latina es Ave o Salve, alégrate). He aquí uno de Teódoto de Ancira [17]:
«Comencemos por la aclamación de Gabriel, habitante del cielo, y digamos:
Salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo.
Juntos con él continuemos diciendo:
Salve, oh gozo deseado por nosotros; salve, recuerdo muy venerable;
salve, vellocino salvador y del espíritu;
salve, madre del resplandor indeficiente, llena de luz;
salve purísima madre de santidad;
salve, limpísimo manantial de agua vivificadora;
salve, nueva madre que origina un nacimiento nuevo;
salve, madre sublime de impenetrable misterio;
salve, nuevo libro de la Escritura nueva;
salve, alabastro del óleo sagrado;
salve, excelsa comerciante del raudal de la virginidad;
salve, criatura unida al Creador;
salve, pequeña mansión que cobija al inabarcable.»
a) Los himnos marianos. Quizá la fuente patrística más cercana a las letanías sean los himnos marianos y en especial el himno Akathistos, así llamado porque se recitaba de pie. Aunque se ha atribuido a diversos Padres y algunos piensan en Romano Melode (†518) como en su autor, la crítica moderna no encuentra razones suficientes para mantener esa hipótesis. Consta de veinticuatro estrofas iniciadas por cada una de las letras del alfabeto. Estekhairetis - moi pertenece al género himnográfico denominado kontakion, basado en el númeroy acento tónico de las sílabas [18]. Está dividido en dos partes. En la primera, de doce estrofas, se narran los relatos del evangelio de la infancia de Jesús. En la segunda, también de doce estrofas, se cantan los dogmas marianos y la cooperación de María en la Redención.
Este himno ha sido muy venerado en la Iglesia del Oriente y su traducción realizada por Cristóbal, obispo de Venecia, pasó al Occidente a finales del siglo VIII o principios del IX. He aquí la primera estrofa:
«Salve, por ti resplandece la dicha;
Salve, por ti se eclipsa la pena.
Salve, levantas a Adán, el caído;
Salve, rescatas el llanto de Eva.
Salve, oh cima encumbrada a la mente del hombre;
Salve, abismo insondable a los ojos del ángel.
Salve, tú eres de veras el trono del Rey;
Salve, tú llevas en ti al que todo sostiene.
Salve, lucero que el Sol nos anuncia;
Salve, regazo del Dios que se encarna.
Salve, por ti la creación se renueva;
Salve, por ti el Creador nace niño.
Salve, ¡Virgen y Esposa!»
Meersseman estudia, en el libro citado, la influenciadel Akathistos en las invocaciones de la letanía mariana, y reconoce que, así como este himno mariano ha influido mucho en los himnos y en la eucología mariana de Occidente, sin embargo su influencia en las letanías ha sido menor de lo esperado, quizá debido a que la estructura de estas letanías es dependiente de la de los santos y su contenido doctrinal es más cercano a la doctrina patrística del Occidente.
En toda la Edad Media proliferaron las laude marianæ, es decir, poesías en honor y alabanza a la Virgen [19]. Están construidas con frases cortas e incisivas que, a modo de jaculatorias, intentan cantar la grandeza de María. Estos himnos sirvieron de inspiración para muchas invocaciones litánicas. Mostramos unas estrofas de una alabanza a la Asunción de María [20] del siglo XI:
Estrella del mar.
Forma divina.
Consoladora de los suplicantes.
...
Templo virginal.
Don especial.
...
Alabanza eterna del justo.
...
Espejo de justicia.
Asiento de la Sabiduría.
a) También durante la patrística y en toda la Edad Media se compusieron muchas oraciones en honor de Santa María y en petición de su ayuda, que después han servido de fuente inspiradora de las invocaciones litánicas. Veamos como ejemplo una oración de S. Ildefonso de Toledo [21]:
Señora mía,
dueña mía,
mi dominadora,
Madre de mi Señor,
sierva de tu Hijo,
engendradora del que creó el mundo,
...
tú la elegida de Dios,
asunta de Dios,
abogada de Dios,
cercana a Dios,
próxima a Dios,
íntimamente unida a Dios,
visitada por el ángel,
bendecida por el ángel,
glorificada por el ángel,
atónita en el pensamiento,
estupefacta por la salutación,
admirada por la promesa.
...
Bendita entre las mujeres,
íntegra entre las parturientas,
señora entre las doncellas,
reina entre las hermanas.
Como se aprecia, bastaría añadir la deprecación «ruega por nosotros» detrás de cada alabanza para convertir esta oración en una plegaria litánica.
8. Tipos de letanías marianas
Las letanías de la Virgen, como ya se ha indicado, surgen a partir de la segunda mitad del siglo XII. Estudiando los diversos formularios de letanías marianas, entre ese siglo y finales del XVI, Meersseman [22] los clasifica en cuatro tipos: las letanías de Aquileya o venecianas, las deprecatorias, las de Maguncia y las lauretanas. De estas cuatro, sólo las letanías venecianas y las lauretanas tuvieron una mayor difusión en el tiempo.
8.1. 1. Las letanías de Aquileya o venecianas
Pueden denominarse también marcianas porque se han recitado en la basílica de S. Marcos de Venecia hasta el año 1820, en las solemnes procesiones de la Nicopeia. El manuscrito más antiguo de estas letanías se remonta a finales del siglo XII y se conserva en la Biblioteca de París. Su origen no está en Venecia, sino en Aquileya, sede del patriarcado y centro del rito aquilense, pero a la decadencia de esta ciudad pasó la sede patriarcal a Venecia. Este manuscrito contiene 42 invocaciones a la Virgen. A lo largo del tiempo fueron cambiando algunas alabanzas y Meersseman contabiliza hasta 76 distintas alabanzas a la Virgen [23].
Las invocaciones de estas letanías se caracterizan por una cierta extensión. Veamos, por ejemplo las letanías de los nn. 10 al 20 del elenco presentado por el prof. Meersseman [24]:
Santa María, madre y esposa de Cristo Ruega por nosotros.
Santa Maria, llena de toda piedad Ruega por nosotros.
Santa María, madre de misericordia Ruega por nosotros.
Santa María, fuente de la verdadera sabiduría Ruega por nosotros.
Santa María, luz de la ciencia recta Ruega por nosotros.
Santa María, puerta de la vida eterna Ruega por nosotros.
Santa María, madre del principio eterno Ruega por nosotros.
Santa María, madre de la fe verdadera Ruega por nosotros.
Santa María, madre de la verdadera alegría Ruega por nosotros.
Santa María, madre del eterno día Ruega por nosotros.
Santa María, templo del Señor Ruega por nosotros.
Como se advierte por su simple lectura, parece que su autor intenta delimitar, matizar y precisar las alabanzas a María en sus justos límites y, por eso, recurre a una cierta discursividad en sus expresiones.
La fuente doctrinal de muchas de estas letanías, según este mismo estudioso, está en la parisina Salutatio Sanctae Mariae del siglo XI, que, a su vez, se inspira en la versión latina del himno Akathistos [25]. Es patente que no cabe fijar una ordenación teológica en estas alabanzas. Más bien, su disposición se debe a un cierto paralelismo eufónico. Este erudito intenta dar con los orígenes de cada invocación, pero no siempre es una tarea fácil.
8.1. 2. Las letanías deprecatorias
Tanto las letanías lauretanas como las venecianas son letanías laudatorias en las que el estribillo repetitivoadquiere un tono deprecativo. Sin embargo, ya a finales de la Patrística [26] y en especial a partir de la alta Edad Media encontramos oraciones —más o menos cortas— en las que se acude a María en tono de súplica y petición. A partir de la época carolingia proliferan muchas oraciones en las que se acude a la Madre de Dios para conseguir su mediación o intercesión ante las diversas dificultades, tales como la peste, el momento de la muerte, o diversas calamidades públicas (guerras, saqueos, venganzas, etc.). María es invocada repetida e insistentemente como madre que puede conseguir ante su Hijo el favor divino. De esta necesidad nacen las letanías deprecatorias, cuyo texto más antiguo se encuentra en un manuscrito de Maguncia del siglo XII, y después, hasta el siglo XV, aparecen en abundancia y en diversas regiones manuscritos con letanías del mismo corte.
Meersseman denomina a las invocaciones de este tipo de letanías «Notlitaneien» [27]. He aquí su estructura: comienza con las invocaciones preliminares comunes a toda letanía (Kyrie, Christe, etc.). Después tenemos las tres alabanzas marianas que presentan las letanía de los santos (Santa María, Santa Madre de Dios, Santa Virgen de las vírgenes). A continuación siguen unos elogios marianos en grado superlativo:
S. M., excellentissima et gloriosissima regina, intercede pro me
S. M., beatissima atque omni laude dignissima, «
S. M., clementissima necnon misericordiosissima, «
S. M., benignissima consolatio ad te confugientium, «
S. M., plena pietate et omni dulcedine, «
La respuesta a las invocaciones, como se advierte, es claramente impetratoria —intercede pro me—.
Las letanías siguientes tienen una patente dimensión deprecatoria, unas veces por su propia estructura sintáctica y otras por su respuesta miserere mihi:
S. M., Dei genitrix, per misericordiam filii tui, qui ex utero tuo incarnari voluit, miserere mihi famulo tuo et ora por delictis meis.
S. M., virgo perpetua, per dilectionem filii tui, qui ita te dilexit, ut exaltaret te super choros angelorum, exaudi me.
S. M., adiuva me et intercede pro me, ut custodiat me Dominus ab omni malo preterito, presenti et futuro.
S. M., spes miserorum, miserere mihi
S. M., decoratrix virtutum, «
S. M., ducis consolatio tribulatorum, «
S. M., mitissima, benignissima, misericordissima
et omni pietate pienissima, «
S. M., stella maris lucida, «
Concluyen estas letanías con algo muy habitual en otras plegarias carolingias: la utilización de los verbos laudo et adoro al comienzo de cada frase, a los que siguen una petición o una exaltación:
Laudo et adoro altitudinem tuam.
Laudo et adoro beatitudinem tuam et pulchritudinem tuam.
Laudo et adoro gloriam tuam.
Laudo et adoro speciem tuam et sapientiam tuam.
Laudo et adoro virginitatem tuam et castitatem tuam.
Laudo et adoro misericordiam tuam, quia sola fuisti digna inter omnes feminas portare dominatorem cæli et terræ, maris et omnium quæ in eis sunt.
Laudo et adoro beata viscera tua, quæ portaverunt Deum et hominem.
Igual que en las anteriores, Meersseman intenta buscar los orígenes de cada invocación, aunque con pocos resultados. Lo que se advierte inmediatamente en estas letanías es el carácter individual (intercede pro me, miserere mihi, laudo et adoro); por tanto, parece que no se recitaban en las reuniones comunitarias, ni en los actos litúrgicos.
Estas letanías, por su carácter individual y por su cierta complejidad recitativa,no encontraron mucha aceptación y su recitación se abandonó de forma paulatina.
8.1. 3. Las letanías de Maguncia
Las investigaciones de Meersseman y de A. de Santis han llegado al resultado de que, hasta el momento, el texto más antiguo conocido sobre las letanías marianas es un códice manuscrito del siglo XII, de origen cartujano, que se encuentra en la biblioteca de Maguncia. A. de Santis fue el primero que lo estudió con más profundidad a finales del siglo XIX [28]. Su título es Letania de Domina nostra Dei genitrice virgine Maria. Oratio valde bona cotidie pro quacumque tribulatione dicenda est. Por su estructura se aprecia que está destinada a la recitación privada. Su génesis procede de las letanías de los santos acomodándolas a la Virgen. El texto litánico de este manuscrito es muy extenso y consta de tres partes diferentes [29]:
La primera (estrofas 1ª a 6ª): coincide exactamente con las de los Santos con un añadido mariano, véase por ejemplo:
Pater de cœlis Deus, qui elegisti Mariam semper
Virginem, miserere nobis.
Filii redemptor mundi, Mariæ virginis filius, miserere nobis.
Spiritus Sancte Deus, qui illuminasti et obumbrasti
Mariam semper virginis, miserere nobis.
Sancta Trinitas unus Deus, qui possedisti Mariam
semper virginem, miserere nobis.
La segunda parte consta de unas cincuenta estrofas. Todas comienzan por Sancta Maria y contienen de uno a cinco elogios marianos. La respuesta es siempre la misma: ora pro nobis bendictum ventris tui fructum. Mostramos algunas estrofas:
S. M., Dei genitrix gloriosa, ora pro nobis benedictum...
S. M., gaudium angelorum, iubilatio
omnium sanctorum, ora pro nobis benedictum...
S. M., stirps patriarcharum,
vaticinium prophetarum,
solatium apostolorum, rosa martirum,
predicatio confessorum, lilium virginum, ora pro nobis benedictum...
S. M., spes humilium, refugium pauperum,
Portus naufragantium, medicina infirmorum, ora pro nobis benedictum...
La tercera parte la constituyen unas quince estrofas: unas semejantes a las obsecrationes (Per..., libera nos, Domine) y otras a las petitiones propias de las letanías de los Santos (Ut... digneris, te rogamus, audi nos) :
Per mundissimum virgineum partum tuum al omni
immunditia mentis et corporis, libera nos, Domine.
Per omnia sacramenta maiestatis et humanitatis,
crucis et passionis ac mortis, resurrectionis
et ascensionis suæ, et per sacramentum
virginitatis uteri tui, libera nos, Domine.
Ut ecclesiam suam sanctam pacificare, custodire,
adunare et regere dignetur, te rogamus, audi nos.
Ut cordis compunctionem uberemque fontem
lacrimarum nobis impendat, te rogamus, audi nos.
Como se aprecia de forma patente, estas letanías están muy emparentadas con las letanías de los santos. Se podría decir que son «una imitación en clave mariana de las deprecaciones típicas de las letanías de los santos con evocaciones de episodios particulares de la vida del Señor y de su Madre» [30]. Su valor estriba en su antigüedad. Sin embargo, como ya se ha dicho, su estructura y amplitud no se adecuaban para recitación en las ceremonias públicas y menos aún para las procesiones penitenciales, y por eso, su utilización, al ser privada, se fue reduciendo de modo paulatino.
9. Letanías lauretanas
Se denominan así las letanías que a finales del siglo XVI se recitaban en la Santa Casa de Loreto. Este Santuario se constru yó en el siglo XIV y, según una piadosa tradición, en su interior se encuentra la Santa Casa, donde nació la Virgen María y donde recibió el anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios. Esa tradición narra que la Santa Casa fue trasladada por los ángeles en el año 1291 a Tarseto (Dalmacia, Croacia) y tres años más tarde, también por los ángeles, fue depositada en Loreto.
Este Santuario, debido a esa piadosa tradición, se convirtió en un centro extraordinario de peregrinación. Allí los peregrinos solían recitar unas letanías marianas que hicieron fortuna y fueron adoptadas por toda la Iglesia.
9.1. 1. Origen de la letanías lauretanas
Su origen, sin embargo, no está en Loreto. Según las investigaciones de De Santis y de Meersseman, la redacción más antigua de esas letanías se encuentra en un códice de finales del siglo XII localizado en la Biblioteca de París [31]. Este texto se puede decir que es el precedente más cercano e inmediato que tienen las letanías lauretanas, según la redacción actualmente vigente.
El manuscrito parisino consta de setenta y tres invocaciones, la mayor parte de ellas muy breves —de dos o tres palabras— y concretas; algunas de carácter poético y metafórico. Su disposición rítmica facilita su recitación, y su ordenación temática es bastante clara [32].
Las tres primeras son las tres jaculatorias marianas contenidas en las letanías de los santos (Sancta Maria, Sancta Dei genitrix, Sancta Virgo virginum).
De la 4ª a la 15ª se inician las invocaciones marianas por el título de Mater:
Mater Christi, ora pro nobis.
Mater castissima, ora pro nobis.
Mater piissima, ora pro nobis.
Mater inviolata, ora pro nobis.
Las invocaciones 16ª a la 19ª (ambas inclusive) está dirigidas a María como Magistra:
Magistra humilitatis, ora pro nobis.
Magistra totius sanctitatis, ora pro nobis.
Magistra obedientiæ, ora pro nobis.
Magistra penitentiæ, ora pro nobis.
De la 20ª a la 27ª se refieren a María como Virgen:
Virgo suavis, ora pro nobis.
Virgo fidelis, ora pro nobis.
Virgo potens, ora pro nobis.
...
Virgo veneranda, ora pro nobis.
Virgo predicanda, ora pro nobis.
A continuación viene un amplio grupo de invocaciones (de la 28ª a la 59ª) con expresiones metafóricas y simbólicas sobre María. Muchas de ellas de clarosabor bíblico:
Speculum justitiæ, ora pro nobis.
Sedes Sapientiæ, ora pro nobis.
Causa nostræ laetitiæ, ora pro nobis.
...
Refugium reorum, ora pro nobis.
Hymnus cœlorum, ora pro nobis.
Luctus infernorum, ora pro nobis.
Fons ortorum, ora pro nobis.
Las trece últimas invocaciones hacen referencia a Santa María como Reina:
Regina angelorum, ora pro nobis.
Regina spirituum sanctorum, ora pro nobis.
Regina XXIV seniorum, ora pro nobis.
...
Regina virginum, ora pro nobis.
Regina cœlorum, ora pro nobis.
Regina omnium sanctorum, ora pro nobis.
Meersseman, además, en su investigación descubrió un códice Procesional en Padua, del siglo XIV [33], que contiene unas letanías marianas, cuya estructura es casi idéntica a la del manuscrito de París. Las variantes estructurales entre ambas son las siguientes:
a) En el códice de Padua desaparecen las invocaciones que comienzan por Magistra y por Virgo, y se amplía sensiblemente el número de las invocaciones que empiezan por Mater (pasan de 12 a 22).
b) El número de invocaciones con títulos simbólicos —en especial bíblicos— disminuye de 32 en el texto parisino a 13 en el paduano.
c) Por último, permanece en la práctica el mismo número de invocaciones que se inician por Regina (14 en el de París y 15 en el de Padua).
d) El número total de invocaciones pasa de 73 a 53, y el contenido de las invocaciones de ambos códices guarda parecidas semejanzas con el actual.
Por lo que acabamos de exponer, advertimos que no hay ninguna duda sobre la concordancia entre estos dos manuscritos y las letanías lauretanas que conocemos. No sólo por la similitud de las invocaciones, sino también por su identidad estructural: poseen la misma ordenación temática —la única diferencia es que, en las letanías actuales, se han suprimido el grupo de invocaciones en las que se cita a María como Magistra—; la misma cadencia eufónica; idéntico recurso a la simbología bíblica. Podríamos decir que la diferencia mayor estriba en la reducción de invocaciones; reducción que, como hemos apreciado, se fue realizando conforme pasaba el tiempo. Es lógico que, poco a poco, se fuera depurando y disminuyendo el número de invocaciones, hasta llegar a unas letanías que constituyen una obra maestra de la piedad popular, por su sencillez, por el contenido de su doctrina, por su consonancia rítmica y por su facilidad recitativa.
Meersseman también ha intentado buscar las fuentes de las diversas invocaciones de las letanías lauretanas, y resumidamente podría decirse que los títulos marianos expuestos en ellas proceden de textos litúrgicos carolingios, de homilías de ese período y de autores como S. Efrén (s. IV), Venancio Fortunato (s. VI), Juan Geómetra (s. X) y el himno Akáthistos.
9.1. 2. La implantación de las letanías lauretanas
Según Besutti [34], se puede documentar que en el Santuario de Loreto se usaban las letanías ya en el año 1531 y que el papa Pablo III (1534-1549) instituyó en Loreto un coro de niños ad laudes Beatae Virginis de cantandas. Se sabe que las letanías se cantaban todos los sábados del año en la procesión que se celebraba en el Santuario.
Por otra parte, la crisis doctrinal y cultual provocada por la Reforma Protestante a mediados del siglo XVI y la subsiguiente celebración del Concilio de Trento (1545-1563), supusieron, en el ámbito del culto católico, un amplio movimiento de reforma litúrgica, que evidentemente tuvo repercusión en el campo de las prácticas de piedad. S. Pío V, prosiguiendo la reforma tridentina, suprimió las diversas preces que se rezaban en el Oficio de la Virgen.
Según los datos que en este momento poseemos, a principios del siglo XVII existían al menos 70 formularios litánicos marianos distintos utilizados en celebraciones públicas. La Santa Sede buscaba encauzar ese exceso de formularios —tanto más, cuanto que algunos tenían contenidos discutibles e incluso erróneos— y poner un poco de orden y cordura.
Por ello, con referencia a esos formularios la Sede Apostólica ord enó reducir su uso exclusivamente a uno sólo: el de las letanías lauretanas. Estas letanías habían sido aprobadas oficialmente e indulgenciadas previamente por Sixto V con la Bula Reddituri del 11 de julio de 1587 [35], y posteriormente fueron impuestas a toda la Iglesia latina por Clemente VIII con el decreto Quoniam multi del 6 de septiembre de 1601 [36]. La Sagrada Congregación de Ritos emanó diversos decretos (en los años 1631, 1821, 1839) en los que prohibía la adición de ninguna invocación a las letanías lauretanas sin su aprobación explícita. El texto publicado el año 1572, que coincide con el aprobado por Sixto V y después impuesto por Clemente VIII, contenía 44 invocaciones.
Después de estas disposiciones de la Santa Sede, se fue generalizando, poco a poco, por todo el mundo el uso de estas letanías marianas, convirtiéndose en una de las plegarias más populares en honor de la Virgen María.
9.1. 3. Adiciones a las invocaciones de las letanías
Con el paso del tiempo y con la autorización expresa de la Sagrada Congregación de Ritos fue aumentando el número de invocaciones marianas de estas letanías. Se asocia la invocación Auxilium christianorum a la batalla de Lepanto. Se dice que fue introducida por S. Pío V ante tal evento, pero la crítica actual niega esa vinculación; por los documentos existentes se sabe que esta jaculatoria fue incluida en las letanías poco después de esa victoria, pero su adición no se debió a una decisión papal, sino a la piedad popular, debida, en gran parte, a la exultación de los mismos soldados vencedores [37].
El año 1768, el Papa Clemente XIII, a ruegos del rey de España, Carlos III, autorizó con la Carta Eximia pietas, para España y para los territorios dependientes de la Corona española, la introducción de la invocación Mater inmaculata, después de Mater intemerata. Esta adición es fruto del fervor inmaculista español que comenzó el siglo XVII.
Aunque la inserción de la jaculatoria Regina sine labe originali concepta en las letanías fue concedida por Gregorio XVI [38] (1831-1846) a diversas diócesis e institutos religiosos, y después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (1854) por el beato Pío IX, de una forma natural y espontánea se generalizó su uso en todo el mundo.
León XIII, el Papa del Santo Rosario, ante las graves contradicciones que sufría la Iglesia a finales del siglo XIX, quiso que se incluyera en las letanías, a petición del General de los dominicos, la invocación Regina sacratissimi Rosarii [39]. Y a principios del siglo XX, en el año 1903, el mismo Papa [40] aprobó la adición de la jaculatoria Mater boni consilii. Por otra parte, este mismo Romano Pontífice decidió que el Santo Rosario finalizara con las letanías lauretanas [41], praxis que se ha hecho usual, a partir de entonces, entre el pueblo cristiano.
Posteriormente, el Papa Benedicto XV, en medio del terrible conflicto de la I Guerra Mundial, decidió el día 5 de mayo de 1917 [42], incluir en las letanías lauretanas la invocación Regina pacis, después de Regina sacratissimi Rosarii. En el año 1950, el Papa Pío XII [43], el día anterior a la solemne proclamación del dogma de la Asunción, decidió que se añadiera a las letanías marianas la jaculatoria Regina in cœlum assumpta.
El Papa Pablo VI, en el discurso de clausura de la tercera Sesión del Concilio Vaticano II, el día 21 de noviembre de 1964, quiso que el pueblo cristiano honrase a María bajo la advocación de Mater Ecclesiæ y «queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título» [44]. Posteriormente ya en el pontificado de Juan Pablo II, mediante una Carta de la Sagrada Congregación del Culto Divino, con fecha 13 de marzo de 1980 [45], se autorizaba la inserción de esta advocación en las letanías lauretanas.
Finalmente, Juan Pablo II [46], con ocasión del Año Internacional de la familia, quiso que se incluyera la invocación Regina familiæ, para que Nuestra Señora proteja la institución familiar tan maltratada y vilipendiada en los momentos actuales.
Juan Luis Bastero, dadun.unav.edu/
Notas:
17. TEÓDOTO DE ANCIRA, Homilía IV sobre la Madre de Dios y Simeón, PL 77, 1389. Cfr. ABRAHAM DE ÉFESO, Homilía de la Hipapanté, PO 16, 454; SOFRONIO DE JERUSALÉN, Homilía sobre la Anunciación, PG 87, 3237.
18. Cfr. G. PONS, Textos marianos de los primeros siglos, Madrid 1994, 174.
19. Cfr. CURIA GENERAL DE LA ORDEN DE LOS SIERVOS DE MARIA, Suppliche litaniche a Santa Maria, o. c., 43.
20. G.M. DREVES, Analecta Hymnica Medii Aevi, IX, Leipzig 1890, 55-56. Pueden verse muchos himnos en honor a la Virgen en las pp. 45-80.
21. S. ILDEFONSO DE TOLEDO, De virginitate, cap. 1, PL 96, 58-59.
22. Cfr. G.G. MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, dos tomos, Freiburg Schweiz 1960.
23. G.G. MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, o.c., II, 218-222.
25. Ibídem, I, 130-132. En estas páginas puede verse el paralelismo entre ambos textos.
26. Cfr. S. MODESTO DE JERUSALÉN, Homilía II sobre la Dormición, 10, PG 86, 3303; S. GERMÁN DE CONSTANTINOPLA, Homilía sobre el cíngulo y los santos pañales, Biblioteca Patrística, n. 13, 147; S. JUAN DAMASCENO, Homilía I de la Asunción, 11, PG 96, 717.
27. G.G. MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, o.c., II, 62-67.
28. A. DE SANTIS, Le litanie Lauretane. Studio storico critico, Civcat, Serie XVI, volumen 9º, 530-543.
29. Cfr. A. DE SANTIS, Le litanie Luretane. Studio storico critico, o.c., 530-531; G.G. MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, o.c., II, 251-256; CURIA GENERAL DE LA ORDEN DE LOS SIERVOS DE MARIA, Suppliche litaniche a Santa Maria, o.c., 53-56.
30. G. BESUTTI, Letanías, en S. DE FIORES, S. MEO, Nuevo Diccionario de Mariología, Madrid 1988, 1056. Pueden confrontarse también los siguientes libros: M.M. PEDICO, La vergine Maria nella pietà popolare, Roma 1993, 94-98; A.M. BUONO, Le più grandi preghiere a Maria Storia, uso, significato, Milano 2002, 115-139.
31. BIBLIOTECA NACIONAL DE PARÍS, Litania Sanctæ Mariæ, lat. 5267.
32. Cfr. G.G. MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, o.c., II, 222-224.
34. Cfr. G. BESUTTI, Letanías, o.c., 1058.
35. Cfr. Bullarium Carmelitanum, II, 243, Roma 1718. Esta Bula estaba dirigida a los Carmelitas Descalzos y en ella se concedían 200 días de indulgencia a los fieles que recitasen las Letanías de la Virgen, pero precisaba que esas letanías debían ser las que se rezaban en la «Casa de la Virgen María».
36. Cfr. Magnum Bullarium Romanum, III, 169, Lugduni 1655.
37. Cfr. L. PASTOR, Storia dei papi, vol VIII, Roma 1929, 574, nota 1.
38. Cfr. H. MARIN, Documentos Marianos, Madrid 1954, 161.
39. Ibídem, 361. Este decreto tiene fecha de 10 de diciembre de1883.
40. LEÓN XIII, Acta XXII, Roma 1903, 334-336. La fecha exacta es el 22 de abril de 1903.
41. Cfr. LEÓN XIII, Enc. Supremi apostolatus officio, n. 6, en H. MARIN, Documentos Marianos, o.c., n. 336.
42. Cfr. AAS 9 (1917) 266. Es llamativo que ocho días después la Santísima Virgen se aparecía en Fátima, respondiendo a la invocación del Romano Pontífice y pidió el rezo del Rosario para ganar la paz del mundo y el fin de la guerra.
43. PÍO XII, AAS 42 (1950) 795.
44. PABLO VI, AAS 56 (1964) 1015.
45. Cfr. CONGREGACIÓN DEL CULTO DIVINO, Carta Circular del 13 de marzo de 1980, en Notitiæ 16 (1980) 159. En esta Carta Circular de la Congregación se permite la inserción de la invocación «Mater Ecclesiae» detrás de «Mater Christi» y antes de «Mater divinae Gratiae». Puede verse I. CALABUIG, «Mater Ecclesiæ» Nouva invocazione delle litanie lauretane, «Notitiae» 16 (1980) 220-231.
46. Cfr. CONGREGACIÓN DEL CULTO DIVINO, Carta Circular del 31 de diciembre de 1995 en «Notitiæ» 32 (1996) 189-190. Se permite invocar en las letanías lauretanas la jaculatoria «Regina familiæ» después de «Regina Sacratissimi Rosarii» y antes de «Regina pacis».
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Aprender a perdonar |
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El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
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“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
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